(dpa) – Exactamente 21 grados: entre mediados de marzo y finales de abril de este año, la temperatura media de los océanos del mundo fue más alta de la que se tenga registro desde los años ochenta.
Lo que a primera vista puede parecer propicio para disfrutar de las playas y bañarse en el mar, es una estridente señal de alarma para la ciencia en lo que respecta al cambio climático y los fenómenos meteorológicos extremos, también para la situación en tierra firme.
«Se necesita mucha energía para calentar esta enorme masa de agua», afirma Anders Levermann, científico alemán del Instituto de Potsdam para la Investigación del Impacto Climático (PIK). «Se trata ahora mismo de un efecto monstruoso», asevera Levermann. Y no es el único investigador que expresa su preocupación.
Los valores fueron registrados por la agencia meteorológica y oceanográfica estadounidense NOAA. Desde 1981, este instituto utiliza, entre otros, satélites y boyas especiales para elaborar series de mediciones de las temperaturas diarias de la superficie de los océanos del mundo. El valor medio calculado es considerado un sismógrafo global; regionalmente, las temperaturas pueden ser significativamente más altas o más bajas.
Con una temperatura media del agua de 20,6 grados centígrados, el 2023 comenzó comparativamente moderado. Los valores no alcanzaron los picos alarmantes de 2016, cuando la curva de medición arañó la marca de los 21 grados a mediados de febrero. A partir de mediados de marzo, sin embargo, los valores se dispararon como nunca antes desde que comenzaron los registros.
Los 21 grados de media también se mantuvieron por primera vez hasta finales de abril, aunque según la experiencia de los últimos 40 años —la temperatura media está sujeta a fluctuaciones estacionales— la curva debería haber bajado como suele ocurrir durante la primavera boreal. La lectura más reciente, de 20,9 grados el 3 de mayo, también está por encima de todas las mediciones anteriores para este periodo. A modo de comparación: en 1985, la temperatura media del mar a finales de abril fue de 20 grados.
Según Levermann, un aumento de 0,1 grados en el océano corresponde a una cantidad gigantesca de energía. «La capacidad calorífica del agua es mucho mayor que la del aire o la tierra», añade el científico. «De esto se deduce que, incluso en el marco del calentamiento global, estamos tan fuera de las variaciones normales que esto resulta preocupante e inquietante», puntualiza.
«Las temperaturas oceánicas son un indicador climático global», afirma Thorsten Reusch, biólogo del Centro Helmholtz de Investigación Oceánica GEOMAR en la ciudad de Kiel, junto al mar Báltico. Hasta los más pequeños cambios pueden alterar el sistema climático mundial. «Lo que estamos viendo ahora va más allá de cualquier temperatura del agua registrada hasta el presente, lo que es entre notable y alarmante», enfatiza el científico.
Para los profanos, explica, un aumento de 0,2 grados puede parecer poco, pero esa es la media mundial, y el agua del mar puede calentarse mucho más en algunas regiones, hasta más de 30 grados centígrados en los trópicos. Esto tiene consecuencias. «Para muchos organismos marinos, la temperatura del agua es la temperatura corporal», precisa el biólogo.
Según Reusch, cuando sube la temperatura, los peces se desplazan a regiones más frías del mar, lo que provoca un cambio en la composición de las especies, con consecuencias para las cadenas alimentarias. «También se ha observado que los peces ya no pueden crecer tanto en aguas más cálidas, y con cada grado de aumento de temperatura, su crecimiento se reduce en un tres por ciento», añade Reusch.
Para los corales, importantes indicadores de la biodiversidad marina, hay un límite: a partir de 30 grados, empiezan a blanquearse y morir, explica Reusch. «En el Mediterráneo hubo el año pasado una ola de calor masiva con temperaturas del agua de hasta 30 grados, cinco grados por encima de lo normal», señala el biólogo, y añade que este extremo provocó la muerte de especies de coral como las gorgonias y los corales preciosos.
El calentamiento de las aguas, sin embargo, no solo afecta a las criaturas marinas. Procesos físicos como la evaporación tienen sus efectos también en tierra firma. Levermann explica que los océanos son amortiguadores del calor y cumplen una importante función como proveedores de energía a la atmósfera. «Cuando esta energía se libera, se producen fenómenos extremos más frecuentes y más intensos», señala el experto, y añade que esto se traduce en, por ejemplo, tifones y huracanes.
«También pueden ser lluvias intensas, porque una atmósfera más cálida puede retener más vapor de agua. Esto aumenta las inundaciones, incluso en las latitudes del norte», explica Levermann. Para el científico, los océanos, que cubren alrededor del 70 por ciento de la Tierra, son como un gigantesco sistema de aire acondicionado. «Y ahora mismo, este se está recalentando», asevera.
Al ecologista Reusch también le preocupa la curva de temperatura de los océanos: «Si partimos de un nivel más alto, naturalmente también tendremos un mayor riesgo de volver a registrar valores extremos en el hemisferio norte en verano». En el caso de las regiones de los océanos cubiertas de hielo, la situación también empeora a medida que las aguas se calientan, ya que esto acelera el deshielo polar.
En los últimos años, el fenómeno meteorológico natural «La Niña» ha dado un respiro al clima oceánico. Se trata de la fase fría de un ciclo natural del clima en el Pacífico oriental que tiene un impacto global. Los investigadores estiman que la naturaleza ya está anunciando su contrapartida regular: «El Niño», la fase de calentamiento del océano. «Por lo tanto, es muy posible que la incipiente evolución hacia una fase de El Niño, combinada con el calentamiento gradual provocado por el hombre, conduzca a nuevos récords históricos de temperatura media mundial», opina el físico especializado en clima Helge Gössling, del Instituto Alfred Wegener de Investigación Polar y Marina de Bremerhaven, en el mar del Norte. Este desarrollo también afectará a tierra firme, quizá este año o el próximo, o ambos.
Junto con los bosques y los suelos, los océanos también figuran entre los mayores sumideros de carbono de la Tierra y amortiguan masivamente el efecto invernadero. «Hasta ahora, el 30 por ciento del dióxido de carbono producido por el hombre desaparecía a través de la llamada bomba biológica de carbono de las profundidades marinas. El calentamiento está debilitando este proceso», afirma Reusch. Para Levermann, el calentamiento oceánico registrado actualmente está llevando a la humanidad hacia terreno desconocido.
Por Ulrike von Leszczynski (dpa)