(dpa) – Tanto los auriculares externos como los intrauriculares han vuelto a estar este año bajo muchos árboles de Navidad. Por muy agradable que sea para los padres no tener que seguir escuchando la centésima repetición del audiolibro o la selección musical de sus hijos adolescentes, los expertos advierten que, al utilizar auriculares, deben respetarse determinados límites para evitar daños auditivos permanentes. Al mismo tiempo, señalan que existe la amenaza de una epidemia de pérdida de audición inducida por ruido cuando las generaciones jóvenes de hoy en día lleguen a la mediana edad.
De acuerdo con un reciente estudio publicado en la revista científica Journal of the Acoustical Society of America, muchos niños, adolescentes y adultos jóvenes escuchan música durante varias horas al día a un volumen que supera con creces los límites recomendados.
Según un metaanálisis presentado en la publicación BMJ Global Health, los adolescentes, en particular, escuchan música permanentemente, y a menudo demasiado alta. Las autoras del informe, dirigidas por Lauren Dillard, de la Universidad de Medicina de Carolina del Sur, advierten que más de mil millones de jóvenes corren el riesgo potencial de padecer pérdida de audición, y que, además del uso de auriculares, la asistencia a eventos con música a alto volumen desempeña un papel importante. El equipo de investigadoras destaca la urgencia de dar prioridad a las medidas para proteger la audición.
El año pasado, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ya había dado la primera voz de alarma en su «Informe mundial sobre la audición», en el que señalaba que 1.600 millones de personas en todo el mundo tienen problemas auditivos (430 millones de ellas con pérdida de audición severa). Según el informe, en 2050, esta cifra podría ascender a unos 2.500 millones si no se da prioridad a la prevención de la pérdida de audición.
El informe de la OMS no contiene datos específicos de cada país; sin embargo, la Asociación de Fabricantes de Audífonos de Alemania (BVHI) señala que en el país diez millones de personas afirman vivir con pérdida de audición.
La asociación también enfatiza que la pérdida de audición no tratada tiene graves consecuencias en todas las etapas de la vida: desde el retraso en el desarrollo del habla en la infancia y la adolescencia hasta el aislamiento social y un mayor riesgo de desempleo en la edad laboral.
Además, añaden los expertos, la pérdida de audición en la mediana edad es el mayor factor de riesgo modificable de demencia. Ya en 2014, el Colegio Médico alemán informó que los trastornos auditivos causados por el ruido ambiental y recreativo iban en aumento entre niños y adolescentes.
Como señalan las autoras en torno a Lauren Dillard, su análisis no incluyó estudios de países de ingresos bajos. Estas informan que, especialmente allí, el peligro es probablemente alto debido a la escasa normativa, pero que, incluso en otros países, a menudo apenas se aplican las directrices sobre dispositivos de reproducción y lugares de ocio.
Por ejemplo, prosiguen, se supone que los niveles de ruido deben ser de 80 decibelios o menos la mayor parte del tiempo, pero en realidad los usuarios de auriculares están expuestos a 105 decibelios de media. Las investigadoras informan que el nivel sonoro medio en los locales de ocio oscila entre 104 y 112 decibelios. A modo de comparación: 100 decibelios corresponden al chirrido de una sierra circular.
¿Qué ocurre cuando un nivel sonoro elevado llega al oído? El sonido es conducido en el oído como una onda de impulso a través del tímpano y los huesecillos auditivos hasta la cóclea. En esta se encuentra el llamado órgano de Corti, compuesto por unas 15.000 células ciliadas. El sonido pasa como una onda de agua sobre estas células sensoriales auditivas, que convierten el estímulo en impulsos bioeléctricos y los transmiten al cerebro como información auditiva.
Si las células ciliadas son expuestas a altos niveles de ruido, se fatigan, lo que explica por qué después de un concierto a menudo se oye mal o incluso se padece tinnitus. La exposición prolongada a niveles sonoros elevados o a picos breves de volúmenes muy altos puede tener consecuencias permanentes. Del mismo modo que las ligeras ráfagas de viento no dañan un campo de cereales, pero las violentas provocan la rotura de los tallos, las células ciliadas del oído interno pueden quedar permanentemente dobladas por una fuerte oleada del líquido del oído interno y perder así sus funciones.
Las células ciliadas dañadas no vuelven a crecer, ni siquiera las que se pierden en la adolescencia. Por lo tanto, los daños auditivos causados por el ruido son irremediables. Y lo que debe quedar claro: ya sea por la soledad, por un mayor riesgo de caídas o por una demencia prematura, las personas que han sufrido daños auditivos a una edad temprana tienen más riesgo de desarrollar problemas en la vejez.
La Asociación Alemana de Otorrinolaringólogos recomienda dar un descanso a los oídos tras la exposición a niveles elevados de ruido. «De vez en cuando, hay que escapar del ruido del entorno. Una tarde de lectura es tan adecuada para esto como un paseo por la naturaleza», recomiendan los expertos.
La OMS aconseja no escuchar música por encima de 100 decibelios durante más de quince minutos al día y utilizar tapones para los oídos en eventos y lugares ruidosos. Asimismo recomienda llevar los auriculares en la cabeza y no en el oído, y lo ideal es que puedan reducir el ruido ambiental, ya que la supresión de este permite ajustar un volumen más bajo. Además, puntualiza, la mayoría de los teléfonos móviles ya pueden evaluar el volumen de determinados modelos de auriculares y enviar una notificación cuando la música está demasiado alta.
Por Alice Lanzke (dpa)