Toronto, 28 oct (dpa) – «Lo que hay que saber sobre cine se aprende solo, en una semana», asegura Werner Herzog, quien con más de 50 películas en su haber, entre ficciones y documentales, estrena hoy en todo el mundo «Into the Inferno», una producción para el canal Netflix en la que el intrépido cineasta alemán busca dilucidar la fuerza no sólo natural, sino también espiritual de los volcanes.
Fiel a su estilo trotamundos, en «Into the Inferno» Herzog emprendió la travesía de la mano del vulcanólogo británico Clive Oppenheimer – a quien había conocido años atrás en la Antártida durante el rodaje de «Encounters at the End of The World»-, con quien visita una serie de volcanes, desde el Monte Merapi en Indonesia hasta el misterioso Paektu en la aisladísima Corea del Norte. En entrevista con dpa y otros medios, el director de «Fitzcarraldo» habló de su escuela de cine, de literatura, su fama de temerario y la búsqueda de la verdad.
dpa: ¿Qué respuestas busca en sus documentales?
Herzog: A veces sé antes de empezar una película que nadie va a poder contestar a mis preguntas. En «Lo and Behold», mi documental sobre Internet, me basé en una idea del teórico de la época napoleónica Carl von Klausewitz, que dijo: «La guerra a veces se sueña a sí misma». Yo llevé ese concepto a otro nivel preguntando: «¿Internet se sueña a sí misma?». Por supuesto que sabía que nadie puede contestar eso pero es una mirada profunda sobre lo que puede hacer Internet. ¿Creará su propia conciencia? Nadie lo sabe. Mientras estamos sentados aquí ni siquiera sabemos qué es lo que ya hace. Trato de hacer preguntas que nadie haya hecho antes. A veces es mejor hacer una pregunta realmente importante, no importa si no obtienes una respuesta.
dpa: ¿Encontró un significado en los volcanes?
Herzog: Hay que ser cuidadoso porque a veces cuando ves lo que filmaste descubres que no hay ningún significado profundo en una monumental explosión de lava. Es lo que es y no le pidas ningún significado.
dpa: Usted filma en condiciones muy peligrosas. ¿Qué recaudos toma?
Herzog: Es una cuestión de sentido común y de seguir protocolos. Hay rumores que puedes leer en Internet o en otros medios que dicen que soy un temerario descerebrado que se mete enceguecido en cualquier tipo de riesgo y arrastra a otros consigo. No es verdad. Soy la única persona clínicamente sana que conozco en toda la producción cinematográfica (…) Por supuesto «La Soufriere» (corto que Herzog filmó a mediados de los 70 en la isla Guadalupe, que había sido completamente evacuada por la erupción inminente de su volcán) fue peligroso, una lotería. Le pregunté a los dos camarógrafos si querían venir conmigo y les dije que tenían que tomar la decisión por sí mismos. Si no, yo me llevaba sus cámaras y listo. Pero ellos dijeron que si yo iba, ellos venían conmigo. Pero fue un caso excepcional. Normalmente no pongo a nadie más en riesgo. Durante diez años fui acusado de ser imprudente, un director de cine que por una maldita película empuja a otras personas a su muerte. Eso generó una avalancha de acusaciones locas y tengo que vivir con eso.
dpa: ¿Qué patrón sigue su curiosidad?
Herzog: No planifiqué mi carrera. Hago lo que viene con mayor vehemencia hacia mí. Hay una metáfora que suelo usar: (los proyectos) son como ladrones que entran en el medio de la noche, si hay uno que viene hacia vos con un hacha o un machete en la mano ése es el primero con el que vas a tener que lidiar. Es una cuestión de vehemencia. Sigo esa urgencia.
dpa: ¿Cómo es su experiencia como maestro en la Rogue Film School?
Herzog: Es una respuesta a una enorme y creciente avalancha de jóvenes que quieren aprender de mí o ser mis asistentes. Quise darles una respuesta organizada y por eso hago el Rogue Film School, que no tiene una fecha precisa. Voy decidiendo cuándo hacerlo, en general una vez al año. Elijo un lugar, que podría ser una cantera abandonada en el desierto del Mojave y estaría bien. Pero normalmente la hago en hoteles de aeropuertos. Suele ser una experiencia que les cambia la vida a los que lo hacen porque se trata también sobre un estilo de vida, tiene que ver con la confianza en sí mismos, con algo casi de guerrilla.
dpa: ¿Qué se puede enseñar sobre cine?
Herzog: Lo que hay que saber de cine se aprende solo, en una semana. Es la forma en la que yo lo hice, con una enciclopedia. En esa época se usaban cámaras con fílmico así que de alguna manera descubrí cómo funciona una cámara. Si entiendes el principio de una cámara mecánica te puedes dar cuenta tú solo cómo hacer varias cosas: la cámara lenta, las elipsis temporales, la corrección de color. El resto de lo que tienes que saber tampoco te lo van a enseñar en una escuela. Si te vas a pie desde Boston hasta Ciudad de Guatemala probablemente te lleve unos ocho meses, pero valdrá mucho más la pena que pasar ocho años en una escuela de cine.
dpa: ¿Qué aprendió caminando por Europa de joven?
Herzog: El mundo se revela y se presenta a sí mismo en una profundidad que no podrías encontrar de otra manera. Y, por supuesto, hay que leer. Siempre me preguntan: «¿Libros sobre cine?». ¡No! Hay que leer poesía; la Edda poética (poemas nórdicos antiguos), Virgilio, los antiguos romanos, los cuentos de Hemingway. El informe de la comisión Warren sobre el asesinato de Kennedy, «The Peregrine», un libro no muy conocido de un escritor inglés, llamado J.A. Baker, publicado en 1967. Es sobre la observación de los halcones peregrinos y tiene un uso del lenguaje de un calibre que no se había visto desde los cuentos de Joseph Conrad. Y tiene una intensidad y una pasión por observar a esas aves que es a lo que uno debería aspirar cuando está haciendo una película.
dpa: ¿Cómo elige la música para sus películas?
Herzog: Me es muy fácil. Trabajé con mucha intensidad con la música en mis películas. Casi nadie más en mi profesión sabe realmente cómo manejarla. Soy uno de los pocos verdaderamente buenos. Lo digo sin orgullo; basta con que miren cualquiera de mis películas.
dpa: ¿Se puede llegar a la verdad con los documentales?
Herzog: Esa es una pregunta muy intensa y difícil porque, antes que nada, no sabemos en realidad qué es la verdad. Los únicos que parecen tener una respuesta son aquellas personas que son profundamente religiosas. Ni los filósofos ni los matemáticos te lo pueden decir. Lo que intento llegar es a un nivel más profundo. Los datos per se no constituyen necesariamente la verdad; los hechos tienen un poder normativo, pero la verdad te ilumina. Intento mirar en niveles más profundos, que tienen que ver con la invención y la estilización. Lo que quiero es llevarte a un nivel extraño y profundo y que de pronto entiendas algo. Es un momento de iluminación. Eso es lo que busco. Cuando la gente se ríe en alguna parte de mis películas es porque reconoció algo que está por debajo de la superficie. Pasa con la poesía y a veces con el cine, aunque menos.
Por Astrid Riehn