(dpa) – Las visitas al médico suelen tener incómodos retrasos en la sala de espera, un momento que se hace eterno y donde, cuando el paciente oye por fin su nombre, se lanza rápidamente al interior de la consulta y acaba olvidando una gran parte de las preguntas que tenía preparadas para el doctor.
Cuando la visita se acaba, empieza el momento de preguntarse qué dijo exactamente el médico. Estas experiencias en la consulta médica son muy comunes.
«El paciente y el médico deben tratarse mutuamente como parte de una relación, y el paciente debe tomar todas las decisiones sobre el tratamiento del que fue informado». Así describe Johannes Schenkel cómo debería ser la relación ideal entre ambos. Schenkel es el director médico del servicio independiente de asesoramiento a los pacientes de Alemania (UPD, por sus siglas en alemán) en Berlín.
Debido a que muchos pacientes no se sienten bien informados, acaban buscando información en otro lugar, por ejemplo, en Internet. Pero, ¡cuidado!, «se dicen muchas tonterías allí», advierte Schenkel.
«No es la cuestión de buscar en Google, sino en qué fuentes confiar», dice por su parte Roland Stahl, portavoz de la Asociación alemana de Aseguradoras Médicas (KBV) en Berlín.
Aunque hay algunos sitios web que proporcionan información fiable, la atención personal cuenta con expertos que ayudan a los pacientes con las consultas, tanto a través de la propia aseguradora médica como en algunos centros de consumo, que resuelven numerosas dudas.
Pero todas estas posibilidades no pueden sustituir al diagnóstico de un médico. Una vez concertada una visita, lo mejor es anotar todo lo que se quiera preguntar, para no olvidarse de nada. «Hay que tomar nota de lo que se quiere aclarar y de los temores que se tienen», aconseja Schenkel.
Si el médico sugiere exámenes para asegurar el diagnóstico, debe explicar a sus pacientes por qué son necesarios. El paciente no puede empezar un tratamiento sin un diagnóstico exacto y una terapia concreta.
«El proceso de diagnóstico es un rompecabezas», dice Schenkel. Esto significa que el médico hace los exámenes paso a paso y se va acercando paulatinamente al diagnóstico.
El paciente debe ser capaz de decidir qué examen quiere. Esto se refiere tanto al diagnóstico como al tratamiento: el paciente no tiene que decidir inmediatamente, puede tomarse tiempo para pensar en ello y concertar otra cita. Esto también se aplica a los servicios individualizados que no están cubiertos por el seguro médico.
Puede suceder que el médico no esté satisfecho con un paciente que dude de sus consejos. «Los médicos tienen que aprender a tratar con un paciente con criterio. Un buen médico puede hacerlo», dice Charlotte Henke, abogada en la central de asesoramiento al consumidor de Hamburgo.
Cada paciente también tiene derecho a obtener una segunda opinión. Atendiendo a la libre elección del médico, puede hacerlo pidiendo cita a otro facultativo.
La pregunta sigue siendo si uno debe informar a su médico cuando quiere obtener una segunda opinión. No se necesita permiso del médico y el paciente no debe preocuparse por si se molesta. Si el paciente tiene resultados como análisis de sangre o radiografías, debe llevarlos al segundo médico.
El paciente, al ir a un médico diferente, debería informar a éste sobre las circunstancias de la visita. Al volver al primer médico, también es recomendable que el paciente le diga claramente que pidió una segunda opinión.
«Si un médico pone problemas para aceptar una segunda opinión o para pedirla con cierta frecuencia, es el médico equivocado», advierte Schenkel.
Por Alexandra Bülow (dpa)