Braunau am Inn (Austria), 18 oct (dpa) – El objetivo es claro: que la casa en la que nació Hitler, en el pueblo austriaco de Braunau am Inn, no se convierta en lugar de peregrinación para los neonazis. Pero después de que una comisión de expertos presentara su informe definitivo, parece que conseguirlo es más difícil de lo esperado.
El ministro del Interior austriaco, Wolfgang Sobotka, anunció en la noche del lunes la demolición del edificio y la construcción de uno nuevo basándose en la decisión de los 13 historiadores, juristas, administradores y políticos de la comisión. Pero el anuncio alarmó a los expertos, pues una demolición constituiría «una negación de la historia nazi en Austria», como explicó el historiador Oliver Rathkolb en nombre de la comisión. La pregunta ahora es: ¿qué hacer?
En el informe, la comisión argumentaba por qué no está de acuerdo en dejar un hueco vacío en el lugar del edificio. Así que la variante «demolición pura» fue descartada de forma unánime, explicó hoy Rathkolb. También se desechó otra opción muy discutida en los últimos años, que consistía en crear un museo, porque los neonazis lo considerarían más bien una atracción a pesar de que sus fines fueran puramente didácticos.
«El simbolismo y el aura de su lugar de nacimiento sirven a modo de de identificación con la ideología nazionalsocialista y la persona de Hitler», advierten los expertos. Últimamente llegaron numerosos autobuses de turistas, por ejemplo de Hungría, que se fotografiaban delante de la casa.
Así, finalmente se recomendó como solución óptima una «profunda remodelación arquitectónica» que deje el edificio irreconocible y elimine la carga simbólica. «El nuevo edificio podría albergar un centro financiero o una fundación caritativa», dijo Rathkolb.
Pero que debía haber sido el punto final de un debate vigente durante años, resultó ser una provocación debido a la palabra «demolición» utilizada por el ministro. Sobotka dejó hoy la puerta abierta a todas las posibilidades: «Ya se verá cómo lo hacemos, si con una reforma, con una nueva fachada o con una demolición completa», dijo en la radio ORF. Aunque la comisión prefiere ser más específica: «Entre una remodelación arquitectónica y una demolición completa hay un mundo», dijo Rathkolb.
El proceso a seguir ahora está claro, a pesar de que aún no se hayan determinado los detalles. La comisión interna del Parlamento pretendía iniciar hoy la expropiación del terreno, algo que el Gobierno ya había decidido en verano. Una vez terminado el proceso parlamentario, la expropiación entraría en vigor a finales de año. Entonces se pagaría a la dueña una indemnización para acabar con la larga disputa y con un concurso de arquitectos se decidiría finalmente qué hacer y bajo qué condiciones.
El debate sobre el uso del centenario edificio, protegido por la declaración de patrimonio histórico, en este municipio de 16.000 ciudadanos situado en la frontera con Alemania se inició ya en 2011. La dueña se negó a remodelarlo y el Estado le transfiere desde entonces 300.000 euros (unos 330.000 dólares) como alquiler por el edificio vacío. La posición del alcalde, Johannes Waidbacher, fue siempre la misma: «Queremos un manejo históricamente correcto de la casa de Hitler». Ahora son los arquitectos los que tienen la palabra.
Por Matthias Röder