Bonn, 25 ago (dpa) – Ralf Schmitz introduce con mucho cuidado la mano en la vitrina del museo. «Cada vez que lo hago me dan palpitaciones», dice el arqueólogo e historiador. «El casquete del cráneo es el hallazgo más importante de todos, porque es el más evidente».
Las gruesas protuberancias sobre los ojos, la forma de la frente, el cráneo plano… todo esto demuestra que no estamos ante los restos de un ser humano corriente.
La parte superior del cráneo pertenece a un neandertal, al neandertal por excelencia: en la vitrina se exponen los huesos del llamado «Neandertal 1», el fósil hallado en 1856 en el valle de Neander, cerca de Düsseldorf, en el oeste de Alemania, que dio nombre a la especie humana prehistórica, denominación que hoy se utiliza en todo el mundo.
Desde 1877, este neandertal fundacional se conserva en el Museo Regional Renano de Bonn. Para Schmitz, es «un icono como La Gioconda en París». Y él mismo es el guardián de este hallazgo.
Pero hay otra razón por la que el científico se sobrecoge cuando sostiene uno de los huesos en la mano. «No se trata de una vieja jarra de arcilla ni de un hueso de caballo prehistórico, sino de una parte de una persona que una vez amó, rió y lloró. Hay que darse cuenta de ello».
Da la vuelta a la parte superior del cráneo y señala unos estrechos surcos en el interior: «Son impresiones de las arterias de las meninges», explica a dpa. «Aquí se hace visible la estructura de un cerebro individual. Es fascinante cuando uno se hace la pregunta: ¿Qué vieron una vez estos ojos? Este ser humano vivió en un mundo completamente distinto». Un mundo de mamuts, rinocerontes lanudos y renos. Pero no un mundo de hielos eternos, sino de estepas y bosques.
Ahora Schmitz tiene en la mano un hueso más pequeño, el pómulo. «Fíjese en estas pequeñas protuberancias», dice. «Son reacciones del tejido óseo a una inflamación muy fuerte. Tenía sinusitis crónica, y en una época sin antibióticos, eso podría haber provocado un envenenamiento de la sangre». ¿Quizá fue la causa de muerte?
Schmitz, de 63 años, dedicó toda su vida profesional al neandertal original. Incluso cuando era un colegial, dice, se paraba frente a él en el museo y se preguntaba si sería posible averiguar algo más. Desde entonces, la investigación ha avanzado enormemente.
Hace 20 años, el propio Schmitz descubrió muchas más piezas óseas en el yacimiento original, fragmentos de vértebras, trozos de mandíbula inferior, huesos de manos y dedos y dientes. Incluso salió a la luz un delgadísimo trozo de tabique nasal. Schmitz supone que el hombre de Neandertal fue enterrado en el yacimiento por sus familiares.
Los investigadores también han descubierto la edad de los restos del neandertal: vivió hace más de 44.000 años. Esta información se obtuvo analizando una muestra de tejido del hueso de la parte superior del brazo. También se ha determinado qué comían los neandertales: casi exclusivamente carne.
El «Neandertal 1» vivía con una grave discapacidad, su brazo izquierdo estaba atrofiado. «En su juventud, debió de quebrarse el brazo en la zona de la articulación del codo, y nunca se curó correctamente», explica Schmitz. «Tomamos pequeñas muestras de la parte superior del brazo y descubrimos una enorme pérdida de sustancia ósea en el brazo izquierdo».
Esto significa que la gravedad de la lesión era mucho mayor de lo que se suponía y que el hombre de Neandertal era casi incapaz de mover esa extremidad. «Era un neandertal discapacitado, en medio del duro entorno de la Edad de Hielo. Esto plantea la pregunta: ¿cómo funciona?»
Incluso si el brazo derecho no lesionado se desarrolló con especial fuerza debido al uso más intensivo, Schmitz está convencido de que la respuesta a esta pregunta solo puede ser una: el hombre recibió apoyo social y fue protegido por el grupo en el que vivía.
«Sobrevivió a esto durante 20 años. También pudimos determinar su edad como parte del proyecto de investigación: vivió hasta los 42 ó 43 años, que era la esperanza de vida de los neandertales. La gente no envejecía entonces. Pero si vivió hasta el final, debió de tener apoyo, y eso dice mucho más de los neandertales que miles de herramientas de piedra».
Las investigaciones genéticas han demostrado que los humanos modernos de origen no africano portan entre un uno y un tres por ciento de genes neandertales, porque los neandertales se mezclaron en su día con los Homo sapiens, que emigraron de África. Estos genes tienen efectos muy específicos. «Por ejemplo, hay un gen neandertal que agrava los efectos del covid y otro que, por el contrario, protege contra él», explica Schmitz.
Otro influye en la movilidad del esperma. «Quizá los neandertales tardíos tuvieran aquí una desventaja decisiva a la hora de reproducirse. Buscamos hasta el último detalle para resolver el enigma: ¿por qué esta exitosa especie humana pereció de repente?». Se considera bastante improbable que fueran aniquilados por el Homo sapiens.
Schmitz deja caer lentamente la tapa de la vitrina. «Ya estás tranquilo», murmura. Parece como si le hablara a un viejo amigo.
Por Christoph Driessen (dpa)