(dpa) – El descontento invadió a millones de familias cuando escucharon a Giuseppe Conte, primer ministro italiano, anunciar que las escuelas no abrirán de nuevo sus puertas hasta septiembre. «Es una decisión muy complicada», afirmó.
El plan de desescalada del confinamiento del gobierno italiano prevé reabrir fábricas, tiendas, bares, restaurantes e incluso peluquerías, pero no escuelas, al menos no hasta después del verano.
«Existe un gran riego de desencadenar un nuevo pico en la curva de infección en caso de reabrir en este momento los centros educativos», aseguró Conte recientemente.
Y añadió que tanto los estudios como las indicaciones de los expertos apuntan que se produciría un nuevo brote en una o dos semanas. «Algo que no podemos permitirnos», aseguró.
Sin embargo, son muchos los que se preguntan si realmente no hay otra opción. El diputado Alessandro Fusacchia del partido de centroizquierda: + Europa, denunció en un vídeo publicado en Facebook que es impensable reabrir el país, las fábricas, los centros de trabajo, enviar a los padres a trabajar y dejar a los niños en casa.
Fusacchia quien fue director de gabinete del Ministerio de Educación de 2014 a 2016 , preguntó por qué no se consideraba la reapertura escalonada o selectiva de escuelas, como en otras partes de Europa.
Francia, por ejemplo, prevé reabrir los centros educativos de manera escalonada a partir del 11 de mayo con medidas como limitar el número de alumnos a un máximo de 15 por aula.
«La situación me deja con el agua hasta el cuello», resume una madre trabajadora en declaraciones a dpa en Roma. Su caso es el de miles de progenitores.
Cuando se desplaza a su puesto de trabajo deja a su hija de seis años con una baby-sitter que ni se encarga de ayudar a la niña con los deberes ni colabora en las tareas de la casa, funciones que asume ella al regreso de su jornada laboral.
Añade que descartó acogerse al permiso parental ofrecido por el gobierno porque conllevaría un recorte salarial del 50 por ciento. «Mi ex marido trabaja en turismo y dejó de pagar la manutención de nuestra hija en febrero. No puedo permitirme reducir mi horario laboral, necesito el salario para cubrir los gastos básicos».
El cuidado de los nietos a cargo de los abuelos era una práctica muy común antes de la pandemia pero debido a las graves consecuencias que tiene para la población de edad avanzada contraer el coronavirus, no es ahora viable.
El gobierno otorgó a las familias cuyos progenitores tengan que ir a trabajar y deban dejar a sus hijos de hasta 12 años con niñeras un único bono de 600 euros (665 dólares). No se descarta que conceda un segundo bono en un próximo decreto.
La ministra de Igualdad de Oportunidades y la Familia, Elena Bonetti, propuso el pago de nuevos subsidios familiares de entre 80 y 160 euros mensuales pero aún no está claro si el gobierno en pleno está de acuerdo con la idea.
Actualmente continúa la educación en línea pero para muchos no es la solución óptima. Especialmente para aquellos alumnos con acceso restringido a Internet o quienes conviven con su familia en viviendas de espacio reducido.
Melina Zerbo, profesora de primaria, describe en una carta abierta la dramática situación que viven muchos menores: «tratas de escuchar a tu maestra en el móvil de tu tío con la pantalla rota utilizando prestada la conexión wi-fi de tu vecino, mientras tu perro ladra, tu hermano llora y tu madre aspira».
Zerbo subraya también la necesidad de que niños y adolescentes socialicen y jueguen al aire libre, advirtiendo de posibles daños psicológicos en caso de que su aislamiento social se prolongue.
Incluso antes de la crisis, Italia era vista como un país que fallaba a sus jóvenes, con el gasto público y el discurso dirigido a una población mayoritariamente envejecida.
En los últimos años, la tasa de natalidad cayó a un mínimo histórico y se produjo una emigración masiva de jóvenes italianos. El pasado año el gobierno redujo en cinco años la edad de jubilación que pasó de los 67 a los 62 años.
En su reciente conferencia de prensa, Giuseppe Conte, de 55 años y con un hijo preadolescente, solo se refirió a la reapertura de escuelas cuando fue preguntado al respecto por los periodistas.
La ofensiva omisión fue en parte subsanada por el presidente Sergio Mattarella, de 78 años, quien más tarde declaró en un programa educativo de la televisión pública: «Estamos ante un acontecimiento excepcional que afecta a la vida de más de ocho millones de niños italianos». «El cierre de escuelas es una herida para todos», añadió.
Como figura nacional respetada, las palabras de Matarella tienen peso, pero como presidente carece de influencia directa en la política ejecutiva del gobierno.
Según Luisa Chiarelli, directora de una guardería en Roma, no se están teniendo en cuenta los problemas a los que se enfrentan los menores: no pueden ver a sus amigos, no tienen acceso a su derecho a la educación. A su juicio, los políticos son sencillamente «unos inconscientes».
Por Alvise Armellini (dpa)