(dpa) – La pequeña Fátima apareció muerta, con golpes y abusada sexualmente, en un basurero de Ciudad de México después de ser secuestrada al salir de la escuela. Tenía siete años. A Ingrid Escamilla, de 25 años, su pareja la mató y le arrancó la piel con un cuchillo.
Los dos feminicidios ocurrieron en Ciudad de México en menos de una semana. Hubo una ola de indignación en las calles y en las redes sociales.
Con el rostro cubierto y el puño en alto, mujeres salieron a protestar con pancartas que decían «Ya basta» y «Ni una menos» y convocaron para el 8 y 9 de marzo a una marcha y un paro nacional de mujeres.
«Estamos alzando nuestra voz en contra de que siga pasando todo esto: que nos asesinen, que nos violen, nos acosen. Es algo que pasa todos los días y no es normal. No debe ser así», dijo a dpa Frida Contreras, una estudiante de 16 años.
En un parque de Santa María la Ribera, un barrio céntrico de la capital mexicana, Contreras y otras jóvenes se juntaron a hacer la performance «Un violador en tu camino», que el grupo chileno Las Tesis convirtió en himno feminista global.
«Yo considero que estamos tomando conciencia en esta generación», dijo la estudiante Michelle Palomino, de 16 años. «Hay muchas mujeres violentadas y muchas ni siquiera lo saben. A lo mejor al ver este tipo de protestas pueden darse cuenta de lo que está sucediendo en sus vidas».
Desde Argentina hasta México la violencia de género está sacudiendo a América Latina. Pero cada vez más mujeres levantan la voz y salen a exigir que se respeten sus derechos. Ya no están dispuestas a guardar silencio.
De acuerdo con ONU Mujeres, 14 de los 25 países del mundo con tasas más elevadas de feminicidios están en América Latina y Caribe. Ya en la década de 1990 cientos de asesinatos de mujeres conmocionaron a Ciudad Juárez, en el norte de México.
Para Erika Guevara-Rosas, directora para las Américas de la organización de derechos humanos Amnistía Internacional (AI), «el tema de violencia contra las mujeres es uno de los legados más nefastos de la región».
En 2018 El Salvador encabezó los indicadores regionales con 6,8 feminicidios por cada 100.000 habitantes, seguido por Honduras, según el Observatorio de Igualdad de Género de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal).
En números absolutos dominan la lista Brasil y México, los países más poblados de la región y también dos de los que tienen mayores cifras de homicidios en general.
Bajo el impacto de los feminicidios de Ingrid y Fátima, los diputados mexicanos aprobaron esta semana subir en cinco años las penas máximas de cárcel por feminicidio y abuso sexual a 65 y 18 años. Pero la impunidad ronda un 90 por ciento.
El año pasado hubo en México más de 35.000 asesinatos, incluyendo hombres y mujeres, en medio de la violencia de los cárteles de las drogas. Una cifra récord.
De ese total, unas 3.800 fueron mujeres y más de 1.000 de ellas fueron consideradas víctimas de feminicidio (asociados con su condición sexual), un diez por ciento más que un año antes.
Sin embargo, a ello se suman decenas de miles de otros delitos cometidos contra mujeres por su género, como violaciones, violencia de pareja, prostitución forzada y acoso sexual.
«Tengo mucho miedo. En la calle sobre todo en el transporte. Que puedan tener una acción malintencionada de forma sexual», dijo Palomino, mientras esperaba sentada en el suelo de un pabellón de estilo árabe para empezar la representación del performance en el parque.
Guevara-Rosas señaló que factores culturales, la impunidad, la influencia de las iglesias, la ineficiencia de las políticas públicas y la ausencia de una hoja de ruta con indicadores mensurables son elementos que favorecen que persistan la violencia y la falta de acceso a derechos de las mujeres.
En México, mientras las mujeres protestaban y pintaban consignas en los muros del Palacio Nacional, sede de gobierno, el presidente Andrés Manuel López Obrador culpó al neoliberalismo de los feminicidios.
López Obrador ha sido acusado de insensibilidad frente a las víctimas. «Le pido a las feministas, con todo respeto, que no nos pinten las puertas, las paredes», pidió el presidente, nacionalista de izquierda. Las mujeres respondieron en sus pancartas y discursos: «Les importan más los monumentos que nosotras».
Por Andrea Sosa Cabrios (dpa)