(dpa) – «Te busco» es tal vez la frase que más se repite a lo largo del documental alemán «La Herencia de Franco – Los niños robados de España», un filme que narra la historia de los bebés robados durante la dictadura franquista (1939-1975) y que acaba de estrenarse en Berlín.
Dirigido por la alemana Inga Bremer, recoge los testimonios de tres víctimas, Clara Alfonsa Reinoso, Alicia Rueda Jiménez y Enrique Vila Torres, quienes durante 70 minutos intentan descifrar sus orígenes, encontrar su identidad y señalar a los supuestos responsables.
Entre éstos, según el documental, hay monjas, enfermeras, médicos, abogados y jueces, todos ellos integrantes de una red dedicada al robo y la adopción ilegal de bebés, una práctica que se extendió hasta los 1990.
«El silencio de las instituciones implicadas fue lo más difícil durante la realización del filme. Traté muchas veces de hablar con ex monjas, curas, médicos… Pero perdí la cuenta de las veces que me dijeron que no», comenta la cineasta a dpa, quien supo de esta historia después de leer una noticia en 2011.
Según estimaciones de las asociaciones de víctimas en España, entre 1940 y la década de los 80 fueron arrebatados a sus padres y entregados a padres adoptivos a través de redes ilegales unos 300.000 niños. A los progenitores se les decía que los bebés habían muerto después del parto.
Clara Alfonso, de 43 años y una de las protagonistas, cuenta cómo, 27 años después de haber dado a luz un bebé que siempre creyó muerto, descubrió que en realidad tenía una hija y que ésta la estaba buscando.
«Para mí es como si aún mi hijo estuviera muerto, es difícil sacar eso de la mente», dice. Clara tenía 14 años cuando quedó embarazada y pasó a cargo de la asistencia social. «Un día me llevaron a la clínica porque me puse de parto. No. En realidad no me puse de parto, me dijeron que había llegado la hora».
Su último recuerdo es haber ingerido unas pastillas que supuestamente la tranquilizarían. Cuando despertó, las enfermeras del centro médico en Barcelona le presentaron el cadáver de un bebé. Más adelante se descubrió que era el mismo bebé muerto que mostraban a otras madres para hacerles creer que sus hijos habían fallecido.
La cinta también recoge la fotografía de un niño muerto, tapado con una manta y acostado en un congelador de una clínica de Madrid. La imagen fue tomada en 1982 por el fotoperiodista Germán Gallego, quien también contribuyó con su testimonio a destapar esta trama.
Alicia Rueda es otra de las víctimas. Ella se enteró de que fue robada cuando su padre adoptivo murió y halló entre los documentos personales que guardaba la correspondencia con sor Pura, una de las religiosas que habría dirigido esta trama a través del hogar social «Tu casa».
Según Enrique Vila, un abogado de las víctimas y que también fue dado en adopción, la monja entregaba a los bebés a familias que no podían tener hijos a cambio de dinero. La muerte sin castigo de la religiosa, hace más de 18 años, es otro ejemplo de la impunidad que caracterizó muchos de estos casos, explica Vila en la película.
Para Bremer, la dilación de los procesos judiciales es uno de los momentos más emotivos del filme. «Es una lucha que parece perdida, pero estas personas nunca dejarán de buscar a sus familias».
«No fueron adopciones, fueron robos», dice Vila mientras cuenta cómo en todos los casos hay un hecho repetitivo: las adopciones se tramitaron sin la autorización de las madres biológicas.
«Somos hijos sin raíces. Me encantaría saber la verdad, estar en paz, dejar de alimentar esta locura», dice Alicia, al tiempo que no pierde la esperanza de encontrar a su familia.
El estreno del documental tiene lugar poco después de que en febrero un tribunal de Madrid abriera juicio oral contra Eduardo Vela, ginecólogo de una clínica de la capital. Se trata del primer juicio en el país por el robo de un recién nacido.
Por Sara Ortiz