El norte de Europa es noticia en el mundo por su liderazgo en la transición energética. Países como Noruega, Dinamarca o Suecia se han convertido en referentes internacionales al reducir su dependencia de los combustibles fósiles y apostar por energías renovables. Esta tendencia internacional marca el camino hacia un futuro más sostenible que afecta tanto a la economía como a la política global.

Noruega, por ejemplo, ha logrado que más del 90 % de su electricidad provenga de fuentes hidroeléctricas, mientras que Dinamarca lidera en energía eólica marina. Suecia, por su parte, ha combinado inversiones en renovables con programas de eficiencia energética que la sitúan entre los países más sostenibles del planeta. En comparación, regiones del sur de Europa, como España, todavía trabajan para alcanzar esos niveles, aunque los avances en energía solar y parques eólicos son cada vez más notorios.
Lecciones para el mundo
El modelo del norte de Europa demuestra que la transición energética no solo es posible, sino rentable. La creación de empleo verde, la innovación tecnológica y la atracción de inversiones son resultados directos de estas políticas. Los expertos señalan que la clave está en combinar visión política a largo plazo con compromiso social y empresarial.
Retos globales
No obstante, el camino no está libre de desafíos. El coste inicial de las infraestructuras, la necesidad de almacenamiento energético eficiente y la dependencia de materiales estratégicos, como el litio o el cobalto, son barreras que deben superarse. Además, la transición energética no avanza al mismo ritmo en todo el planeta, lo que genera desigualdades entre países desarrollados y en vías de desarrollo.
Impacto en España
En España, la transición energética se centra en la energía solar y la eólica. El país cuenta con un enorme potencial gracias a su clima y geografía, aunque aún depende en parte de los combustibles fósiles. Tomar como referencia el modelo del norte de Europa puede ayudar a acelerar los cambios, garantizando una transición más justa y sostenible.
A nadie se le escapa que el norte de Europa se ha convertido en un modelo a seguir en la lucha contra el cambio climático. La transición energética ya no es una opción, sino una necesidad urgente. Los países que sepan adaptarse a esta tendencia internacional no solo protegerán el medio ambiente, sino que también asegurarán competitividad económica en el siglo XXI.