Bonn (dpa) – A principios de este mes, las autoridades de la ciudad estadounidense de San Francisco declararon «organización terrorista nacional» a la Asociación Nacional del Rifle (NRA, por sus siglas en inglés), la organización defensora de las armas más importante de Estados Unidos.
Con esa decisión provocadora, la metrópoli de la costa oeste de Estados Unidos llamó la atención mundial una vez más. Cincuenta años después del Festival de Woodstock, la capital del movimiento hippie protagoniza ahora una gran exposición en el Pabellón de Arte y Exposiciones de la República Federal de Alemania (Bundeskunsthalle) en Bonn.
La muestra «California Dreams – San Francisco: un retrato» abrió sus puertas el 12 de septiembre y se podrá visitar hasta el 12 de enero del 2020.
No debe haber otra ciudad en el mundo que a lo largo de su historia haya mantenido siempre ese estatus de lugar en el que se pueden cumplir todos los sueños: Desde la fiebre del oro, en torno a 1850, hasta el actual Silicon Valley en el Área de la Bahía de San Francisco.
Quien logró llegar hasta allí, ya no quiere irse nunca más porque llegó a la tierra prometida.
Nada representa mejor esa idea que el hecho de que el centro de la ciudad esté construido sobre barcos. Durante la fiebre del oro, muchos buscadores de oro querían ir a San Francisco y de ahí seguir hacia el interior del país. Pero casi nadie quería volver.
Eso llevó a que en el puerto se creara una verdadera armada de veleros abandonados. Con el tiempo, se convirtieron en hoteles, bares o tiendas. A su alrededor, se rellenó con tierra y los desembarcaderos se convirtieron en calles. Hoy los pecios de aquellos barcos están siendo desenterrados por los arqueólogos.
Desde el principio, San Francisco fue considerada un punto de fuga tolerante y liberal. Más generosa, incluso, que Nueva York, aún marcada por el espíritu puritano protestante.
Por eso, allí se asentaron sobre todo judíos alemanes. Uno de ellos fue Levi Strauss (1829-1902), el hombre que inventó los pantalones vaqueros (los «blue jeans»), pero nunca los vistió porque estaban pensados para trabajadores.
La exposición en Bonn, de hecho, exhibe unos jeans con agujeros y parches, que el minero Homer Campbell de Arizona reclamó en el año 1920: Después de tres años ya no se podían usar, se quejó. Le dieron unos nuevos sin cobrarle nada.
En torno a 1900, una cuarta parte de los habitantes de la ciudad hablaba alemán. «San Francisco siempre fue junto a Nueva York el segundo mayor puerto de entrada de inmigrantes, pero, sorprendentemente, siempre fue pacífica», explica la curadora de la muestra alemana Henriette Pleiger.
Sobre todo los chinos fueron considerados durante mucho tiempo una amenaza a ese ambiente. De hecho, Chinatown surgió como reacción a la discriminación que sufrieron los asiáticos por parte de la población blanca.
«Luego los chinos convirtieron su barrio en una especie de Disneyland, en atracción turística, como estrategia de supervivencia», comenta Pleiger.
La «Ley de Exclusión China» de 1882 no sólo limitaba la cantidad de inmigrantes chinos a los que se les permitía el ingreso en Estados Unidos, sino que restringía la posibilidad de obtener la ciudadanía a determinados campos profesionales como los restaurantes y las lavanderías.
«Esa es la explicación de por qué en las películas de Hollywood siempre vemos al cocinero o al lavandero chino». La exposición no excluye esos capítulos.
También la posición líder que la ciudad tiene hoy en cuanto a la protección del medio ambiente y la lucha contra el cambio climático se basa en malas experiencias del pasado, considera Pleiger: «La bahía de San Francisco está contaminada con mercurio hasta hoy, porque durante la fiebre del oro se extraía el oro con mercurio».
Otro aspecto sombrío de esta ciudad de ensueño es la extendida indigencia que registra debido a los elevados precios de los alquileres y las propiedades.
Y, sin embargo, resume Pleiger: «San Francisco sigue siendo una ciudad valiente. Precisamente en lo que tiene que ver con la migración, sigue siendo una precursora y un ejemplo. Eso es muy inspirador. Y de eso podemos aprender algo nosotros aquí también».
Por Christoph Driessen (dpa)