(dpa) – Este contrato de alquiler en Viena tiene sus particularidades: quien quiera mudarse a la urbanización libre de automóviles del barrio de Florisdorf no puede ser dueño de un coche ni usar uno de forma prolongada.
Sin embargo, lo que parece una respuesta al actual debate sobre el cambio climático es en realidad una práctica establecida desde hace 20 años en las 244 viviendas de esta zona de Floridsdorf, algo que tiene muchas consecuencias.
Wolfgang Parnigoni, uno de los inquilinos desde la primera hora, forma parte del consejo de vecinos. El hombre de 63 años explica que el dinero que normalmente debería haber sido destinado para 244 aparcamientos subterráneos fue empleado para crear varios espacios comunes.
«Tenemos un salón común con una terraza techada y una parrilla para barbacoa, un sauna, un gimnasio, un taller de bicicletas, un taller de carpintería y un espacio para niños y jóvenes», cuenta el ex militar. Lo que está claro es que decirle que no al automóvil da origen una comunidad especial.
«Pero no somos una secta», subraya Parnigoni en referencia a los 700 habitantes. «Aquí no viven sólo veganos. Nosotros también tomamos cerveza y comemos escalope vienés», asegura.
Los seis bloques compactos de viviendas junto a una calle principal se encuentran en el distrito 21, en las márgenes de la capital austríaca, no muy lejos de la zona de esparcimiento Alte Donau (Viejo Danubio).
Los Verdes impulsaron el proyecto en la ciudad en los años 1990. En diciembre de 1999, las viviendas, que tenían una alta demanda, ya estaban listas para ser habitadas. Parnigoni advierte que el proyecto no tiene nada que ver con la idílica imagen de calles sin automóviles en las que los niños pueden jugar.
En su opinión, lo que une a las personas que viven aquí es una determinada postura social que va más allá de los temas medioambientales. «Sin auto y felices» podría ser uno de los lemas que comparten, según el ex soldado.
Cuenta que él mismo dejó de usar su auto hace 20 años cuando se dio cuenta de que ya no tenía ganas de conducir. «Simplemente ya no me divertía. Y un automóvil cuesta unos 4.000 euros al año (4.434 dólares), un dinero que puedo gastar mejor en otra cosa», comenta.
Con su red de transporte de cercanías económica, densa y veloz, Viena, gobernada desde 2010 por una coalición de socialdemócratas y verdes, hace la vida sin coche bastante fácil.
Entre sus 1,9 millones de habitantes, el número de aquellos que prefieren sacar una tarjeta anual de transporte para autobuses y trenes al atractivo precio de 365 euros es más alto que la cifra de personas que poseen un automóvil.
Parnigoni también está conforme con el servicio más allá de los límites de la ciudad. «Es increíble lo lejos que se puede llegar con los medios de transporte públicos», afirma.
Doris Trögl, una fisioterapeuta de 36 años, está haciendo la prueba. Hace pocas semanas, su pareja y ella compraron una vivienda de tres ambientes en la urbanización. Y ahora entregarán su coche.
«Ahora tengo que ver cómo me las arreglo sin automóvil», indica con confianza pero también con algo de escepticismo esta madre de una niña de diez meses. «Sin embargo, estoy entusiasmada con la idea y la propuesta», añade.
Hans Steiner, de 70 años, confía en su bicicleta. Para él, los siete kilómetros hasta el centro no son un problema. Sus hijos crecieron en esta urbanización sin coches y fueron marcados por ella. «Mi hijo tampoco tiene automóvil y ni siquiera quiere pedir uno prestado», afirma este jubilado.
Por eso mismo, no sorprende que en el distrito electoral del que forma parte esta urbanización los Verdes suelan obtener valores pico en las elecciones.
En esta zona de Viena, donde en realidad predomina el Partido Socialdemócrata de Austria y donde existe una fuerte presencia del derechista Partido de la Libertad de Austria, Los Verdes captan un 35 por ciento de los electores en los alrededores de la urbanización.
Sin embargo, si a pesar de las mejores intenciones no se puede renunciar a un automóvil propio, al menos por un tiempo, el consejo de vecinos contempla algunas excepciones. Parnigoni explica que una de ellas es cuando no se pueden evitar viajes largos por una necesidad de cuidado especial u otros motivos de salud.
Pero la excepción es realmente una excepción, añade, explicando que unas 15 personas hacen uso de ella. Sin embargo, el compromiso con la idea rectora es tal que quienes necesitan viajar en coche durante mucho tiempo se terminan mudando. El contrato de alquiler permite otra excepción, la motocicleta, ya que sólo caen bajo la prohibición los «vehículos de más de dos ruedas».
Una Intranet propia refleja la interacción en esta comunidad. Parnigoni comenta que si alguien comprueba mientras cocina que le falta un ajo, por ejemplo, envía rápidamente un e-mail y recibe ayuda en poco tiempo.
«Hace un par de días alguien descubrió una inscripción nazi en la pared de una casa cerca de aquí y pidió un spray para cubrirla. El problema fue rápidamente solucionado», señala.
Por Matthias Röder (dpa)