(dpa) – «¿Hola?», dice un niño sosteniendo un objeto cualquiera al oído mientras un adulto habla por teléfono. Parece ser algo habitual en múltiples culturas: a los niños les encanta imitar una conversación telefónica y hacer de cuenta que están atendiendo un llamado, sobre todo si pueden atender un teléfono de verdad. Ven que los adultos les dan mucha importancia a esos momentos. Y sobre todo al móvil, ya que ni lo largan de la mano.
Así es como los niños aprenden y prácticamente no sienten ninguna timidez a la hora de hablar por teléfono. Sin embargo, o justamente por eso, es bueno que aprendan a incorporar algunas reglas de comportamiento, en particular teniendo en cuenta que cada vez son más los niños que tienen un móvil a una edad temprana o en la escuela primaria.
«Es necesario que los pequeños vayan incorporando el teléfono paso a paso», dice la pedagoga especializada en medios Irene Schulz. El primero de esos pasos es que el niño les avise a sus padres cuando el teléfono esté llamando. El próximo escalón es que el niño marque un número, por ejemplo, algún número de los abuelos que ya esté agendado en el móvil. Suele ser bueno permitirles que atiendan un llamado antes de que estén en edad escolar.
¿Deberían decir sus nombres al teléfono? «En ese punto yo tampoco estoy muy segura», admite Schulz. En cambio, para Joachim Auer, que es asesor de carreras y entrena a jóvenes en cómo hacer buenos llamados, la respuesta es clara: «Cuando uno es adulto, es habitual responder diciendo su nombre», con lo cual los niños pueden aprenderlo perfectamente de entrada, opina.
Cuanto más permiso se les dé a los niños para manejar el móvil o el teléfono convencional, más claras tienen que ser las reglas, subraya la pedagoga. Deben saber que el móvil de trabajo de mamá está terminantemente prohibido y que sólo pueden atender un llamado si conocen el remitente. También tienen que saber que deben cortar si llama un extraño. «Lo fundamental es que aprendan a distinguir qué es lo que pueden informar y dónde deben ser reservados o cautos», dice Schulz. «Por ejemplo, deben tener muy en claro que no pueden enviarle fotos a un extraño.»
Es muy importante que adquieran conciencia al respecto, sobre todo después de que en la pandemia se volviera tanto más natural enviar fotos y videos como parte de una conversación o comunicación de todos los días. Durante la pandemia los niños veían que todos hablaban con la abuela por zoom y que los tíos enviaban fotos nuevas del primito recién nacido al whatsapp familiar.
El espectro de los peligros
A los adultos no deja de sorprenderles lo hábiles que son los más pequeños cuando toman un móvil, incluso aunque no hayan cumplido ni dos años. «Esa destreza hace que los adultos pierdan un poco de vista cuáles son los posibles peligros», dice la pedagoga, que sugiere explicar los límites utilizando un lenguaje que puedan entender los más pequeños. Podría decírseles por ejemplo que uno no le abre la puerta de la casa a cualquier extraño.
Es primordial que los menores tengan una noción de los riesgos, ante todo cuando ya tienen su propio móvil en la escuela primaria. En Alemania, uno de cada tres niños de entre ocho y nueve años ya tiene su propio smartphone, mientras que entre los diez y los once años ya el 75 por ciento de los niños tiene uno.
Pero hay cosas que circulan entre los jóvenes que los adultos tal vez no conocen. «Existen cartas en cadena, por ejemplo, que se reenvían como audios por las aplicaciones de mensajes y atemorizan a algunos niños», dice Schulz. Es importante que ellos sientan que saben cómo manejarse ante esas situaciones o cómo actuar cuando reciben una llamada de publicidad. O que incluso sepan qué llamados ni siquiera tienen que atender.
Mantener una conversación
Prohibirles todo para protegerlos no es una solución, sostiene la pedagoga de medios. «Cuanto más grandes son, más laxos pueden ser los límites vinculados a la tecnología, porque además los niños están cada vez en mejores condiciones de evadir cualquier prohibición.» La especialista asegura que es mucho más importante establecer reglas y rutinas claras y transparentes desde un principio, al igual que mantener la conversación con ellos, demostrar interés por los juegos y las aplicaciones que utilizan y, sobre todo, intentar ser un modelo a seguir.
En lugar de hacer llamados, muchos prefieren comunicarse vía whatsapp y se sienten incluso intimidados si tienen que mantener una conversación al teléfono o con alguien del trabajo, observa el coach Auer, que tiene la impresión de que a muchos adolescentes les cuesta «generar un vínculo a través de una conversación telefónica».
Sin embargo, justamente eso es lo que puede hacer una diferencia en el ámbito laboral, dice Auer. «Los interlocutores sólo recordarán a quienes les hayan generado una buena impresión. Tal vez ese tipo de conversaciones son las que después derivan en un contrato, en un mejor precio o incluso en algún tipo de beneficio o reintegro.» Por eso Auer, en sus cursos, hace que todos ejerciten cómo «hacer conversación». «Muchos adolescentes ya no saben cómo hacerlo.»
Es algo que pueden practicar todos en casa, incluso en el seno familiar, con el mismo método que recomienda la pedagoga. «Poder sostener una conversación es fundamental», dice Auer. «Los padres pueden hablar por ejemplo en la cena con sus hijos sobre qué hicieron durante el día, qué les gustó más, que experiencias positivas tuvieron», recomienda.
Durante los momentos de conversación, nadie debe mirar el móvil. Saber cuándo tomar el móvil y cuándo no es justamente parte del aprendizaje necesario. Más si se trata de una conversación personal. Eso sí: sólo funcionará si los padres se atienen a las mismas reglas.
Por Eva Dignös (dpa)