En 2015, los televisores de Samsung comenzaron a equipar la tecnología de nanocristales o puntos cuánticos. En 2016, esta apuesta se hizo oficial y se impulsó toda la comunicación y el marketing de la división hacia esta tecnología, Quantum Dots fue la nueva omnipresencia. En 2017, el año comenzó con el CES de Las Vegas y Samsung haciendo una declaración de intenciones: se cargó la marca «SUHD» empleada hasta entonces y dio paso a QLED, la nueva generación de paneles, eso sí, continuistas respecto a la línea establecida con Quantum Dots.
QLED no es más que una nueva variante (y marca comercial) de una tecnología LCD, con las ventajas e inconvenientes que esta supone. Entre las primeras están los menores costes de producción, que en cuanto se comience a escalar permitirán llevar estas ventajas a televisores cada vez más económicos, la durabilidad, o los niveles de brillo exagerados que pueden alcanzar, que en este caso ya superan los 1.000 nits y en algunos casos incluso rozan los 2.000. No hace tanto, en la era previa al HDR, los televisores salían con 100, 200, 300 nits de brillo máximo. Entre los segundos, la imposibilidad de equipararse en profundidad de negro a los paneles OLED, así como una eficiencia energética mayor.
Las nuevas QLED, como hemos podido ver, mejoran por mucho a las de 2016, sobre todo en eficiencia energética y profundidad del negro
Ahora, con los nuevos televisores QLED, Samsung lleva lo mejor del OLED al LCD. Al menos sobre el papel. En la práctica, lo consigue, pero no del todo. No es ninguna sorpresa: hay fórmulas para superar limitaciones técnicas, hasta cierto punto. El OLED, como material orgánico, nunca podrá ser tan duradero como el LCD / QLED. Se estiman unas 30.000 horas de vida útil del primero frente a las 100.000 del segundo, entendiendo «vida útil» como tiempo transcurrido, averías aparte, hasta que el brillo del panel se reduce a la mitad.
Algo así ocurre con la profundidad del negro: hemos podido ver en directo la evolución de un panel de 2016 frente a uno de 2017, el negro es mucho mejor, pero el OLED sigue teniendo la ventaja que le da su propia naturaleza. En la parte menos visible pero igualmente importante, Samsung también ha comentado sus avances con la eficiencia energética, que gracias a la nueva generación de Quantum Dots le permite situarse a la zaga con las OLED.
Algo interesante de las QLED es su capacidad de adaptar la reproducción del color en función del brillo. Uno de sus lemas es que la imagen debería verse igual tanto de día como de noche. Hemos podido ver una demo en la que la luz artificial que rodea a la imagen iba aumentando y disminuyendo en intensidad, y ahí es donde se puede comprobar el enorme avance de QLED para mostrar los colores de la imagen de la forma más fiel posible. ¿Los agradecimientos? A los puntos cuánticos, a los Quantum Dots.
Existen ventajas frente al OLED, lo cual no significa que sea definitivamente mejor para todos los tipos de usuarios, con sus distintas prioridades. Ahora queda lo más difícil: conseguir que el usuario final perciba y comprenda esas ventajas. A día de hoy, hablar de Quantum Dots sigue siendo hablar de algo ininteligible para las masas, no hay una traducción clara y directa como sí la ha habido con OLED, con Plasma o con tubo de rayos catódicos. Llegados a este punto, a esta sublimación de la tecnología de la imagen, quizás deba ser la nueva prioridad de Samsung: encontrar la fórmula perfecta para comunicar su nuevo all-in en la misma medida en que irá bajando de precio y llegando a cada vez más gente. Sony aprieta por detrás con sus primeros pasos con el OLED.
Este comunicado fue publicado en hipertextual.com