Hace tres años, Rubén Azorín irrumpió en la literatura con la novela de ciencia ficción Luna: Apogeo, la cual le llevó hasta la cumbre de las listas de Amazon en dicha categoría. Con miles de ejemplares vendidos y una segunda parte igual de exitosa, el panorama que se presentaba para el autor era cuanto menos incierto, pues triunfar con una primera novela es difícil, pero aún más lo es reinventarse y superar las expectativas con cada nuevo libro. No obstante, Rubén Azorín lo hizo y sorprendió una vez más con Cosmódromo, una palpitante historia desarrollada en un lugar claustrofóbico que pone a prueba la cordura de los protagonistas (y la propia lógica del lector). Ahora presenta La torre Tesla junto a su hermano Juan Vicente Azorín y, con ella, un cambio de registro que confirma la excelente pericia del escritor para deleitar y no dejar indiferente a nadie. Tal es su componente adictivo que el libro ya se sitúa en el top 2 del 4º Premio Literario Indie de Amazon, concurso que finalizará el 31 de agosto
Halcón, el protagonista, es un detective privado que se ve obligado a volver a la ciudad que le vio crecer como policía. No guarda gratos recuerdos del lugar ni de su trabajo allí, pero unas sucesivas muertes por electrocución conforman un caso demasiado jugoso como para permitir que el pasado lo eche todo a perder. Pronto, sus investigaciones le llevan a las frías tierras del Este, donde encuentra un extraño poema que le descubrirá que las dimensiones de la investigación son mucho mayores de lo que habría podido imaginar.
«Efectivamente, Hawk es un detective de barrio que nunca se ha enfrentado a una aventura como la que vive en esta novela, pero que, sin dudar, acepta su riesgo y la enfrenta como puede. Quisimos darle un temperamento humano, unos orígenes de ir por casa y, poco a poco, su personalidad fue estructurándose como si nos la estuviese describiendo él mismo desde la nada», explica.
La torre Tesla está vestida como una historia de espionaje donde, como no podía ser de otra manera, no hay ningún cristal diáfano a través del que mirar, sino que simplemente ese cristal funciona como un espejo que refleja una realidad sin dejar ver lo que hay detrás de él. Rubén y Juan Vicente Azorín saben jugar con los lectores y les invitan a crear una opinión, una versión de los hechos que puede ser derrumbada en cualquier momento sin que ni siquiera lo sospechen.
En este libro, a diferencia de sus obras anteriores, Rubén Azorín se centra más en el perfil thriller que en la ciencia ficción, pero mantiene su ritmo absorbente, una imaginación desbordante y su gran capacidad para sorprender. Aunque eso no es todo, pues los seguidores más fieles y los fans no echarán de menos ese componente futurista que ha caracterizado al escritor desde sus inicios. La torre Tesla no solo explora los límites del suspense, sino que también sitúa al lector en una realidad cercana donde se ha prohibido el uso de los coches privados y, por tanto, el medio de transporte habitual son los cabs, máquinas autónomas sin conductor. Este es solo uno de los elementos que remiten a películas como Blade Runner y trasladan al público al mágico mundo de la ciencia ficción, en el que todo es posible.
«En el caso de La torre Tesla, la idea que encierra no podía situarse más allá de la estratosfera o quizá de la exosfera, por lo que tuvimos que ambientarla en una realidad cercana y creíble. Presentarla bajo el argumento de thriller policíaco ha sido más divertido que difícil.»
Al abrir una novela escrita por la marca Azorín, hasta el público más exigente puede estar seguro de dos cosas: va a disfrutar la lectura y a quedar gratamente satisfecho con la historia, con sus personajes, con su universo… Pero jamás podrá adivinar hacia dónde conducen los caminos, las tramas. Se nota la intención del autor de querer superarse con cada nuevo título y el profundo trabajo de campo que hay detrás. Su talento es innegable y ha fijado un rumbo: reinventar la ciencia ficción y volver locos a los lectores para hacerlos disfrutar tanto como él. Y parece que no hay nada que pueda frenar a la factoría Azorín; va directa a por su objetivo, sin dubitaciones. Escribir no es un mero hobby para los autores, sino una manera de entender el mundo, de reconstruirlo a su placer para servir en bandeja de plata un producto de calidad.
«Hasta ahora, me he sentido cómodo y he disfrutado enormemente con cada página de las escritas. Te diría que estoy en el comienzo de mis inicios, así que necesariamente me veré envuelto en otras aventuras».
Como no podía ser menos, La torre Tesla deja prueba de una narrativa pulida y sobresaliente, de tramas sin fisuras y en las que nada entorpece la lectura. El lector vuela por las páginas en un sueño profundo que le absorbe y le ata a su realidad para manejarle a placer. Un sueño en cierta manera premonitorio por su futuro reconocible y posible, de manera que el poso perdura más aún después de la lectura.
«Nosotros agradecemos todas las opiniones y críticas. Soñamos con el cielo, así que, en el corazón, esperamos que les guste y que lo entiendan como un intento más de hacerles pasar unos buenos momentos de lectura y de llevarlos a apartar durante unos instantes su espíritu de lo cotidiano.»