(dpa) – A primera vista el espacio parece un consultorio normal de fisioterapia. Sobre el suelo hay una colchoneta de gimnasia, al lado pelotas de colores de diferentes tamaños y formas, dos tablas de equilibrio, y, en el rincón, una cinta para correr. Pero junto a los aparatos hay golosinas para animales, en el pasillo huele a paja y de las habitaciones vecinas se escucha ladrar a perros y maullar a gatos.
Son los pacientes para los cuales fue creado este particular espacio en Múnich. En lo que supone un proyecto piloto único en Alemania, son tratados con todas las opciones de la fisioterapia para animales y, por lo tanto, de la manera más parecida posible a una persona enferma o lesionada.
En muchos ámbitos la veterinaria alcanzó ya los mismos niveles que en la medicina humana. Pero en el caso de la fisioterapia los especialistas en Alemania aún tienen mucho por aprender. «Es una especialización relativamente nueva», dice la veterinaria y fisioterapeuta de animales Barbara Esteve Ratsch del Centro de Rehabilitación de Animales de la Universidad Ludwig Maximilian (LMU) de Múnich.
Añade que en Estados Unidos, Escandinavia o en los Países Bajos están más avanzados. También en Portugal, España o Italia el tratamiento de animales por fisioterapeutas especializados está mucho más extendido que en Alemania.
La Clínica Médica de Animales de Compañía de la LMU quiere recuperar terreno perdido y vincular por primera vez estrechamente en Alemania la fisioterapia para animales a las otras disciplinas de la veterinaria. Por eso, los animales son atendidos por un equipo de especialistas de diferentes disciplinas, entre ellas, los fisioterapeutas.
Así pasó con Rosi, una perra mezcla con labrador de once años de edad. Según relata su dueña Christine Hirschberger, recibió fisioterapia desde la estación de cuidados intensivos. Durante una excursión al Jardín Inglés de Múnich, la perra saltó a un arroyo pero no pudo salir por sus propios medios. «Mi marido la sacó del agua. Tanto las patas como la cola colgaban como muertas por detrás». Había sufrido una mielitis, una inflamación en la médula espinal.
Lo que siguió fue el programa completo: resonancia magnética, operación, medicación, rehabilitación. Y fue un éxito porque a Rosi sólo le quedó un leve daño neurológico. Se manifiesta en que a veces no pisa bien con la pata trasera izquierda, la consciencia corporal es indiferenciada y el músculo se contrae de forma descontrolada. Además, no se puede rascar más detrás de la oreja con la pata izquierda, por lo que estira su cabeza con confianza en dirección a Hirschberger cuando le pica. Y la mujer de 42 años comienza a acariciarla de inmediato.
Las dos ya son un equipo y se entienden de una forma instintiva como una madre y su hijo. «Desde el principio fue una relación muy cercana. Y con el tiempo se hizo más y más íntima», relata la abogada, que trabaja mucho en su casa y, por lo tanto, suele tener a la perra cerca.
Para Hirschberger y su marido nunca hubo dudas respecto de si Rosi debía recibir el tratamiento que necesitaba, aun cuando ya se gastaron varios miles de euros en la operación, la fisioterapia y el tratamiento en una cinta para correr en el agua.
Ahora el tratamiento que recibe Rosi es sólo preventivo, lo que en este centro de Múnich cuesta unos 80 euros (unos 88 dólares) por hora. «Rosi forma parte de la familia como todos los demás, por lo que para nosotros es importante que siga en forma también de mayor», explica Hirschberger.
La tendencia a tratar a perros mayores contra los males de la edad de manera preventiva se refleja en el sector, aun cuando en general es bastante irregular. «En principio, cualquiera puede colgar un cartel en su puerta y decir: desde mañana soy fisioterapeuta de animales», dice Brigitte Wiedemann de la Federación de Fisioterapeutas para Animales Certificados. Legalmente, la profesión aún no está reconocida en Alemania. No hay un plan de formación integral a nivel alemán ni contenidos obligatorios.
Así, hay quienes se formaron con un curso de doce semanas por Internet sin contacto con animales y quienes se formaron profesionalmente en otros países, donde tuvieron que trabajar durante tres años con prácticas semanales con animales.
«Hoy en día se puede aplicar a los animales toda la diversidad de opciones que hay para las personas», explica Wiedemann la larga duración de los tratamientos. Así, se utiliza el láser, el ultrasonido y las ondas de choque, pero también la acupuntura y las técnicas manuales.
Por eso es importante que el especialista sepa lo que hace. «En el caso de muchos métodos de tratamiento, aún faltan estudios suficientes que indicen en qué casos es mejor aplicarlos», explica Esteve Ratsch.
Ella y sus colegas de la LMU esperan por eso que los conocimientos que adquieran sirvan no sólo a la investigación sino que se reflejen en la enseñanza y que así se eleve el nivel de la fisioterapia para animales en Alemania.
Por Elke Richter (dpa)