(dpa) – Lejos de los purismos de la Real Academia Española, en la 31 Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara se presentó un inusual material de consulta: «El pendejonario. Diccionario de pendejos y pendejadas», que se propone con humor «explicar la pendejez en todos los sentidos».
«Creo que no hay palabras buenas ni palabras malas, depende mucho del contexto y de la entonación con que se digan», manifiesta a dpa Fernando Montes de Oca Sicilia, autor del volumen, en la ciudad mexicana.
El libro es publicado por Grijalbo y Algarabía editorial, tras haber lanzado en años anteriores textos de espíritu similar, como «El chingonario» y «Para insultar con propiedad. Diccionario de insultos».
En la mayoría de los países de habla hispana «pendejo» es un sinónimo de «estúpido», explica la obra. Y en algunos lugares de América Latina, posee acepciones que indican desde cobardía hasta promiscuidad y también inmadurez.
«El término tiene una alta connotación ofensiva en Cuba, México y Puerto Rico. En Argentina, Chile y Uruguay se emplea para llamar de una manera despectiva a los chicos y adolescentes, mientras en el Perú se emplea para referirse a una persona taimada», reseña «El pendejonario».
«Después de ‘chingar’, ‘pendejo’ es lo que más se usa en México, y ‘la madre'», señala Montes de Oca Sicilia.
Pero la palabra «pendejo» no solamente gana lugar en el habla cotidiana, sino que también tiene correlato en la música e incluso la literatura.
Escritores de la talla de Gabriel García Márquez la han empleado: «No seas pendejo, Gerineldo», escribió por ejemplo el colombiano en uno de los diálogos de su obra cumbre «Cien años de soledad».
O el español Joaquín Sabina entona «¿Qué esperabas de un pendejo como yo?» en su «Canción de primavera». Y la banda argentina Los Auténticos Decadentes canta: «Quiero ser un pendejo, aunque me vuelva viejo» en su tema «Pendeviejo».
En son humorístico, la obra compila una tipología de los «diferentes tipos de pendejos», los que se presentan en orden alfabético, así como también expresiones que contienen esa palabra, como por ejemplo «a qué viene tanta pendejada» o «de pendejo no tiene ni un pelo».
Asimismo el libro que fue presentado en una abarrotada sala de la FIL compila frases populares («Dicen que para pendejo no se estudia, pero yo conozco algunos que están muy preparados» o «Si pagaran por hacerte pendejo serías millonario»).
La idea del singular diccionario nació del ingeniero Justo Flores Muñoz. «Había un ‘partido’ en los años 60, 70, en México que se llamaba Partido Pro Unificación del Pendejo. Se juntaban, era un divertimento y tenían su membresía», cuenta Montes de Oca Sicilia.
«Flores Muñoz fue miembro del PUP y ahora él registró el PAP, el Partido Autónomo de Pendejos», explica, para luego añadir que el ingeniero lo contactó para darle impulso al proyecto de realizar «El pendejonario».
Montes de Oca Sicilia sostiene que el trabajo que viene realizando Algarabía apunta a «desmitificar las malas palabras».
«No somos apóstoles de nada, ni tratamos de justificar nada, simplemente consignamos los hechos en un diccionario siempre con humor, pero sí con rigor lingüístico», apunta. «Sí es un trabajo serio, pero al final de cuentas es para divertirse», señala.
Mientras tanto, la obra de más de 200 páginas interpela desde su contratapa verde al lector. «Diviértase y deje de hacerse pendejo, o hágalo, pero mientras lee ‘El pendejonario'».
Por Gabriela Mayer