(dpa) – Todos los años la Navidad invade los escaparates y los hogares en muchos países del mundo, pero ¿qué es leyenda y qué realidad? Varios teólogos explican qué hay de verdad histórica y qué es adorno literario… y político.
25 DE DICIEMBRE: Qué día nació Jesucristo es algo que se desconoce. Y tampoco hay pleno acuerdo sobre en qué año fue. «Pero eso es un tema que no les interesaba a los autores bíblicos», señala el teólogo evangélico Konrad Hammann. En el siglo IV los cristianos decidieron fechar el nacimiento de forma muy provocadora en la fiesta en la que se celebraba al dios romano Sol Invictus (Sol Invencible). «Esto fue una decisión altamente política, porque de esa forma se expresaba la oposición al mundo romano y a su visión religiosa del mundo», asegura el teólogo católico Rainer Kampling.
SALVADOR DEL MUNDO: «Sucedió que por aquellos días salió un edicto de César Augusto ordenando que se empadronase todo el mundo», dice el primer versículo sobre la historia del nacimiento el Evangelio según San Lucas. El emperador romano Augusto se presentaba en las inscripciones como el «Salvador del Mundo», «como si fuese una campaña política actual», señala el teólogo católico Martin Ebner. «Esta frase propagandística se adopta ahora para Jesús» y Augusto pasa a ser solamente alguien que registra a la gente para que paguen impuestos. Y pagar impuestos era tan impopular entonces como ahora.
BELÉN: Muchos teólogos creen que Jesús nació en Nazareth y no en Belén, ciudad elegida en los Evangelios de Lucas y Mateo porque allí había nacido antes el gran rey israelí David. «Los evangelistas tomaban esas imágenes cargadas de forma positiva y las proyectaban sobre sus héroes, sobre Jesús», asegura Ebner.
EL PESEBRE: En el Evangelio según San Lucas se relata que María y José no encontraron refugio en la posada y que por eso colocaron al bebé en un pesebre. De ello se deduce que Jesús nació en un establo. «En aquel tiempo había aún leones y osos en Israel, así que no se podía dormir afuera», explica Kampling. No hay textos más antiguos que permitan descubrir el origen histórico de este hecho.
LOS PASTORES: En las misas navideñas se suele recordar que los primeros en acercarse a Jesús fueron los más pobres, los pastores. «Pero en aquella época los pastores no eran pobres, tenían muchos animales», señala Hammann. El sentido originario era probablemente otro: los pastores estaban protegiendo a sus ovejas de los ladrones y los animales salvajes, pero cuando reciben la noticia de los ángeles sobre el nacimiento, abandonan todo y van a ver a Jesús. «Para el público de aquella época este era un mensaje conocido», explica Ebner. «Significaba que había llegado la Edad Dorada de la Paz». Y también esta es una frase que procede del emperador Augusto, que se atribuía a sí mismo esas cualidades.
BUEY Y BURRO: No se los menciona en los Evangelios, sino en la literatura paralela contemporánea a la Biblia, en los llamados libros apócrifos, y se refieren a historias relatadas en el Antiguo Testamento.
LA ESTRELLA DE BELÉN: Muchos científicos que no son teólogos creen que la estrella realmente existió. Consideran que se trató de una conjunción, es decir un estrecho acercamiento entre los planetas Saturno y Júpiter. Los teólogos lo ven más bien como un símbolo literario que se refiere a una historia del Antiguo Testamento en la que se predice una nueva estrella para Israel, un futuro rey. Los judíos practicantes probablemente establecen esta conexión de inmediato.
EN RESUMEN: Las tradición navideña no está basada en su mayor parte en hechos históricos pero ¿es por eso menos cierta? «Una leyenda, como un cuento, puede contener profunda verdad, mucho más que fríos hechos históricos», subraya Hammann. Y tiene que ser una historia muy buena para haber sobrevivido sin perder su encanto durante más de 2.000 años. El mensaje de los Evangelios es muy claro: «El auténtico rey del mundo es Jesús. El poder está ahora en las manos adecuadas», subraya Ebner. «Los cristianos lo creyeron con tanta intensidad que muchos de ellos estuvieron dispuestos a morir por ello».
Por Christoph Driessen