Ciudad del Vaticano, 26 feb (dpa) – Benedicto XVI es un religioso alemán admirado por grupos católicos tradicionalistas, un teólogo conservador que, sin embargo, terminó su pontificado con uno de los actos más revolucionarios que ha tenido un papa moderno: renunciar.
Fue la falta de fuerzas el argumento que esgrimió Joseph Ratzinger para dimitir el 28 de febrero de 2013, decisión que abrió el camino para la posterior elección de Francisco, el primer papa no europeo desde el siglo VIII.
Y estos días el papa emérito, de 90 años, vuelve a ser noticia también por su estado de salud, si bien los temores sobre una supuesta enfermedad fueron luego desmentidos. Fue el propio Benedicto XVI quien levantó las especulaciones a mediados de febrero, cuando declaró que se prepara para el final de su vida. «Mientras mis fuerzas físicas desaparecen lentamente, peregrino internamente a casa», escribió el papa.
En la carta, que dirigió al diario italiano «Corriere della Sera», el papa emérito asegura que el último tramo del sendero a veces es duro y que lo conmueve saber cuántas personas están interesadas en cómo pasa «la última fase» de su vida.
Muy pocos tienen acceso a su retiro dentro de los muros del Vaticano, en el convento Mater Ecclesiae en medio de los jardines, desde donde tiene una hermosa vista de la cúpula de la basílica de San Pedro. Allí reza y recibe visitas, asistido por su secretario privado Georg Gänswein.
Su hermano, Georg Ratzinger, rechazó las versiones que hablaban de una enfermedad nerviosa que paralizaría sus músculos y podría afectar al corazón. «Pura fantasía», afirmó. Benedicto necesita ayuda para caminar, pero «intelectualmente está bien», aunque reconoció a sus 94 años que ambos son ya mayores y que ya «nada es lo que era».
El 11 de febrero de 2013 y después de casi ocho años como papa, Ratzinger comunicaba a los cardenales de forma totalmente inesperada su deseo de renunciar al pontificado. «Después de haber examinado ante Dios reiteradamente mi conciencia, he llegado a la certeza de que, por la edad avanzada, ya no tengo fuerzas para ejercer adecuadamente el ministerio de Pedro». El 28 de febrero se convirtió así en el primer papa en hacerlo en más de 600 años.
La decisión fue un shock, pero muchos mostraron respeto por el hecho de que se atreviera a llevarla a cabo. Benedicto XVI señaló siempre que las intrigas vaticanas no influyeron en su dimisión, pero sus últimos meses de pontificado no fueron precisamente fáciles.
El papa parecía desbordado por las dudosas prácticas y supuesto lavado de dinero en el Banco Vaticano y los escándalos de pedofilia dentro de la Iglesia. A lo que se sumó en los últimos meses el escándalo VatiLeaks, la filtración de documentos por parte de su secretario personal que daban a entender que había todo tipo de manejos a espaldas de Benedicto.
También había tenido problemas en sus relaciones con otras religiones, sobre todo tras un discurso en 2006 en el que citó a un emperador medieval bizantino que calificaba al islam como «malvado e inhumano». Los judíos criticaban a su vez su apoyo a la Hermandad Sacerdotal San Pío X, un grupo conservador acusado de antisemitismo.
A diferencia de su antecesor Juan Pablo II y de Francisco, Benedicto carecía del carisma para entusiasmar a las masas y a los medios, que llegaron a bautizarlo con apodos como el «Rottweiler de Dios». Pero sus defensores subrayan que es un teólogo de una profundidad de pensamiento única entre los pontífices de los tiempos modernos.
Nacido el 16 de abril de 1927 en Marktl am Inn, una pequeña localidad de Baviera, Joseph Aloisius Ratzinger fue el menor de los tres hijos de Joseph Ratzinger, un oficial de Policía, y su esposa Maria. Su hermano mayor Georg también es sacerdote.
Pese a que su padre se oponía al nazismo, Ratzinger fue obligado a sumarse a las Juventudes Hitlerianas y estuvo destinado en una batería antiaérea durante la Segunda Guerra Mundial. Más tarde estudió filosofía y teología en la Universidad de Múnich y se ordenó sacerdote en 1951. Dos años más tarde se doctoró en teología y tuvo una exitosa carrera académica en las universidades de Bonn, Münster, Tubinga y Ratisbona.
En 1977 fue nombrado arzobispo de Múnich y Freising y fue proclamado cardenal por el papa Paulo VI. En 1981 Juan Pablo II lo nombró prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, un cargo que lo convirtió en el principal custodio de la doctrina hasta ser nombrado papa en 2005.
Francisco asegura que no sólo no es un problema tener a dos papas conviviendo en el Vaticano, sino que Benedicto es como «un abuelo sabio» al que puede acudir por consejo. «Si tengo alguna dificultad o si hay algo que no entiendo, lo llamo por teléfono: ‘Dime, ¿puedo hacer esto?'», contó Francisco hace unos años.
Por Lena Klimkeit y Alvise Armellini (dpa)