(dpa) – Bernhard Stellmacher está loco por los plátanos y todo el mundo lo sabe. Tiene una enorme colección de estos frutos, hechos de madrea, de yeso, de hojalata, de tela e incluso ámbar. Sus estanterías, repletas de libros sobre plátanos y decoradas con todo tipo de objetos relacionados con el fruto, forman el único museo del plátano de Alemania, cuenta orgulloso.
Decir que Stellmacher está obsesionado con los plátanos no es una exageración. Y como quiere compartir su afición, convirtió el sótano de su casa en Sierksdorf, en la costa del mar Báltico, en un museo.
También está feliz por poder compartir la gran cantidad de conocimientos que ha acumulado a lo largo de los años. Y ya tiene una respuesta para la pregunta más común: ¿por qué los plátanos son curvos?
«Esto tiene que ver con el peso del racimo. El peso de la fruta empuja al racimo hacia abajo, pero los plátanos crecen hacia arriba, hacia la luz», explica. «De modo que se tienen que arquear».
Stellmacher se llama a sí mismo «Stelli Banana», y él solo es director del museo, curador de la exposición y guía. Y tiene una historia para cada objeto.
«Esta máquina de plátanos es de Dinamarca», dice apuntando a una caja de metal que se parece a un viejo dispensador de caramelos. «Se encontraban en los lugares públicos en los años 30. Metías una moneda y salía un plátano».
De los 2.000 visitantes que recibe cada año, muchos son personas de la vieja Alemania del Este comunista, apunta Stellmacher.
«Ellos no ríen sobre muchos de los objetos. Para ellos, la escasez de plátanos que existía en el Este significaba sobre todo una prueba de la falta de libertad», cuenta.
Es una ironía peculiar que el plátano, que durante décadas quedó estigmatizado como la fruta del imperialismo, simbolizara la libertad cuando Alemania estaba dividida.
Stellmacher abrió su museo en junio de 1991. «En aquel momento ya había estado coleccionando durante años todo lo que tuviera que ver con los plátanos. Así que ya estaba maduro», bromea el hombre de 76 años.
Como diseñador industrial independiente, Stellmacher siempre prestó atención a la forma y la función de las cosas. «La forma del plátano me recuerda a la sonrisa de la Mona Lisa», asegura. «No es de extrañar que se apode a esta fruta como la ‘sonrisa de la naturaleza'».
Stellmacher se hace con sus objetos en Internet, en subastas y en mercadillos. El más valioso es un grabado original de la investigadora y artista Maria-Sybilla Merian. Representa un racimo de plátanos y le costó a Stellmacher varios cientos de euros.
También está especialmente unido a una copia de la estatua «Die Bananenesserin» (mujer comiendo un plátano) del artista expresionista Ernst Ludwig Kirchner. «El original está perdido y esta copia fue realizada por un escultor de yeso anónimo», dice.
Cuando se le pregunta por el tamaño de su colección, responde rápidamente. «Exactamente 13.834 objetos, más o menos. En cualquier caso, hay demasiados para exponerlos todos».
Aquellos que no tienen hueco en el museo, están almacenados. «De vez en cuando se cambian lo objetos, como en cualquier otro museo», explica.
Por Eva-Maria Mester