SINC – En medio siglo, la población mundial ha evolucionado en sus hábitos alimentarios. La globalización del consumo de azúcares refinados, grasas saturadas, aceite y alimentos como la carne ha generado la aparición y aumento de enfermedades cardiovasculares, y ha agravado el daño medioambiental producido por la alta producción alimentaria.
Un nuevo estudio liderado por David Tilman, ecólogo de la Universidad de Minnesota (EE UU), revela que un cambio de tendencia en el consumo actual y el seguimiento de una dieta más saludable –mediterránea, vegetariana o basada en el pescado–, podría no solo aumentar la esperanza y la calidad de vida, sino también reducir las emisiones de gas de efecto invernadero y preservar el hábitat de las especies en peligro de extinción.
“Cambiar la dieta puede aumentar nuestra esperanza de vida una década a la vez que se puede prevenir el masivo daño medioambiental”, explica Tilman.
Los resultados, publicados esta semana en Nature, sugieren que la modificación de las dietas podía reducir no solo la incidencia de la diabetes tipo II, las enfermedades coronarias y otras enfermedades crónicas, sino también las emisiones de gas de efecto invernadero en la agricultura global y la degradación del hábitat.
“Las emisiones globales de gas de efecto invernadero serían reducidas por una cantidad equivalente a las emisiones actuales de todos los coches, camiones, trenes, barcos y aviones. Además, este cambio en la dieta podría evitar la destrucción de bosques tropicales y sabanas de un tamaño equivalente a la mitad de los EE UU», añade.