MADRID, 16 Jun. 2019 (Europa Press) – El sacerdote guatemalteco Sergio Godoy relata en el libro ‘Misión #01 Guatemala, La Montaña de Basura’ (Freshbook) algunas de las historias de niños, hombres y mujeres con los que se ha encontrado en el basurero municipal de la ciudad guatemalteca de Cobán y a los que ha ofrecido una esperanza de futuro con el proyecto ‘Comunidad Esperanza’, con el que ofrecen un acompañamiento integral a estas personas en situación de pobreza y vulnerabilidad.
«Sobre una montaña de basura bañada por las lluvias de la temporada trabajaban escarbando, buscando y rebuscando material que pudiera ser útil para el reciclaje, un puñado de hombres y mujeres, de adultos, jóvenes y niños, que se confundían bulliciosos con el triste paisaje que completaban los zopilotes (buitres), perros hambrientos y un ejército incontable de moscas», describe en el libro que se ha presentado esta semana en España.
Este fue el primer contacto del sacerdote con esa montaña de basura en torno a la que giran las historias de su libro que, según explica en una entrevista con Europa Press, «narra el acontecer de la gente de un basurero pero también de barriadas marginales de una ciudad al norte de Guatemala, con sus luchas, sus dolores y sus esperanzas».
Las historias, «para leer a sorbos» y «quedarse un rato pensando», presentan al lector a las mujeres, hombres, niños y niñas que acuden diariamente a un basurero en las orillas de Cobán, en el departamento de Alta Verapaz, en la región norte de Guatemala.
El lugar, según explica Godoy «no ha cambiado gran cosa» en los últimos 15 años pero asegura que para él se convirtió «en un espacio sagrado» donde pudo encontrar «sentido» a su vida, gracias a lo que le enseñaron los «patojitos», es decir, los niños, pero también los adultos que «desde la pobreza y la invisibilidad, son grandes maestros de vida».
LOS MAYORES ÍNDICES DE POBREZA EXTREMA
Alta Verapaz es el departamento con mayores índices de pobreza y pobreza extrema en Guatemala, «el país más desigual de Latinoamérica», según explica Godoy. Además, la mitad de los niños del país sufre desnutrición crónica. Por ello, la gente no solo acude al basurero a recoger material para la venta de reciclaje sino que también, eventualmente, encuentran algo comestible que llevarse a la boca o algo para beber.
En este contexto y, concretamente, «en torno a una olla y a un balón» nació la ‘Comunidad Esperanza’, dedicada al acompañamiento, formación integral y defensa de los derechos humanos de niños, jóvenes y mujeres en condiciones de vulnerabilidad de las áreas marginales de Cobán.
450 NIÑOS ACUDEN TODOS LOS DÍAS A COMUNIDAD ESPERANZA
En estos 15 años que lleva funcionando este proyecto impulsado por el sacerdote Sergio Godoy reciben todos los días a 450 niños y niñas de 4 a 19 años, aunque dependiendo de la época del año, acuden más o menos, pues «afortunadamente algunos van a la escuela».
En la Comunidad Esperanza ofrecen no solo educación sino también «herramientas» para que los niños y jóvenes puedan «construir su proyecto de vida, salir adelante en medio de tantas circunstancias difíciles» como la falta de comida, de acceso a la salud física y mental o de acceso a sus derechos; o riesgos como una maternidad temprana, la imposibilidad de escolarización, la violencia intrafamiliar, la violencia de género o la violencia sexual.
«La Ciudad Esperanza se vuelve una burbuja que les protege de todos esos riesgos, que les ayuda a crecer y trata de que puedan formarse profesionalmente para tener más posibilidades de incorporarse en un mundo que es muy difícil, en una sociedad como la guatemalteca donde faltan muchísimas oportunidades», subraya.
DEL BASURERO A RECORRER EL MUNDO EN BICICLETA
Entre las historias que más le han marcado, el sacerdote recuerda la de Jerry, al que conoció cuando tenía 6 ó 7 años, que corría con los otros chicos de su edad detrás de los camiones de basura para ser el que más bolsas de desperdicios obtuviese o ganarse unos céntimos por ayudar a descargar un vehículo, y ayudar así a su familia.
Jerry era buen futbolista, le gustaban los deportes y fue uno de los más constantes en el programa de inclusión de Comunidad Esperanza. «Llegó el momento en que cambió el balón por el ciclismo y logró ver mundo gracias a su potencial. Mientras tanto, llegó el momento de ir a la Universidad y nunca perdió la humildad, nunca olvidó sus orígenes», comenta.
También destaca la historia de Sonia, una niña a la que su madre le dijo que no podía seguir estudiando porque tenía que trabajar para sostener a sus hermanos pequeños. «Se reveló y le dijo que no quería terminar en las mismas circunstancias, siendo madre muy joven. La chica logró terminar la segunda de su curso y ha ganado una beca de la universidad, donde ya está cursando el segundo año», explica.
DERRIBAR LOS MUROS DEL MIEDO Y LOS PREJUICIOS
A través de este libro, Sergio Godoy quiere animar a los lectores a que «abran los ojos a la realidad de este mundo», más allá de los «muros invisibles» construidos a partir de los «miedos, reservas y prejuicios» que «impiden a las personas ser más humanas».
«A lo largo de todo este tiempo, he entendido que el sentido de la vida, nuestra realización, el secreto de nuestra felicidad y de nuestra humanización no pueden estar sino en nuestra capacidad de mirar hacia el mundo de los pobres y de compartir los que somos y parte lo que tenemos para dejar un mundo mejor del que encontramos», enfatiza.
También hace un llamamiento a los políticos «en buena parte responsables de la debacle que se vive en el país» para que no dejen a estos niños de la montaña de basura en «el olvido» y no se acuerden solo de ellos, «cada cuatro años, cuando necesitan sus votos».