(dpa) – Desde que en la noche del domingo el Partido Liberal (FDP) hiciese saltar por los aires las ambiciones de la canciller alemana Angela Merkel de formar una alianza de gobierno inédita de conservadores, liberales y verdes, las miradas se centraron en el presidente federal, Frank-Walter Steinmeier.
El socialdemócrata Steinmeier es un político de estilo sobrio, que muchos consideran hasta aburrido, pero su función como jefe de Estado ha perdido estos días el carácter principalmente protocolario para convertirse en clave en la búsqueda de una solución a una Alemania sin Gobierno.
El 3 de octubre pasado, al cumplirse los 27 años de la reunificación alemana, Steinmeier llamó a sus compatriotas a ser valerosos. «Si queremos dar valor a otros tenemos que ser valerosos nosotros mismos», dijo al referirse al papel de Alemania como bastión de democracia liberal en momentos revueltos en Estados Unidos y Europa.
Esta semana le toca a él el turno de ser valiente al reunirse con los principales líderes políticos alemanes en el intento de evitar la convocatoria a nuevas elecciones.
El FDP abandonó el domingo las conversaciones con las uniones cristianodemócrata y cristiano social (CDU/CSU) de Merkel, el Partido Liberal (FDP) y Los Verdes alegando diferencias insoslayables en numerosos temas entre los que destacó su demanda de reformar el sistema educativo y la supresión del impuesto para la reconstrucción de Alemania oriental.
Mientras que los conservadores de Merkel y Los Verdes apuntaban a los liberales como los culpables, Steinmeier comenzó a gestionar encuentros para buscar una solución a la crisis.
El doctor en derecho Steinmeier, de 61 años, está en la política activa desde hace un cuarto de siglo. Estos días puede lucirse en el papel de mediador que ejerció como ministro alemán de Exteriores bajo dos gobiernos de Merkel.
Steinmeier habló con Merkel, con su aliado bávaro Horst Seehofer, con el presidente de los liberales, Christian Lindner, y también con los líderes de Los Verdes Kathrin Göring-Eckhart y Cem Özdemir.
Este jueves recibirá a su correligionario socialdemócrata Martin Schulz, a quien probablemente intentará convencer de reconsiderar la negativa a entablar conversaciones con Merkel para reeditar una gran coalición.
Tras siete años al mando de la cartera de Exteriores, Steinmeier lamentó un poco dejar el puesto para asumir la presidencia, un sentimiento que compartieron muchos en el ministerio, que lo consideraban «el mejor diplomático» de Alemania.
Este abogado de Baja Sajonia ocupó altos cargos en el Gobierno de centroizquierda liderado por el socialdemócrata Gerhard Schröder, hasta ser jefe de despacho.
Las elecciones de 2005 catapultaron a Merkel al poder al mando de una gran coalición con el Partido Socialdemócrata (SPD) y Steinmeier fue nombrado ministro de Relaciones Exteriores, un cargo que tradicionalmente confiere mucha popularidad a ojos del electorado.
Tras meditar largamente, Steinmeier se presentó como candidato socialdemócrata a la jefatura de gobierno en 2009 y perdió ante Merkel.
«La ironía de esta historia: A Frank-Walter Steinmeier se le negó la cancillería. Y ahora, repentinamente, es una especie de super canciller», estimó Veit Medick, del semanario alemán «Der Spiegel».
Steinmeier está llamado a ayudar ahora a Merkel. O consigue convencer a sus socialdemócratas para que se vuelvan a aliar con la líder conservadora, o la apoya para formar un Gobierno en minoría con el FDP o con Los Verdes. O convoca nuevas elecciones.
Todos suponen que la canciller preferiría reeditar la gran coalición, una versión que garantizaría estabilidad y para la cual nada mejor que contar con la ayuda de Steinmeier.
Llamar a elecciones depararía mucha incertidumbre en Europa, en especial en Londres, que negocia su salida de la Unión Europea y en París, donde el presidente Emmanuel Macron espera tener en Alemania un fuerte aliado para poner en marcha un proceso de reformas hacia una mayor integración del bloque.
Steinmeier es quien deberá proponer al Parlamento un candidato para la elección de canciller. Tras una tercera ronda de votación, en la que basta contar con una mayoría simple, el jefe de Estado debe decidir si nombra al elegido y allana el camino para la formación de un Gobierno en minoría o si disuelve el Parlamento y convoca elecciones nuevas.
«Efectivamente, el presidente, que tiene en estos momentos un poder como pocas veces antes en la historia constitucional de Alemania, tiene ahora las riendas en las manos», sostuvo en un editorial el diario «Rheinische Post».
Por Friederike Heine y María Laura Aráoz