(dpa) – Varias turistas parecen desorientadas en una acera de Thonglor, el barrio de moda de Bangkok. Buscan un bar que desde hace años tiene mucho éxito justamente porque es tan difícil de hallar. Finalmente, las mujeres encuentran un pasillo estrecho que guía hasta su entrada.
Pero allí surge el siguiente problema, porque en vez de toparse con una puerta, las aguardan numerosos casilleros: quien quiera entrar al lugar de moda, primero debe resolver el acertijo de cómo ingresar. Aquí no se desvela el secreto, pero sí el nombre del bar, porque lo dice todo: Find The Locker Room (Encuentra el vestuario).
Estos bares ocultos suelen llamarse «speakeasy» en inglés. Desde hace algunos años gozan de una creciente popularidad entre los trasnochadores de todo el mundo, y desde hace tiempo forman parte de la escena nocturna desde Bruselas hasta Buenos Aires.
En Berlín, por ejemplo, el bar «Buck & Breck» es toda una institución. Nadie sospecharía que detrás de su sencilla entrada con un pequeño llamador se encuentra uno de los bares más de moda de la capital alemana. Dentro, cerca de una docena de asientos rodean la barra del barman, como una especie de mesa redonda.
Las megametrópolis asiáticas, como Bangkok, se consideran pioneras en contar con estos bares. El concepto se basa en la época de la Ley Seca en Estados Unidos, a principios de los años veinte.
En aquella época, se prohibió la producción y el consumo de alcohol. El resultado fue que en todas las esquinas surgieron bares clandestinos secretos, sin letreros en la puerta, donde se seguían sirviendo bebidas espirituosas y mezclando cócteles clásicos. Así nacieron los «speakeasies», que en español significa «habla bajo».
Solían ser lugares lúgubres, de mala reputación y sin ventanas. Las gruesas cortinas en la puerta ayudaban a aislar el ruido, pero la gente seguía hablando en susurros para no alertar a la policía.
Los días de aquella prohibición quedaron hace mucho atrás, pero la idea sigue funcionando aún 100 años después. Pero, ¿por qué?
«El ‘speakeasy’ puede hacer algo especial, habla de una forma que genera atmósfera», explicó hace un par de años la revista «Mixology». «En el caso de los ‘speakeasy’ se genera una atmósfera ya antes de ingresar al lugar, porque primero hay que encontrar el bar».
Y para ello, los creadores suelen recurrir a su bolsa de trucos: a veces trabajan con contraseñas, otras con zonas de entrada diseñadas de forma especialmente imaginativa, y otras hay que resolver un acertijo por mensaje de texto para averiguar siquiera la dirección.
Algunos de los bares más originales del mundo figuran en el libro «Streng geheim. Die coolsten Speakeasy Bars der Welt» (Top Secret. Los mejores bares speakeasy del mundo), publicado por la editorial alemana Kunth Verlag en 2018.
Estos bares son una «mezcla escenificada del mito de la resistencia y de un clima de intimidad máxima en un espacio público», dice Christoph Kiening, quien desarrolla conceptos para bares y restaurantes en todo el mundo.
«La escenificación creativa del espacio clandestino es la moneda que vale en el marketing de estos lugares», indica Kiening, quien cada año destina varios meses a recorrer los lugares top de la vida nocturna de metrópolis asiáticas como Bangkok, Tokio y Hong Kong.
En J.Boroski y el Rabbit Hole -dos de los más famosos bares «speakeasy» de Bangkok- puertas sin adornos ni tiradores y sin ningún tipo de señalización abren el camino a los «locos años veinte».
En el 008, muy por encima de los tejados de la capital tailandesa, la decoración de la antesala hace que el salto atrás en el tiempo sea perfecto. Allí hay fotografías en blanco y negro esparcidas sobre una mesa, junto a una cámara de fotos de los viejos tiempos y una antigua máquina de escribir cuyo sonido del teclado se escucha por los altavoces.
«Hay días en los que no no viene mal desaparecer en otro mundo dando apenas un paso», escribe «Mixology». «Quizás no para escapar de la ley, sino de un mundo en el que ya conoces la mayoría de los secretos», agrega la revista.
Ong, barman y jefe de barra en Find the Locker Room, está convencido de que lo que atrae a los clientes a estos bares secretos es precisamente ese clima de supuesta intimidad.
«La gente tiene aquí de alguna forma la sensación de que tiene información privilegiada, mientras afuera en la calle la gente no tiene idea de que aquí hay un local», señala Ong, mientras mezcla un cóctel llamado «Strawberry Fields». Gin, licor de frambuesa, Angostura Bitter, leche fermentada y pimienta negra son algunos de sus ingredientes.
La calidad de la oferta de bebidas y cócteles es también importante para que un bar clandestino funcione. En última instancia, fueron los bármanes de la época de la Ley Seca quienes hicieron que cócteles clásicos como Side Car, Old Fashioned o White Lady fueran realmente populares. El camino hacia la fama mundial partió de los «speakeasy» de aquellas épocas.
Los tragos clásicos se pueden encontrar todavía casi por doquier en los menús de los bares escondidos. La mayoría de ellos también ofrece sus propias creaciones.
No solo el ambiente, sino también las bebidas tienen que ser las adecuadas para que los clientes vuelvan o inunden las redes sociales de comentarios positivos.
«La tendencia de los bares ocultos es una consecuencia del auge de la coctelería, que está creciendo a escala internacional», dice Kiening.
El creador de conceptos señala, sin embargo, que es solo en el espacio digital de las redes sociales donde los bares se hacen visibles a un público amplio como «descubrimiento» y «experiencia», a través de los posts de los visitantes.
Las turistas dejan el «Locker Room» y regresan al mundo que está más allá de los casilleros. Afuera, en Sukhumvit 55, una de las calles más populares de Bangkok, la vida nocturna tiene un ritmo febril, allí nadie habla por lo bajo.
«En un ‘speakeasy’ uno se siente como si fuera un niño», dice Kristina, de Londres, «como si se hiciera algo totalmente prohibido, pero sin ser castigado por ello».
Por Carola Frentzen (dpa)