(dpa) – Los charcos, con su brillo, tienen un poder de atracción mágico para muchos perros, que quieren beber de ellos. Pero en ese pequeño oasis acechan muchos peligros invisibles.
Tras el paseo, el perro suele tener mucha sed y rápidamente se acerca a beber de un charco. La experta en perros y consultora de comportamiento animal Nadja Kopp advierte que el agua estancada está llena de bacterias e impurezas que pueden ser perjudiciales para las mascotas.
Por eso, los dueños deben evitar que sus perros beban agua de charcos.
En las calles con coches estacionados, por ejemplo, siempre existe la posibilidad de que un poco de aceite del motor se mezcle con el agua. En los caminos de tierra, el abono lavado puede ser un peligro para la salud. Además, al beber de esas aguas pueden absorber los parásitos y los huevos de gusanos de los excrementos de otros animales.
Riesgo de infecciones peligrosas
A esto se suman las bacterias provenientes de la orina de ratas y ratones que podrían transmitir una infección de leptospirosis, que podría llegar a ser mortal.
Los síntomas típicos de una infección son fiebre, pérdida de apetito, diarrea, vómitos, hemorragias nasales y problemas circulatorios. Las mucosas se vuelven además amarillentas.
¿Cómo evitar que el perro beba agua de un charco? Lo importante es observar siempre al animal y frenarlo con la orden «No».
Kopp aconseja incluso contar siempre con una alternativa para el perro, como por ejemplo llevar al paseo una botella de agua potable para poder ofrecerle al animal en caso de sed.
Si no se cuenta con agua en ese momento, el agua que fluye es una alternativa de menor riesgo para que el perro pueda saciar su sed. Las concentraciones de contaminantes suelen ser menores allí.