La sociedad ya está hecha a la idea de que es necesario reducir el plástico que se consume. Cuando el paso está dado, los esfuerzos de compañías, supermercados y las distintas políticas comunes deben ser claras y en una única dirección: reducir a mínimos el uso de este material. Aunque actualmente, se está poniendo a prueba, en el contexto sanitario necesario, todo esto.
Mientras que las legislaciones comienzan a poner medidas como la prohibición del uso de pajitas o cubiertos de plástico de un solo uso en el corto plazo, cada casa empieza a intentar reducir al máximo el consumo de productos que impliquen unos desechos de plástico cada vez mayores.
Uno de los grandes problemas, aunque parezca mentira, está precisamente en el océano.
El uso indiscriminado que durante décadas se ha hecho del plástico, ha supuesto que, prácticamente el 80% de los residuos de este material provengan, precisamente, de la Tierra.
Cada año, 13 millones de toneladas de plástico acaban en el mar de manera filtrada, lo que está acabando no solo con ecosistemas, sino también implicando la desaparición de especies y que los propios animales vean cómo los microplásticos acaban con sus propias vidas.
Todo un panorama desolador al que aún hay tiempo de poner remedio.
¿Qué podemos hacer desde tierra?
Sin duda, la educación en las llamadas 3 R debe ser el principio de la cadena para que las futuras generaciones en el poder sean conscientes de la importancia de ponerle solución a un problema como este.
A partir de ahí, está la concienciación personal en el consumo propio.
Cada vez más, el consumidor acude al movimiento zero waste como tendencia, en el que poco a poco se buscan alternativas que evitan el uso de plásticos desechables.
El uso de esponjas de luffa, de filtros de agua de bambú o gestos como el uso de pajitas de acero, mucho más higiénicas y duraderas o incluso del cepillo de dientes de bambú se ha extendido entre la población, sobre todo la más joven, cambiando el hábito que existía previamente.
“El bambú es una de las plantas que crecen más rápido del planeta y que, para colmo, es biodegradable, antibacteriano y sostenible. Eso ha hecho que sea un material cada vez más utilizado para fabricar productos como los cepillos tanto de dientes como de pelo, pero ya empiezan a generalizarse también los cubiertos e incluso productos de escritorio como los teclados. Sin duda, es una de las alternativas al plástico más extendidas” explican desde alguna tienda zero waste.
¿De verdad el bambú es biodegradable?
Muchos ya han puesto a prueba su capacidad de biodegradación y, tras los tres meses recomendables de uso, lo han enterrado para ver qué sucedía y, se han sorprendido.
En apenas unos meses el mango del bambú, al ser un material biológico, se desintegra por sí mismo no dejando residuo en el planeta. ¿Qué más hace falta para apostar por algo así?
Tan solo echar un vistazo a las noticias y ver cómo las islas de microplásticos empiezan a llegar a las orillas de cientos de países como aviso de lo que puede haber en el centro del océano…