(dpa) – Cuesta levantarse y aún más trabajar o hacer algún deporte. El agotamiento puede darse en diversas situaciones de la vida, y esto, muchas veces representa una gran carga.
Para muchas de las personas afectadas no basta simplemente con «dormir bien» porque no todos los agotamientos son iguales. Puede variar la duración, la gravedad y la progresión en el tiempo.
Según el médico alemán y especialista en enfermedades psicosomáticas Winfried Häuser, estos son los criterios decisivos cuando se quiere averiguar si se padece fatiga crónica.
Según Häuser, es necesario que uno mismo se observe de forma crítica: ¿estoy cansado desde hace unos días o desde hace semanas? ¿mejora el agotamiento descansando o no? ¿ya no puedo hacer frente a la vida cotidiana debido al cansancio?
«Si la vida normal me resulta demasiado agotadora, hay muchos indicios de una enfermedad», señala Sabine Herzig, del Hospital Universitario de Leipzig, en el este de Alemania.
Descansos, comida sana, vacaciones, dormir lo suficiente: si todas estas medidas para recuperarse ya no dan resultado, puede ser un síntoma de agotamiento patológico.
«En ese caso hay que acudir al médico para hacer un diagnóstico más preciso», destaca la especialista en neurología.
Dimensiones de la fatiga
El término «fatiga» describe el agotamiento tras un esfuerzo físico, psicológico o mental que va más allá del nivel habitual. Es una forma extrema de fatiga patológica.
Pueden distinguirse diferentes dimensiones. Por un lado, está el nivel físico: «uno se agota más rápidamente, por ejemplo al subir escaleras», explica Winfried Häuser.
El agotamiento también puede afectar el nivel cognitivo. Entonces es difícil concentrarse y se puede sufrir una niebla mental. La tercera dimensión es el nivel emocional o de motivación. «No tienes fuerzas para levantarte, ni motivación ni energía», añade Häuser.
Enfermedades que desencadenan la fatiga
La fatiga puede ser un síntoma de una enfermedad física, pero también puede producirse como efecto secundario de la medicación, observa Sabine Herzig, quien hace hincapié en la necesidad de una visita al médico.
Se sabe que la fatiga severa se da en personas con esclerosis múltiple, así como en pacientes con cáncer. Pero la lista de enfermedades que pueden ir acompañadas de fatiga es aún más larga: apoplejía, lesión cerebral traumática, enfermedad de Parkinson, enfermedades reumatológicas, enfermedades intestinales inflamatorias crónicas o infecciones crónicas.
A veces la causa es también la anemia o el hiper o hipotiroidismo. «La somnolencia diurna también suele ser un síntoma de apnea del sueño, es decir, de pausas respiratorias nocturnas», explica Häuser.
Según el especialista, el agotamiento intenso también puede ser un signo de un trastorno depresivo, pero también puede desencadenarlo. Un rasgo distintivo importante: las personas con fatiga crónica están motivadas, pero son físicamente incapaces. Los depresivos, en cambio, suelen carecer de motivación.
Síndrome de fatiga crónica
Además, está el síndrome de fatiga crónica (SFC). Puede aparecer tras una infección, por ejemplo, por el virus de Epstein-Barr o el coronavirus. El SFC suele ir acompañado de dolores de cabeza, cervicales y musculares, inflamación de los ganglios linfáticos y problemas de memoria y concentración.
Según los expertos, también es típico que los síntomas empeoren tras un esfuerzo. A veces, el llamado «bajón» se produce al cabo de unas horas, otras al día siguiente, cuando ya no funciona nada. «Esto puede durar varios días», dice Herzig. El término técnico es PEM, el malestar postesfuerzo.
El ritmo de tus propias fuerzas
¿Cómo encontrar una salida a la fatiga? «Si hay una enfermedad subyacente que explique la fatiga, hay que tratarla lo mejor posible para contrarrestar el agotamiento», señala Herzig. Además, subraya que es importante darle información a los afectados y escucharlos.
La salida es muy individual. Según Häuser, el ejercicio físico durante la fase de tratamiento y el apoyo psicológico ayudan, por ejemplo, a los enfermos de cáncer. Para muchos enfermos de SFC, sin embargo, incluso el ejercicio cardiovascular ligero puede ser demasiado.
Un método para ayudarse a sí mismos es el llamado «pacing» (marcar el paso). Los afectados determinan de cuántas fuerzas disponen en un día determinado. Así obtienen una visión general de lo que hay que hacer y con qué prioridad, y cuánta energía les costará. Es importante averiguar si tienen energía suficiente para hacerlo y planificar las pausas como medida preventiva, es decir, antes de que aparezca la fatiga prevista.
No sobreproteger, ni sobrecargar
«Diseña tu jornada en función de tus necesidades», aconseja la neuróloga y también recomienda dividir las tareas en pequeñas porciones y no intentar hacerlo todo a la vez.
El entrenamiento de la atención plena, además de una gestión adaptada de la energía, puede ayudar a percibir y conservar los propios recursos. «Además de la actividad física, es muy importante la actividad cognitiva y el ejercicio físico», subraya Herzig.
Una situación así es emocionalmente estresante para los afectados, sus familiares y amigos. La distribución de roles puede cambiar. A veces, se hace imposible manejar la vida cotidiana, al igual que el trabajo.
«Algunos familiares niegan la enfermedad o le restan importancia, otros quieren sobreproteger al afectado y hacerse cargo de todo. Pero puede ayudar encontrar juntos un equilibrio y hablar del tema abiertamente», agrega la especialista.
Herzig resalta que los propios pacientes tienen que aprender a ajustar sus expectativas y valoraciones y a afrontar los fracasos para no entrar en una espiral negativa.
«Vale la pena hacer un reajuste de las propias exigencias. De lo contrario, muchas cosas se evitan o se magnifica el miedo a la catástrofe», resalta la neuróloga. Por eso agrega que también suele tener sentido el apoyo psicoterapéutico.
Por Bernadette Winter (dpa)