Murmansk (dpa) – En la primera central nuclear flotante del mundo huele a pintura fresca. Se están llevando a cabo los últimos trabajos en el «Akademik Lomonossov», un proyecto multimillonario y prestigioso de Rusia.
Sobre el agua, la planta nuclear luce como un buque totalmente normal, pese tener reactores nucleares a bordo. Aún permanece anclada en el puerto de Murmansk. La pared exterior de la megaestructura está pintada en blanco, azul y rojo, los colores de la bandera rusa.
La planta con dos reactores de agua a presión entrará en servicio en pocos meses. El estilo de construcción recuerda a los gigantescos rompehielos atómicos que navegan desde hace décadas en el norte de Rusia. Los críticos alertan de una posible catástrofe en el Ártico y advierten que la planta podría convertirse en una «Chernobyl flotante».
El «Akademik Lomonossov», de 144 metros de largo y 30 metros de ancho, será trasladado por remolcadores cerca de 4.000 kilómetros hacia el extremo noreste de Rusia.
Este mismo año, la electricidad producida frente a las costas de Chukotka suministrará energía a la ciudad portuaria de Pevek y a las plataformas de gas y petróleo en alta mar. El proyecto forma parte de un plan del Gobierno ruso para fomentar la remota región, muy rica en recursos minerales.
«Las centrales nucleares flotantes tienen muchas ventajas», afirma Vladimir Iriminku, que trabaja como ingeniero ambiental a bordo del «Akademik Lomonossov».
«Regiones alejadas pueden beneficiarse sin asumir grandes compromisos», señala el experto, mientras los motores en la sala de máquinas ronronean suavemente desde el fondo.
No hay datos exactos acerca del coste de una central nuclear flotante de este tipo. A bordo del «Akademik Lomonossov» se producirán cerca de 70 megawatios que serán integrados en la red eléctrica local. Esta energía es suficiente para abastecer a una ciudad de 100.000 habitantes.
Bilibino, la central nuclear que opera en la región, fue construida sobre suelo permafrost, es anticuada y más susceptible a las influencias ambientales. Además, por el cambio climático se está derritiendo el hielo permamente que cubre el terreno, hasta ahora firme.
«La central nuclear flotante es mucho más segura que todas las anteriores, puede resistir el más fuerte de los tsunamis y no puede hundirse», asegura el vicejefe de la planta, Dmitri Alexeyenko. También está preparada para eventuales ataques terroristas, agrega, las fuerzas armadas la vigilarán y protegerán por mar, cielo y tierra.
Tras la catástrofe nuclear en la ciudad japonesa de Fukushima, Alemania decidió abandonar la producción de energía nuclear para fines de 2022 y actualmente sólo cuenta con siete plantas atómicas en actividad. En cambio, el Gobierno en Moscú sigue un plan totalmente distinto.
Rusia mantiene más de 30 centrales nucleares en actividad. A través de la agencia espacial rusa Rosatom, Moscú está invirtiendo asimismo a gran escala en nuevas centrales nucleares, especialmente en las ex repúblicas soviéticas, que no tienen ni los conocimientos ni los medios para aplicar esta tecnología.
Rosatom, en la que trabajan cerca de 250.000 personas en diversas partes del mundo, también planea construir centrales nucleares en India, Bangladesh y Turquía.
La participación en Bielorrusia, por ejemplo, es muy controvertida. La planta prevista en Astravets, en la frontera con Lituania, país miembro de la Unión Europea, está causando un gran descontento en la región. Será la primera central nuclear de la ex república soviética que, junto con Ucrania, se vio muy afectada por la tragedia del reactor nuclear de Chernobyl en 1986. La conmoción sigue siendo profunda y décadas después las consecuencias para la salud todavía se hacen sentir.
«Rusia planea mucho más, nosotros desarrollamos», declara un ingeniero a bordo de la central nuclear flotante en Murmansk. El experto señala que, si el proyecto es exitoso, se podría construir una flota entera de plantas atómicas flotantes, una propuesta que despierta gran interés en el sudeste asiático.
Ecologistas rusos creen sin embargo que el «Akademik Lomonossov» es más bien un modelo de planta nuclear para potenciales compradores que un proyecto para abastecer de energía a los habitantes de Pevek.
Rashid Alimov, de la organización ambientalista Greenpeace, considera poco probable que Rosatom pueda actuar rápidamente en caso de un eventual incidente.
«Todos deben tener en claro que en un caso de emergencia no existe infraestructura en estas zonas remotas», señala el experto en energía. «Si algo va mal, no se puede volar rápidamente hacia allí. Las consecuencias para la región en el Ártico serían dramáticas», advierte. Alimov afirma que el Gobierno debería invertir esos miles de millones en energías alternativas en lugar de experimentar con la energía atómica.
Rosatom sostiene lo contrario: «Akademik Lomonossov» es una de las plantas de energía nuclear más avanzadas, clasificada por la Agencia Internacional de Energía Atómica (OIEA) como segura. «Así que no hay razón para preocuparse», asegura el ingeniero Iriminku.
Por Claudia Thaler (dpa)