Berlín, 2 jun (dpa) – Clérigos, políticos, artistas… Las autoridades turcas en Constantinopla, antigua Estambul, arrestaron en abril de 1915 a cientos de líderes armenios. Así comenzó la expulsión y el exterminio sistemático de la comunidad en el Imperio otomano.
El proceso acabó con la vida de hasta 1,5 millones de armenios en 1915 y 1916, según las estimaciones. Turquía, sucesora del imperio, considera que la cifra fue considerablemente menor y, aunque lamenta lo ocurrido, rechaza calificarlo de «genocidio».
Armenia se convirtió ya en el año 301 en el primer país que decretó el Cristianismo como religión de Estado. Cuando comenzó la Primera Guerra Mundial en 1914, vivían en el Imperio otomano entre dos y 2,5 millones de armenios.
El imperio, rival de la Rusia también cristiana, sospechó de la lealtad de su población armenia y acusó a la minoría cristiana de pactar con el enemigo a espaldas de las autoridades otomanas.
Del otro lado, británicos y rusos fomentaron el nacionalismo armenio con la esperanza de debilitar al Imperio otomano, aliado de Alemania en la contienda. Diversos levantamientos armenios fueron brutalmente reprimidos.
Pese al rechazo de Turquía, una veintena de Gobiernos, incluyendo los de Francia, Italia y Rusia, designaron la masacre oficialmente como «genocidio». El año pasado, el papa Francisco calificó lo ocurrido a los armenios como «el primer genocidio del siglo XX».
La resolución aprobada hoy por amplia mayoría en el Parlamento alemán incluye también esa palabra.
El papel histórico de Alemania en lo ocurrido podría ir más allá de la simple alianza con el Imperio otomano en la guerra. Según un libro del periodista Jürgen Gottschlich, varios documentos prueban que el Ejército y los diplomáticos alemanes no sólo supieron ya en su día de la masacre, sino que también dieron su aprobación.