Pasadizos subterráneos, inmensos jardines, faldas escocesas y platos contundentes como el haggis forman parte de la visita.
Visitar la capital escocesa es todo un viaje al pasado. Sus numerosos castillos y palacios, sus arquitecturas victorianas y sus calles adoquinadas devuelven al viajero a otra época. Rodeado de colinas verdes, Edimburgo huele a Whisky y rezuma historia. Entre estrechas callejuelas que encierran las más truculentas historias, pasadizos subterráneos y deslumbrantes jardines, el turista descubre una ciudad de contrastes que se divide entre la Old Town y la New Town. El Old Town corresponde al viajo Edimburgo, edificaciones con mucho encanto que se fueron amontonando en callejones sin demasiada luz y poco espacio. La New Town en cambio es todo un ejemplo de planificación arquitectónica. Las dos mitades se complementan como el famoso bipolar Dr Jeckyll y Mr Hyde, personaje creado por el escocés Robert Louis Stevenson.
Con un millón de visitantes al año el Castillo de Edimburgo corona imponente la colina de Castle Hill. Desde 1861, de lunes a sábado, el general de Artillería acude a la una en punto del mediodía para disparar el cañón que indicaba la hora a las marineros. La vía de acceso al Castillo es la Royal Mile, la avenida más transitada e importante de la ciudad. En ella los turistas se mezclan con los locales que acuden de compras o a sus puestos de trabajo. La Royal Mile es un espejo de la ciudad, con tiendas de licores y Whisky escocés, tiendas donde comprar el típico Kilt o falda escocesa, y numerosos bares y restaurantes. La Royal Mile desemboca en el Palacio de Holiroodhose y en su trayectoria se encuentran decenas de callejones y patios. Quizá el más famoso sea el Mary King’s Close, un pasadizo subterráneo en el que dejaron morir encerrados a centenares de escoceses afectados por la peste de negra en la Edad Media.
También en la Old Town se encuentra Grassmarket, la histórica plaza donde colgaban a los condenados a muerte. Hoy en día es uno de los lugares con más ambiente de la ciudad, repleto de pubs donde tomarse una pinta. El más famoso es el Last Drop, se dice que en él los condenados tomaban su última copa. La forma en que los escoceses conviven con la muerte no deja de llamar la atención a los visitantes. A unos pasos de Grassmarket se encuentra el cementerio de Greyfriars, por el que se realizan rutas y visitas guiadas y donde permanece la estatua de Bobby, el fiel terrier que veló la tumba de su dueño durante catorce años.
La contundente comida escocesa es otro de los atractivos del viaje, su plato más popular es el haggis. Una mezcla condimentada de hígado, corazón y pulmones embutidos en la piel del estómago. Si esto no resulta suficientemente contundente, suele acompañarse de cebollas y puré de patatas. Los desayunos a base de huevos fritos, habas con tomate, chalchichas y bacon, los arenques ahumados, las sopas de pescado y los dulces y galletas de mantequilla forman parte de la carta de la mayoría de restaurantes.
Declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, la historia, el ambiente, la gastronomía y el carácter afable de los escoceses se aúnan para enamorar al viajero.