Berlín, 20 nov (dpa) – El 22 de noviembre de 2005 casi ningún político cristianodemócrata (CDU) hubiera podido imaginarse que quien fue la pupila del ex canciller Helmut Kohl cumpliría diez años en el poder como la mujer más poderosa del mundo. Ahora, la crisis de los refugiados amenaza con agrietar su torre de marfil.
Diez años pasan rápido. El gobierno de Angela Dorothea Merkel, que relevó al canciller socialdemócrata Gerhard Schröder de su puesto, tiene a sus espaldas muchos momentos exitosos, pero también muchas crisis, como la económica y financiera, de la que consiguió salir fortalecida a diferencia de sus homólogos europeos.
«La imagen central de Merkel para los alemanes es la de una política capaz de gestionar crisis», comenta Oskar Niedermayer, analista político en la Universidad Libre de Berlín.
Pasó de ser la primera mujer al frente de la mayor economía de Europa y la primera crecida en la República Democrática Alemana (RDA) a la segunda persona más poderosa del mundo, según la revista «Forbes» -por detrás del presidente ruso, Vladimir Putin, y por delante del estadounidense, Barack Obama- y «europea irremplazable», como la denominó recientemente «The Economist».
Con un marcado estilo de liderazgo, Merkel se hizo famosa no sólo por su forma de colocar sus manos en forma de rombo y sus chaquetas de mismo corte en todas las tonalidades posibles, sino por su capacidad de análisis y pragmatismo.
«Angela Merkel es la irrupción de las ciencias naturales en la política», definió la revista «Stern» en un famoso artículo que apodaba a la canciller «La física del poder» por su capacidad para calcular con rigor científico la intensidad y la velocidad de los acontecimientos.
Sin embargo, sus diez años en el poder son también una historia de dimisiones y cambios calculados de socios de gobierno: de Socialdemócratas (SPD) a Liberales (FDP) y vuelta al SPD tras las últimas elecciones en 2013.
Dos presidentes federales de Alemania dimitieron (Horst Köhler y Christian Wulff) y casi una docena de ministros dejaron sus puestos antes de tiempo en los tres mandatos de la canciller. Algunos, sin embargo, por razones de salud o privadas.
Su sombra es tan alargada que apenas se nombran posibles candidatos para sucederla. Ursula von der Leyen, ministra de Defensa, junto a Wolfgang Schäuble, en Finanzas, son dos de los nombres que más suenan.
Pero, ¿puede ser que dimita o que sea derrocada? ¿La jefa de Gobierno con más antigüedad en su cargo en la Unión Europea (UE), la única reelegida a pesar de la crisis del euro? Es algo difícil de imaginar.
Merkel, que se niega a aclarar si se presentará a un nuevo mandato, logró colocar a la CDU en el centro de la sociedad con medidas como el fin de la energía nuclear, el fin del servicio militar obligatorio y construyendo una imagen moderna de familia.
Hasta ahora las crisis no habían conseguido hacer mella en su reinado, pero la gran afluencia de refugiados amenaza con abrir las primeras grietas.
La mandataria de 61 años lleva tiempo siendo objeto de críticas de su socio hermanado del sur, la Unión Cristianosocial (CSU). Y cada vez más miembros de su partido le reclaman que se ponga un límite a la entrada de refugiados, que este año pueden superar el millón.
La multiculturalidad da miedo en Alemania. Y la violencia de la milicia terrorista Estado Islámico (EI) que sacudió Francia hace una semana, aún más. Merkel lucha incansable para que no se mezclen los dos asuntos. Sin embargo, existe el temor de que parte del electorado empiece a creer que entre los refugiados se infiltran terroristas.
Una mayoría de los alemanes (52 por ciento) está descontenta con el manejo de la crisis de los refugiados, incluso antes de los ataques en París, de acuerdo con el sondeo semanal publicado por la cadena de televisión pública alemana ZDF.
«Está realmente en problemas», explica Heribert Dieter, analista del Instituto Alemán de Seguridad y Asuntos Internacionales. «Tendrá que trabajar duro para recuperar la posición que tenía en Europa (antes de la crisis de refugiados)», agrega.
Para la politóloga Sabine von Oppeln, de la Universidad Libre de Berlín, la crisis de los refugiados marcará la legislatura de Merkel y deberá mantenerse firme en su cargo.
«Si la señora Merkel no quiere ser vista como una perdedora en la historia del país, no puede dimitir, sino que deberá imponerse. Y aunque la Unión (CDU/CSU) no esté de acuerdo, no puede acabar con ella. ¿Quién sería la alternativa?», indica.
¿Puede ser éste el final de una carrera que suena a cuento de hadas? Hija de un pastor de la RDA, física que gira hacia los demócratascristianos, viceportavoz del primer y al mismo tiempo último gobierno elegido libremente en la RDA, poco después ministra de Mujeres, después de Medio Ambiente hasta convertirse en secretaria general de la CDU y finalmente en su máximo líder y canciller de Alemania.
A lo largo de su carrera le han acompañado un sin fin de calificativos, muchos de ellos opuestos: perseverante, divertida, carente de emociones, inflexible, fría a la hora de eliminar rivales, paciente, educada, dura, reservada, impaciente, nada pretenciosa, austera e incorruptible.
Mientras, en el extranjero no dudaron en dedicarle palabras como «peligrosa» y «Terminator» por su mano dura en política financiera, por lo menos hasta que su decisión de abrir las fronteras alemanas a los refugiados le dio un nuevo rumbo a su imagen. Un giro que llevó a la revista «Der Spiegel» a compararla con la madre Teresa de Calcuta en una portada de hace unos meses.
Ahora habrá que esperar para ver si la gestión del considerado como el mayor reto desde la reunificación alemana consigue catapultarla una vez más, o como ya adelantan algunos analistas, supondrá el fin de una era.
Por Almudena de Cabo (dpa)