(dpa) – El trabajo, la familia, el hogar: las exigencias de la vida cotidiana provocan estrés en muchas personas y las mujeres parecen enfrentarlo de forma diferente a los hombres.
El estrés es, literalmente, un problema permanente para muchas personas: según una encuesta de YouGov efectuada durante la primavera europea de 2021, casi el 90 por ciento de los aproximadamente 3.000 encuestados padecieron estrés en los meses previos.
Y lo que llama la atención, tanto en esta como en algunas otras encuestas, es que el pocentaje de personas estresadas es mayor entre las mujeres que entre los hombres.
Pero, ¿a qué se debe? ¿Reaccionan las mujeres de otra manera? ¿O es que tratan el tema más abiertamente? A continuación, algunas expertas brindan sus respuestas.
La profesora Birgit Derntl, investigadora de la clínica universitaria de Tubinga en temas de estrés y género, indica que hombres y mujeres se diferencian en sus reacciones respecto del estrés.
Si bien la liberación de la hormona del estrés, cortisol, es más pronunciada en los hombres que en las mujeres, estas últimas se manejan más abiertamente con este tema. Por lo tanto, las mujeres son más propensas a admitir que están estresadas.
Pero Derntl considera que otra razón para las diferencias podría radicar en la concepción de las propias encuestas. «Cómo y qué preguntamos podría desencadenar respuestas específicas de género».
Las mujeres suelen reaccionar deprimidas y temerosas ante el estrés, mientras que los hombres se muestran más enojados y enérgicos en lugar de tristes y desesperados. Pero todo este abanico de posibles respuestas no siempre se presenta en las encuestas, explica la investigadora.
Las mujeres reaccionan más emocionalmente
También la médica Mirriam Priess observa diferencias relacionadas con el género en estas reacciones. Priess se especializó en piscosomática y en su consultorio brinda asesoramiento entre otros sobre el manejo de estrés y burnout.
Esta especialista explica que, detrás del estrés, suele haber una situación de sobreexigencia o una sensación de impotencia.
Mientras que las mujeres reaccionan de manera más emotiva, dudan de sí mismas y lloran más frecuentemente, los hombres suelen rechazar los sentimientos vinculados con el desvalimiento y lo hacen respondiendo de manera agresiva.
Por ello, entre los hombres, el estrés se percibe más bien en síntomas corporales, comenta Priess, para luego añadir: «Pero esto son solo tendencias generales».
De qué puede depender el manejo del estrés
Derntl especifica que, lógicamente, tampoco las mujeres son un grupo homogéneo. Si están estresadas y cómo lo manejan diferirá en cada caso y también dependerá del ciclo menstrual, o de si toman pastillas anticonceptivas o si están embarazadas. Al igual que en las diferencias específicas del género, aún se requiere de investigación en este terreno.
Lo mismo vale para los denominados estresores, los estímulos, condiciones o situaciones que generan estrés. Derntl afirma que existen indicios proporcionados por estudios según los cuales las mujeres se sienten estresadas por otras cuestiones que los hombres.
Por ejemplo, en la vida laboral cotidiana, los hombres se sienten estresados más bien por la presión de tiempo o por la competencia, mientras que a las mujeres las afecta más un mal ambiente o el sentirse excluidas en un equipo.
Asimismo ser calificadas y la crítica pueden implicar estrés para las mujeres. De acuerdo con encuestas, resume Derntl, reaccionan más bien a los estresores sociales.
Falta de respeto con uno mismo
Priess asevera que, aunque haya diferencias entre los factores que desencandenan el estrés y las reacciones que despiertan, la consecuencia lamentablemente suele ser la misma para la mayoría de las personas, independientemente del género.
«La mayoría se dice: ‘tengo que lograrlo de todas maneras y aguantar’. Simplemente funcionan». Y esto se vuelve un problema, porque «no se respetan a sí mismos y no quieren aceptar sus límites».
¿Pero por qué? Detrás de esto se encuentra el miedo al rechazo, explica Priess. Las personas que se tratan a sí mismas de esta manera pueden, por ejemplo, no haber sido aceptadas sin más en la infancia, sino que hayan tenido que hacer algo o haber presentado un logro primero para ser reconocidas.
«La situación de que ‘así como eres, está bien’ no fue vivida por la mayoría de las personas en sus relaciones», comenta Priess. Y a las mujeres se suma otro factor de dificultad, en la medida que tienen la sensación de que en oficios dominados por los hombres deben demostrar el doble.
El diálogo interno puede ayudar
Pero aunque los cimientos para afrontar el estrés frecuentemente se hayan establecido ya en la infancia, en la edad adulta aún puede modificarse algo.
Priess recomienda el diálogo interno. «Uno debería preguntarse regularmente: ‘¿cómo estoy?’ E interesarse sinceramente por uno mismo».
Naturalmente debería respetarse la respuesta dada a uno mismo y comportarse de manera acorde, en lugar de simplemente pasarlo por alto, si por ejemplo uno se siente sobreexigido.
También Derntl recomienda admitir primero que se está pasando por estrés y hacer un análisis al respecto. O sea, preguntarse qué es lo que a uno lo estresa. «La respuesta ‘todo’ no es útil», aclara la profesora.
Una vez identificados los factores de estrés, hay que ponerlos en orden: ¿cuál de ellos cambiará o desaparecerá en un futuro cercano? Por ejemplo, tener que cumplir un plazo de entrega es estresante, pero no tiene por qué ser negativo.
«Si el estrés no persiste a lo largo de varios meses, puede ser incluso conveniente para el rendimiento», manifiesta Derntl. «Si hay un final a la vista, el estrés ayuda a movilizar las fuerzas».
En cambio, lo problemático son los estresores que no tienen una culminación a la vista. «Justamente las mujeres tienden a cavilar, hacerse problemas y quedar atrapadas en estos pensamientos», expresa Derntl. «Esto no es efectivo, estresa aún más».
Según la opinión de esta investigadora, en algunos casos ayuda solamente la aceptación de la situación: «Algunas cosas que no pueden modificarse simplemente deben ser aceptadas. Como uno mismo, por ejemplo».
Por Elena Zelle (dpa)