En apenas una década, las redes sociales han pasado de ser una curiosidad tecnológica a convertirse en una extensión de la vida cotidiana. Especialmente entre los jóvenes, plataformas como Instagram, TikTok o Snapchat no solo son canales de comunicación, sino también espacios donde se construye la identidad y se mide, en parte, la autoestima.

Una ventana al mundo… y al espejo
Para muchos adolescentes, las redes funcionan como un escaparate donde mostrar su día a día, sus logros o sus aficiones. Al mismo tiempo, es un espejo donde se comparan con otros. Las fotos editadas, los filtros y la constante exposición a estilos de vida aparentemente perfectos pueden generar una sensación de insuficiencia.
Expertos en psicología advierten de que este fenómeno, conocido como comparación social, está ligado al aumento de la ansiedad y de la baja autoestima. No se trata solo de la cantidad de “me gusta” recibidos, sino de cómo cada usuario interpreta ese reconocimiento o la falta de él.
Lo positivo también cuenta
No todo es negativo. Las redes sociales permiten a los jóvenes encontrar comunidades con intereses comunes, desarrollar creatividad y sentirse acompañados. Un adolescente apasionado por la música, por ejemplo, puede compartir sus composiciones con personas de todo el mundo y recibir comentarios que le impulsen a mejorar.
El reto está en equilibrar esa experiencia: aprovechar lo que las redes ofrecen sin caer en la trampa de medir el propio valor únicamente a través de ellas.
La importancia de la educación digital
El papel de las familias y de la escuela es clave. Hablar abiertamente sobre la diferencia entre lo que se muestra en internet y la realidad es un primer paso. Muchos jóvenes reconocen que ellos mismos retocan sus fotos o seleccionan solo los momentos más felices para publicar, pero al mirar el perfil de otros olvidan esa estrategia y creen estar ante una vida perfecta.
La educación digital no consiste en prohibir, sino en enseñar a usar con criterio. Saber reconocer noticias falsas, gestionar la privacidad y, sobre todo, mantener una autoestima basada en logros reales son competencias tan importantes como aprender matemáticas o historia.
Una mirada de futuro
Las redes sociales seguirán evolucionando. Quizás mañana sea otra plataforma la que concentre la atención juvenil, pero los retos serán similares. Por eso, más allá de criticar las modas tecnológicas, la sociedad debe apostar por un enfoque que combine libertad y responsabilidad.
La autoestima de los jóvenes no puede depender de un número en la pantalla. Lo que realmente importa está fuera del móvil: en sus relaciones reales, en su capacidad de superación y en el valor de ser ellos mismos sin filtros.