(dpa) – A primera vista, recorrer Inglaterra durante cuatro semanas a bordo de un camión lechero puede no parecer una experiencia imperdible. Sin embargo, el inglés Dan Kieran, autor del libro «Slow Travel», asegura que fue «lo más razonable y al mismo tiempo lo más loco» que hizo en todos sus recorridos.
Kieran cuenta que después de estar apenas una semana de viaje tenía la impresión de estar atravesando un terreno vasto y virgen. «Parecía que el terreno se fuese ensanchando y creciendo cada vez más por la lentitud con la que avanzábamos», recuerda el escritor, al que le encanta viajar sin prisa y poder disfrutar de un modo consciente.
Menos estrés, mayor experiencia.
¿Es una idea que podría tener recepción en el contexto actual de la pandemia? Podría decirse, para empezar, que a muchas personas desacelerar un poco la vida les ha hecho muy bien.
De hecho cabe preguntar si no era una locura la velocidad a la que todos viajaban por el mundo. ¿Tres días en Roma, una semana en Marruecos, diez días en Bali? «Slow Travel» es la tendencia opuesta.
Llegar no es el objetivo
En el «Slow Travel» lo más importante es el camino. «Hoy en día podemos explorar el mundo a tanta velocidad que, paradójicamente, muchos de nosotros ya ni siquiera quieren viajar sino solo llegar», escribe Kieran.
Al viajar lentamente, continúa, no se miden los tiempos, tampoco se miden las distancias. Más bien se abre un espacio de reflexión y de procesos profundos.
Así lo entiende también Arne Gudde, gerente de una agencia de viajes de Berlín que propone precisamente este tipo de travesías para poder estar cerca de la naturaleza y de la percepción del tiempo.
«Hay gente que piensa que es aburrido ver constantemente el mismo paisaje, pero en algún momento se da cuenta de todas las facetas que puede tener un mismo mar», explica. Gudde también dice que lo importante no es tanto llegar. El objetivo es el camino, «aunque suene soso», plantea.
Los viajes lentos y el clima
«Cada vez más personas se cuestionan el modo en que viajan», asegura Gudde, entre otras cosas porque la huella ecológica que deja el turismo es cada vez más evidente. «Cuando estoy de viaje a toda velocidad, están más en primer plano mis propias necesidades que los efectos de mi modo de actuar», dice el especialista en turismo.
¿El «Slow Travel» podría tener un impacto positivo en cuestiones ambientales? Efectivamente. Si una persona viaja más lentamente y al mismo tiempo durante un lapso más largo pero, como contrapartida, seguramente, viajará con menor frecuencia. Eso haría que dañara menos el medioambiente.
El viaje en sí y los medios de transporte son los que más generan emisiones de CO2. «En realidad, que un viaje dure más no es de por sí más ecológico, pero puede que esa duración lleve a que la misma persona no haga otro viaje poco tiempo después», explica el especialista Martin Lohmann. Viajar menos sí es menos contaminante.
Dice que si estar tres o seis semanas en Tailandia no hace tanta diferencia a nivel ambiental. Lo fundamental es no viajar con tanta frecuencia.
¿El «Slow Travel» es el gran descubrimiento del momento?
Algunas instituciones aseguran que este tipo de viajes tienen un gran potencial. «Hasta ahora el sector del turismo apuntó a generar estructuras que propiciaran la velocidad y la eficiencia, pero ese modelo ahora se ve confrontado con sus propios límites», observa la analista de tendencias Anja Kirig.
«Los viajes con todo incluido, el turismo en masa y el mito del jetset van quedando atrás y son reemplazados por el Slow Travel como una forma nueva de viajar y tener experiencias», escribe Kirig.
Lohmann dice en cambio que este tipo de viajes está lejos de ser una tendencia. «Actualmente se espera que las vacaciones no dañen el medio ambiente y sean sustentables, pero por el momento esta actitud no tiene prácticamente ningún impacto en el modo de viajar».
Opina que los viajes lentos pueden tener ventajas en el plano psicológico: menos estrés y una mayor apreciación de los momentos que se viven.
Por Philipp Laage (dpa)