Berlín/Chicago, 23 nov (dpa) – Jürgen Klinsmann fue el padre de la exitosa transformación del fútbol alemán, pero su revolución en tierras estadounidenses quedó trunca después de cinco años en los que no logró imprimir su sello al equipo norteamericano.
Cuando el ex delantero alemán se hizo cargo de la selección de Estados Unidos en julio de 2011, el presidente de la US Soccer, Sunil Gulati, anunció el «inicio de una nueva era».
La combinación parecía ideal: un entrenador con acreditada experiencia y un país dispuesto a darle tiempo de trabajo para dar el gran salto que desde hace tiempo insinúa y nunca llega a concretar del todo.
Sin embargo, el mal inicio de Estados Unidos en el hexagonal final de la Concacaf (Confederación de Norte, Centroamérica y el Caribe de Fútbol) rumbo al Mundial de Rusia 2018 precipitó el lunes un despido que se fue gestando con los malos resultados de los últimos tiempos.
Tras llegar a los octavos de final en Brasil 2014, Estados Unidos está afrontando una difícil clasificación mundialista. Le costó ingresar al hexagonal y en la fase decisiva comenzó con mal pie: primero cayó como local 2-1 ante México y luego sufrió una dolorosa goleada 4-0 ante Costa Rica.
Previamente, el equipo se había despedido en semifinales de la Copa de Oro que organizó en 2015 con una inesperada derrota ante Jamaica. En la Copa América Centenario disputada en 2016 también en casa se metió en semis, aunque la goleada 4-0 sufrida ante Argentina terminó empañando la actuación.
Pero no sólo los resultados, sino también el juego del equipo conducido por Klinsmann evidenció los límites del cambio impulsado por el campeón mundial de 1990.
«Un equipo sin identidad», evaluó el martes el diario «Chicago Tribune», que criticó la decisión del entrenador de utilizar a jugadores fuera de sus posiciones habituales. «Los Angeles Times» consideró que la propuesta de Klinsmann había perdido ya credibilidad, mientras que el «New York Times» habló incluso de deficiencias tácticas y obstinación por parte del alemán.
Un escenario muy diferente al del verano de 2011, cuando Klinsmann sucedió a Bob Bradley. El alemán, residente desde hace 18 años en California, asumió con entusiasmo el cargo, para el cual obtuvo grandes libertades de parte de la federación. Y los primeros resultados parecían darle la razón: además de los octavos del Mundial, el equipo logró un año antes el título en la Copa de Oro.
Pero en los últimos tiempos, casi todos fueron dolores de cabeza para el ex campeón mundial con Alemania. Su sistema táctico, incomprendido por los jugadores, provocó las recientes críticas públicas de un referente como Michael Bradley, que pidió una «hoja de ruta más clara».
Hasta último momento, el entrenador alemán confió en revertir la situación. «No tengo miedo (de ser despedido)», dijo al «New York Times» poco antes de ser eyectado de su cargo. Pero los directivos ya habían dejado de creer en él.
«Queremos agradecer a Jürgen por su arduo trabajo y su compromiso durante estos últimos cinco años, en los que hubo logros considerables en el camino», señaló Gulati en el comunicado que brindó la US Soccer.
El presidente de la federación apostará ahora por el regreso a las fuentes, ya que anunció el retorno de Bruce Arena, quien ya condujo a la selección entre 1999 y 2006, consiguió la mejor actuación histórica con el acceso a los cuartos de final en el Mundial 2002 y actualmente dirigía a Los Angeles Galaxy.
La fría estadística indica que bajo el mandato de Klinsmann, Estados Unidos jugó 98 partidos, con 55 triunfos, 27 empates y 16 derrotas. Pero la sensación que deja su paso por la selección es que la revolución anunciada quedó a mitad de camino.
Por Michel Winde