Es innegable que a los niños les encanta recibir premios y recompensas en general, pero aun así existen ciertos padres y tutores legales que se muestran detractores alegando que, en caso de persistir con dichas acciones positivas, los más pequeños de la casa terminan llevando a cabo los esfuerzos únicamente con el objetivo de ser premiados por ello.
Sin embargo, los psicólogos opinan exactamente lo contrario, indicando que todas las mentes infantiles, incluyendo las de carácter débil, se ven enormemente beneficiadas por esta especie de refuerzo positivo que consiste en reconocerle al pequeñín el empeño puesto en la acción efectuada, desde sacar una buena nota en un examen hasta tomar parte de un evento deportivo.
Para ésta última una buena opción es la de entregarles medallas para niños que son recibidas con una gran ilusión. De esta manera los peques obtienen el impulso necesario con tal de seguir practicando deporte, aspecto fundamental para la salud de los infantes. Algunos de ellos no tienen la suficiente fuerza de voluntad para realizar actividad física, así que dicho aliciente influye directamente en su cabeza logrando que se sientan con ganas de chutar el balón, encestar el esférico, golpear el volante con la raqueta de bádminton o llevar a cabo cualquier otra acción deportiva.
Cada vez son más los organizadores de torneos infantiles que optan por entregar medallas no solamente a los vencedores, sino también al resto de participantes, otorgándoles así el mérito que adquiere el hecho de haberse desgastado físicamente dándolo todo. Ello es de gran importancia según este estudio en el cual se hacen patentes las sonrisas que despiertan en los infantes los trofeos recibidos por haber sido partícipes de una sesión deportiva tanto individual como en equipo.
Por el contrario, en aquellos eventos que únicamente se premian a los participantes más destacados surge un inevitable sentimiento de frustración por parte de aquellos niños que, a pesar de haberse esforzado, ven cómo a diferencia de sus compañeros no reciben estimulación alguna en forma de recompensa, aspecto que sobretodo en el futuro puede acabar haciendo mella repercutiendo incluso en el ámbito educativo.
El deporte y la educación son dos pilares fundamentales en la vida de los infantes, por lo que conviene valorar como es debido todos y cada uno de los esfuerzos llevados a cabo. Así pues, principalmente en la educación primaria es aconsejable recompensar a los más pequeños de la casa si acuden a ella mostrando los buenos resultados obtenidos en entregas de deberes y resoluciones de exámenes.
Este factor es de gran ayuda para que la acción de estudiar verdaderamente sea gratificante para ellos, alejando al máximo la sensación de fracaso que termina emergiendo en los peques al ver que, por mucho que den el máximo de sus capacidades, ello no implica la recepción de una especie de premio. Los detractores de bonificar los esfuerzos infantiles lo justifican en parte mencionando el desembolso económico que ello supone, aspecto que es tenido muy en cuenta sobretodo actualmente a causa de la crisis.
Sin embargo, lo cierto es que no es en absoluto necesario invertir elevadas cantidades de dinero en este tipo de recompensas. Al contrario de lo que muchos individuos creen los niños no solamente valoran la recepción de consolas, videojuegos y aparatos tecnológicos en general, sino que los pequeños detalles también son de suma importancia para ellos, demostrándolo así las medallas anteriormente mencionadas que causan un sentimiento de satisfacción impagable.
Lograr que surja la mencionada emoción que tan positiva llega a ser sobretodo en la mente infantil no es nada complicado, bastando con realizar acciones como adquirir aquel producto alimenticio que tantísimo le llega a gustar y que no acostumbra a comer con frecuencia o llevarle al salón recreativo para disfrutar de unas partidas en familia.
Los profesionales de la salud son plenamente conscientes de la relevancia que adquieren estas recompensas. Es por ello que muchos doctores premian a los pequeñines con piruletas u otros elementos tras el esfuerzo que supone tolerar el dolor de una vacuna, no moverse durante el transcurso de una sesión de dentista o portarse bien en una consulta a pesar del miedo que suscitan los médicos en los pacientes de temprana edad.
Cada vez que un pequeñín recibe una recompensa después de haber llevado a cabo un gran esfuerzo a nivel físico y/o mental su cabeza absorbe el refuerzo positivo logrando que en un futuro vuelva a darlo todo y, conforme vaya dejando atrás la infancia, acepte que no siempre todo empeño acaba fructificando de esta manera.
De hecho, el miedo a que no se produzca la mencionada aceptación es frecuentemente alegado por los progenitores que prefieren no premiar a sus hijos por algo que consideran simple y normal. Aun así, verdaderamente la inmensa mayoría de peques acaban madurando favorablemente en este sentido sin que les pase factura el hecho de haber sido recompensados de pequeños.