Un equipo de investigadores ha descubierto que el océano Antártico se está volviendo más salado en su superficie, lo que incrementa su deshielo.

Así lo explican en un estudio publicado este lunes en la revista ‘Proceedings of the National Academy of Sciences’ y firmado por autores de Alemania, España, Estados Unidos, Italia, Reino Unido y Suecia.
Entre los firmantes están Estrella Olmedo, Verónica González y Antonio Turiel, del Instituto de Ciencias del Mar, perteneciente al Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), y Rafael Catany, de Albavalor.
Desde 2015, la Antártida ha perdido una cantidad de hielo marino equivalente al tamaño de Groenlandia, el mayor cambio ambiental observado en la Tierra en las últimas décadas. El Antártico también se está volviendo más salado, y este cambio inesperado está agravando el problema.
Durante décadas, la superficie del océano Antártico se enfrió y se volvió menos salada, lo que favoreció el crecimiento del hielo marino. Ahora, los científicos afirman que esa tendencia se ha revertido drásticamente.
Utilizando datos satelitales europeos, la investigación, dirigida por la Universidad de Southampton (Reino Unido), ha descubierto un aumento repentino de la salinidad de la superficie al sur de los grados 50 de latitud.
Esto ha coincidido con una dramática pérdida de hielo marino alrededor de la Antártida y el resurgimiento de la polinia Maud Rise en el mar de Weddell, un enorme agujero en el hielo marino de casi cuatro veces el tamaño de Gales, que no había ocurrido desde la década de 1970.
“El agua superficial más salada facilita el ascenso del calor en las profundidades oceánicas, derritiendo el hielo marino desde abajo. Es un peligroso círculo vicioso: menos hielo genera más calor, lo que a su vez genera aún menos hielo”, explica Alessandro Silvano, de la Universidad de Southampton.
POLINIA U OCÉANO ABIERTO
El regreso de la polinia en la elevación Maud indica lo inusuales que son las condiciones actuales. Si este estado salado y con poco hielo continúa, podría transformar permanentemente el Antártico y, con él, el planeta.
Los efectos ya son globales: tormentas más intensas, océanos más cálidos y la reducción de los hábitats para los pingüinos y otros animales emblemáticos de la Antártida.
En estas aguas polares, el agua superficial fría y dulce se superpone a las aguas más cálidas y saladas de las profundidades. En invierno, a medida que la superficie se enfría y se forma hielo marino, la diferencia de densidad (estratificación) entre las capas de agua se debilita, lo que permite que estas se mezclen y que el calor se transporte hacia arriba, derritiendo el hielo marino desde abajo y limitando su crecimiento.
Desde principios de la década de 1980, la superficie del Antártico se ha ido enfriando y la estratificación se ha fortalecido, atrapando el calor debajo y sosteniendo una mayor cobertura de hielo marino.
Ahora, una nueva tecnología satelital, combinada con información proveniente de dispositivos robóticos flotantes que viajan arriba y abajo de la columna de agua, muestra que esta tendencia se ha revertido: la salinidad de la superficie está aumentando, la estratificación se está debilitando y el hielo marino ha alcanzado múltiples mínimos históricos, con el regreso de grandes aberturas de océano abierto en el hielo marino (polinias).
Es la primera vez que los científicos han podido monitorear estos cambios en el océano Antártico en tiempo real.
Las proyecciones anteriores enfatizaban un mayor enfriamiento de la superficie y una estratificación oceánica más fuerte, lo que podría haber mantenido una cobertura de hielo marino sostenida. En cambio, se ha producido una rápida reducción del hielo marino -un importante reflector de la radiación solar-, lo que podría acelerar el calentamiento global.