Berlín, 18 ene (dpa) – En una hora y media quedó todo hablado. Los 15 altos cargos nazis, que se reunieron el 20 de enero de 1942 en una mansión en el barrio berlinés de Wannsee, disfrutaron de un coñac al terminar la reunión donde se pusieron de acuerdo en el asesinato de millones de personas en lo que se denominó como «La Solución Final a la cuestión judía».
Así lo relató en su juicio en Jerusalén el jefe de la «Sección de Asuntos Judíos» de la Gestapo Adolf Eichmann.
Los representantes de los Ministerios y del aparato de poder del nacionalsocialismo acudieron a invitación del comandante de las SS Reinhard Heydrich, jefe de la Oficina Central de Seguridad del Reich (RSHA, por sus siglas en alemán), a la reunión en el idílico paraje en el sureste de la capital.
Seis participantes en la reunión no sobrevivieron al final de la Segunda Guerra Mundial (1945). Cinco comparecieron ante la justicia, pero sólo en el proceso contra Eichmann la conferencia tuvo un papel importante.
Josef Bühler, que reemplazó en la conferencia al Gobierno de la Polonia ocupada, explicó ante el tribunal de crímenes de guerra en Núremberg, que se habló sobre un «traslado humanitario» de los judíos. El secretario de Estado de Interior Wilhelm Stuckart indicó incluso posteriormente que él no había participado en la reunión, aunque su nombre constaba en la lista de participantes.
Mentiras, encubrimientos, desmentidos, todo en un intento por salvarse a uno mismo. La mayoría de los participantes de la Conferencia de Wannsee, que sobrevivieron a la Segunda Guerra Mundial, minimizaron el significado del encuentro como el historiador Peter Longerich escribió en un libro sobre la Conferencia.
De hecho la conferencia parece en un primer vistazo un acto formal. Heydrich acudió a la reunión con un cheque en blanco del «Mariscal del Reich» Hermann Göring, la segunda persona más importante del régimen nazi por detrás de Adolf Hitler, para involucrar a ministerios y organismos importantes del partido.
Los participantes de la Conferencia aseguraron la plena cooperación de sus ministerios y organismos en vista de la deportación inminente de todos los judíos de Europa a los territorios conquistados del Este. De este modo, toda la cúpula dirigente del aparato gubernamental alemán se convirtió en cómplice y coautora de los crímenes, como Eichmann señaló posteriormente en Jerusalén.
Sin embargo, 75 años después, el encuentro y las actas de la Conferencia siguen siendo objeto de estudio de los historiadores. Eichmann envió 30 copias del documento de 15 páginas con el sello de «Asunto secreto del Reich» de las que sólo se conserva una. Estas actas son un documento clave del Holocausto y el encuentro es el símbolo de su ejecución burocrática a sangre fría.
Sigue siendo incuestionable que ya antes de ese momento cientos de miles de judíos habían sido asesinados sistemáticamente. Los grupos de intervención de las SS en el este de Europa ya habían matado a medio millón de personas y en los últimos meses de 1941 los encargados de los guetos polacos reaccionaron a la llegada de judíos alemanes con la matanza de judíos polacos «para hacer sitio».
A pesar de todo, las actas de la reunión siguen siendo únicas, como indica el historiador Longerich, ya que Adolf Hitler, el «Reichsführer» de las SS, Heinrich Himmler, y Heydrich hablaban del asunto casi sólo verbalmente, evitando cualquier información por escrito.
El documento de Wannsee muestra sin eufemismos rebuscadas el plan en su conjunto. En él queda patente, que junto con las SS, el Servicio de Seguridad y la Policía de Seguridad, también la Cancillería del Reich, el Ministerio de Justicia, de Interior y de Exteriores, así como los organismos de las zonas ocupadas y el Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán (NSDAP) participaron en la «Solución Final».
Se describe sin disimulo el camino hacia la muerte y se cifra meticulosamente el número de judíos europeos en 11 millones de personas. El continente debía ser «peinado del oeste al este» y los «judíos evacuados» llevados a «guetos de paso».
Todos aquellos capaces de trabajar debían destinarse a construir carreteras, «donde sin duda una gran parte de ellos caería de manera natural». Los supervivientes deberían «ser tratados de manera apropiada» para evitar posteriormente un «resurgimiento judío». «Eliminación a través del trabajo», indicaba la orden.
Heydrich presionó también para ampliar el círculo de víctimas. En numerosas páginas quedó indicado que quería que fueran tratados como judíos los conocidos como «medio judíos» de primer y segundo grado, más allá de la definición de «judío» descrita en las leyes de Núremberg en septiembre de 1935.
Pero, ¿tenían los funcionarios la autorización para tomar una decisión tan importante como ésta? Para Norbert Kampe, antiguo director del monumento conmemorativo «Casa de la Conferencia de Wannsee», está claro: Sin el consentimiento de los de arriba los burócratas de los diversos ministerios no podrían haber acordado un programa de este tipo. «La decisión se tomó anteriormente», comentó.
La Conferencia de Wannsee no señala ni el momento, ni el lugar de la decisión de asesinar a todos los judíos, una decisión que fue tomada mucho antes y oralmente por Hitler en conversaciones con sus más íntimos colaboradores. Se trató de una conferencia de organización una vez que la decisión fue tomada al más alto nivel.
Como consecuencia de esta conferencia, todo el aparato de Estado alemán se convirtió en cómplice pasivo y activo del genocidio de los judíos, de los que, alrededor de seis millones de personas serían sus victimas.
Por Esteban Engel