Heidenau/Berlín (Alemania), 26 ago (dpa) – La canciller alemana, Angela Merkel, defendió hoy, entre abucheos y pitidos, el derecho al asilo de las personas que se ven obligadas a huir de sus países y reclamó tolerancia cero con aquellos que vulneran la dignidad humana.
«Debemos centrar todos nuestros esfuerzos en dejar claro que no hay tolerancia alguna con los que cuestionan la dignidad de otras personas», aseguró durante su visita al centro de refugiados en la localidad sajona de Heidenau, que el fin de semana fue objeto de ataques de la extrema derecha.
Acompañada de abucheos y pitidos de un nutrido grupo de manifestantes de la derecha, Merkel volvió a calificar de «repugnante y vergonzoso» lo sucedido en Heidenau e insistió en que «no hay tolerancia con los que no están preparados para ayudar donde es necesario ofrecer ayuda legal y humana».
«Aunaremos todos los esfuerzos para dejar claro que Alemania ayuda donde se necesita ayuda», declaró tras reunirse con refugiados y fuerzas de seguridad en el antiguo mercado de materiales de construcción reconvertido en un centro de acogida, en el que hay actualmente unos 600 solicitantes de asilo.
El gobierno alemán anunció recientemente que espera la llegada de 800.000 refugiados este año, una cifra récord en el país europeo. Merkel recordó hoy que de acuerdo con la ley alemana toda persona que sea perseguida políticamente o que huya de una guerra civil tiene derecho a ser tratada de manera «justa» y a solicitar asilo.
Asimismo, la mandataria alabó a los voluntarios y afirmó que Alemania puede estar «orgullosa» de tener tantas organizaciones que ofrecen su ayuda en la peor crisis migratoria que vive Europa desde la Segunda Guerra Mundial.
En su primera visita a un centro de refugiados desde que asumió el poder en 2005, de acuerdo con datos de la oficina de prensa del gobierno alemán, Merkel agradeció también al alcalde de la ciudad, Jürgen Opitz, por su condena de lo sucedido. «Gracias a los que en el lugar sufren también el odio (…) No es fácil».
Ella misma también fue objeto de manifestaciones de odio por parte de varios centenares de manifestantes congregados enfrente del centro, que la recibieron al grito de «Traidora, traidora».
«Para el pueblo alemán» y «Nosotros somos la escoria», en alusión a las palabras dirigidas por el vicecanciller Sigmar Gabriel durante su visita el lunes, fueron otras de las proclamas que pudieron escucharse entre los manifestantes.
Junto a los abucheos, numerosos automóviles se dirigieron a la zona para tocar el claxon en protesta contra la llegada de refugiados a la zona y contra la líder cristianodemócrata. Grupos de la derecha habían hecho un llamamiento en las redes sociales para llevar a cabo una acción de este tipo.
Mientras, muchos manifestantes se enfrentaron a los medios que acudieron a cubrir la visita, a los que acusaron de ser «prensa mentirosa» y a los que increparon por contar sólo un lado de la historia. A un cámara incluso le lanzaron un huevo.
Tras su visita a Heidenau, Merkel se dirigió a Glashütte para inaugurar una fábrica de relojes. Durante el acto, la líder alemana aprovechó para abogar por que los refugiados con buena formación en sus países de origen reciban una oportunidad rápida para integrarse al mercado laboral alemán e insistió en que los ataques racistas son «una vergüenza» para el país.
De acuerdo con datos del Ministerio del Interior, en el primer semestre del año se registraron cerca de 200 ataques a centros de refugiados, el mismo número que en todo el pasado año.
Al igual que Merkel, el presidente federal de Alemania, Joachim Gauck, visitó hoy un centro de acogida y dejó claro que las personas de extrema derecha que atacan los albergues de refugiados son minoría. «Les diremos: no nos representan», indicó.
El presidente alemán alabó la labor de los voluntarios y trabajadores sociales con los refugiados, «que quieren mostrar que hay un lado luminoso en Alemania y que representan la luz contra el lado oscuro de Alemania».
Durante su visita al antiguo ayuntamiento reconvertido en centro de acogida de primera instancia en el barrio berlinés de Wilmersdorf, donde actualmente hay más de 500 personas, también recordó que Alemania fue un país «pobre como una rata» que pasó por malos tiempos. «Pero claro, esto es algo que actualmente la gente ha olvidado», agregó.
Por Martin Fischer y Almudena de Cabo