Washington, 30 may (dpa) – Las autoridades de competencia de Estados Unidos autorizaron ayer al gigante farmacéutico y químico alemán Bayer a adquirir la empresa de semillas y agroquímicos estadounidense Monsanto, pero establecieron estrictas condiciones, informó el Departamento de Justicia (DoJ).
Para obtener la aprobación, la compañía alemana tuvo que pagar un alto precio, ya que deberá transferir parte de sus negocios.
Bayer anunció a mediados de septiembre de 2016 la adquisición de la empresa de biotecnología Monsanto por unos 66.000 millones de dólares (62.600 millones de euros) tras acordar el pago de 128 dólares por acción.
«Con la aprobación del Departamento de Justicia estamos ahora cerca de la meta de lograr una empresa líder en la economía agrícola», señaló el jefe de Bayer, Werner Baumann, que consideró que la autorización estadounidense representó un hito para la empresa.
Las autoridades estadounidenses tenían reservas para autorizar la transacción y la consideraban ilegal debido al poder de mercado que tendría la mayor compañía integrada de semillas y pesticidas del mundo.
Para obtener finalmente la aprobación, Bayer tuvo que hacer el mayor acuerdo de compromiso que se haya alcanzado en Estados Unidos para una adquisición, según el Departamento de Justicia.
Bayer deberá desprenderse de partes de sus negocios por casi 9.000 millones de dólares, entre ellas el negocio propio de semillas, para que la fusión con Monsanto no implique un perjuicio para los competidores y para los usuarios. Un portavoz del Departamento consideró que se trató de un «arreglo histórico».
El gigante alemán deberá transferir en dos tramos estos negocios, entre ellos el de semillas de verduras, además de desprenderse del negocio mundial del herbicida glufinosato de amonio, y vendérselos a su rival BASF.
«Según las condiciones del DoJ, la integración de Monsanto en el consorcio de Bayer se podrá concretar cuando BASF haya completado la adquisición de los negocios de los que se desprendió Bayer», explicó ayer la compañía alemana. «Se estima que esto llevará dos meses».
La Unión Europea había autorizado la compra a finales de marzo, pero bajo una serie de estrictas condiciones como la eliminación del solapamiento con Monsanto en los mercados de semillas y pesticidas, y desinvertir en la investigación global y el desarrollo de semillas y nuevas características.
Como Monsanto y Bayer hacen negocios en todo el mundo, su unión debía obtener luz verde en unos 30 países. Ya lo hicieron las autoridades de países como China, Sudáfrica y Brasil, y aún está pendiente la decisión en México y Canadá.
La denominada «megafusión» no fue recibida con agrado por los ambientalistas y otras organizaciones de ayuda, debido a las críticas que genera Monsanto por sus productos modificados genéticamente y por el uso del controvertido herbicida glifosato, considerado cancerígeno por algunos estudios.
En Estados Unidos, Monsanto fue demandado por numerosos agricultores por el herbicida Dicamba, que no sólo mata a la maleza, sino también los cultivos, siempre que no provengan de semillas genéticamente modificadas.
En Europa, donde hay mucho recelo por el uso de la ingeniería genética, la empresa estadounidense tiene pocos amigos. La fusión no sólo es criticada por ambientalistas y asociaciones de consumidores, sino que los agricultores expresan su preocupación por el gran poder de mercado de la compañía.
En el último tiempo Monsanto registró leves retrocesos en sus beneficios. La compañía, que tiene unos 20.000 empleados en todo el mundo, tiene una facturación anual de casi 14.600 millones de dólares.
En Bayer, el sector agrícola aportó casi un 25 por ciento de las ganancias en 2017, con 9.600 millones de euros. A fines de 2017 la empresa alemana tenía 99.820 empleados en todo el mundo, 20.000 de ellos en el sector dedicado a la agricultura.