Para quienes siempre están con disculpas, en vez de reconocer que simplemente no quieren ser solidarios. Practicar la solidaridad es beneficioso para uno mismo, además de para el prójimo.
¿Realmente quiero ser solidario?
Es una pregunta que todos deberíamos hacernos. Aunque la respuesta para quienes no lo son, no es políticamente correcta. Porque si uno quiere practicar la solidaridad, puede hacerlo. Y no hay ninguna barrera que se lo impida. Salvo, claro está, él mismo. “Querer es poder”, reza un conocido dicho popular. Y para ser solidarios, no hace falta más que querer serlo. Si uno es generoso, piensa un poco en los demás y actúa con empatía, es fácil practicar la solidaridad.
Porque estoy convencido que quien no hace nada es sólo por un motivo: porque no quiere. Así de simple. Y para apoyar este argumento, me gustaría desmontar algunas de las excusas que he oído a personas, justificando su inacción en determinadas acciones solidarias.
Si no quieres practicar la solidaridad, al menos ten la valentía de decirlo
No hay excusa posible para no aportar algo a los demás. Sería más honesto, real y valiente que quien no practica la solidaridad diga claramente que no lo hace porque no le da la gana, y porque su egoísmo no se lo permite.
Aquí van algunas de las “perlas” que se escuchan por ahí, para evitar ser donantes, echarle unas monedas a un mendigo o colaborar con una ONG, por ejemplo.
No echo monedas a los mendigos porque están controlados por mafias. Y no quiero que mi dinero vaya a esos sinvergüenzas
Vale. El razonamiento puede tener validez, pero sólo en parte. A todos nos repugna que haya este tipo de explotación, y no queremos colaborar con ello. Pero si no echamos una moneda a esa persona, ¿acaso no le estamos castigando doblemente?. Pero la situación puede verse de otro modo: si le doy un euro al mendigo, quizá el explotador se quede con 80 céntimos, pero al menos esa persona tendrá 20 céntimos que, de otro modo no tendría.
Sin embargo hay una forma muy efectiva de que esos 80 céntimos no lleguen a manos de las redes de tráfico de mendigos: dándole algo de comer en vez de dinero, o ropa usada, o calzado. ¿Por qué no darle, al salir del supermercado una bolsa con alimentos?. No hay más poder que el querer hacerlo.
No doy dinero a ONG´s o Fundaciones de ayuda porque la mayoría “se queda por el camino”, o sirve para que otros se hagan ricos.
Cabe decir que es un argumento muy pobre. Porque, aparte de que estas organizaciones están reguladas, cuentan con trayectoria y prestigio suficientes para ser confiables. Y sus ayudas, proyectos y resultados podemos conocerlos. Ellos se preocupan de hacernos saber en qué se gastan el dinero que les damos.
¿Acaso Cruz Roja, Acción contra el hambre, la Fundación Sandra Ibarra de Solidaridad frente al Cáncer, o Médicos sin Fronteras (por poner algún ejemplo) no tienen suficiente prestigio y trayectoria para confiar en ellos?. ¿No merece la pena destinar 5 ó 10 euros mensuales a una causa de estas?. Tampoco es mucho, y seguro que gastamos eso y más en otras cosas que no son importantes (véase el tabaco o alcohol, por ejemplo).
No soy donante de sangre porque me pongo malísimo con las agujas.
Vale, yo también. Me mareo y lo paso fatal. Pero, ¿qué más da pasar un mal rato?.
Estamos hablando de 10 minutos o un cuarto de hora. Pienso que hacer eso un par de veces al año (tampoco se pide más), no es para morirse. Ojo, y esto es gratis. Lo puede hacer todo el mundo.
No tengo tiempo para cooperar con organizaciones benéficas.
Una forma suave de decir “no me apetece nada perder el tiempo en estas cosas”. Seguro que para ver el partido de fútbol que echan entre semana a las 8 de la tarde aparece el tiempo. De cualquier forma, en todos estos actos hay una “fila 0” para recibir donaciones sin falta de acudir al evento. Una vez más, querer es poder.
La solidaridad siempre tiene recompensa
Cuando uno está predispuesto a ser solidario, cuando sabe ver cómo sumar esfuerzos para hacer que las cosas cambien, cuando es consciente de que un pequeño gesto puede ser una gran ayuda, es capaz de sentir la enorme satisfacción que provoca la solidaridad.
Porque ser solidarios tiene también ese componente de satisfacción personal. El hecho de sentirse bien con uno mismo, comprobar que ha ayudado a cambiar las cosas, ver que ha sumado esfuerzos para hacer un mundo mejor, no tiene precio.
Y tú, ¿te animas a practicar la solidaridad?. ¿Nos ayudas a sumar?
Un artículo de José Ramón Fernández Baizán, del blog de ayudas para la búsqueda de empleo.