Berlín, 21 ene (dpa) – El artista alemán Joseph Beuys, conocido por su uso de la grasa y el fieltro como materiales de creación, sigue fascinando cuando se cumplen treinta años de su muerte, el 23 de enero de 1986.
Su avión fue derribado sobre la península de Crimea durante la II Guerra Mundial, en la que pilotó bombarderos en el ejército de Adolf Hitler. Lo rescató una tribu tártara, que para salvarlo del frío lo envolvió en telas y en grasa.
El uso que hizo Beuys de aquellos mismos materiales sigue presente hoy en la Academia de las Artes de Düsseldorf, donde estudiaron grandes nombres de la creación contemporánea como Gerhard Richter o Sigmar Polke. Restos grasientos se perciben en una esquina de la Academia, protegidos por un cristal para su exposición permanente.
Es el lugar donde colgaba la famosa «Esquina de grasa» de Beuys, que distinguió una pared de su viejo estudio desde 1982 hasta su muerte en 1986. Unos meses después, el personal mantenimiento de la Academia «limpió» aquella obra, que tomó por desperdicios. La desaparición de la grasa causó un notable escándalo en todo el mundo.
La pieza, suspendida en la pared, «era casi arquitectura gótica», dijo Johannes Stüttgen, alumno y amigo de Beuys sobre aquella escultura cónica de mantequilla rancia. Stüettgen era el heredero de la escultura y percibió, como legado, los alrededor de dos kilos de restos que habían quedado.
Después los donaría a otros artistas, más jóvenes, que los usaron para destilar un licor. A la viuda de Beuys no le gustó la idea, pero es posible que a él le hubiera encantado. Siempre abogó por la apertura total del arte.
«No hubo otro artista como él, dijo Bettina Paust, que dirige el museo Moyland, donde se guarda la mayor colección de Beuys del mundo. Para Paust, «Beuys revolucionó el arte».
A menudo fue excéntrico y absurdo. Su trabajo resultaba a muchos difícil de entender, pero sus obras alcanzan altísimos precios en los mercados internacionales de arte y ocupan puestos privilegiados en grandes museos mundiales.
Catedrático de la Academia de Düsseldorf, seguidor de la antroposofía y fundador del partido izquierdista Los Verdes, Joseph Beuys se vio ya en vida envuelto por un mito que no se ha disipado. Su pervivencia puede comprobarse en Internet con el hashtag #beuysheute, que están usando estos días de aniversario algunos de los expertos, admiradores o aficionados a sus obra.
Su nombre no se estableció en el mercado de arte internacional hasta que había cumplido más de 40 años. Se hizo famoso por su comportamiento público y por sus imaginativas performances. Por ejemplo, aquella en la que explicaba una galería de arte a una liebre muerta.
Para Paust, esto lo convierte en un artista difícil de exhibir en los museos.
«Por un lado, él quería hacer una obra de alcance universal, pero por otro, todo giraba alrededor de su personalidad», dijo Paust. Aunque perviven numerosas instalaciones e ilustraciones suyas en el mundo, «en realidad, la obra de arte era él mismo».
La grasa que pringaba las paredes de la Academia de Düsseldorf desapareció hace años, pero el mito que rodea a un artista rompedor sigue presente en las escuelas y en los círculos artísticos de todo el mundo.
Para Thimo Franke, que estudia en la misma academia donde trabajó, Beuys «es al arte contemporáneo lo que Little Richard fue al Rock and Roll». Aunque no lo escuches todos los días, «es el padre de todo».
Por Dorothea Hülsmeier