Mannheim, Alemania (dpa) – La historia de Darío Fontanella es, salvando las distancias, un poco como la de Colón, que buscaba llegar a las Indias, pero descubrió América.
Fontanella era un muchacho curioso de 17 años que trabajaba en la heladería de su padre en Mannheim. Quería hacer una bandera italiana con tres helados de colores diferentes: el de pistacho, el de limón y el de fresa.
Para conseguir su propósito, un día se le ocurrió emplear una máquina de hacer “spätzle”, una suerte de gruesos espaguetis que se comen en Alemania. Pero de esta máquina sólo salieron unos coloridos fideos de helado.
El experimento había fracasado, pero ese día, el 6 de abril de 1969, nacía un helado que se ha convertido en todo un clásico de las heladerías alemanas: El helado de espagueti.
«Fue una idea genial», afirma ahora Fontanella, 50 años después de su invento.
Este helado es un imprescindible en las vitrinas de las heladerías alemanas, señala Fontanella, que en la actualidad tiene dos heladerías en Mannheim.
Su descubrimiento no fue una historia de éxito al principio. Los niños lloraban cuando veían su invento, recuerda el empresario, ahora de 67 años. En lugar del helado, parecía estaban comprando pasta con salsa de tomate.
«Mi padre no estaba seguro de poder ofrecerlo a los clientes», recuerda Fontanella. «Pero al final aceptó. Mientras tanto, el helado de espagueti casi se ha convertido en estándar, y Fontanella suministra desde hace mucho tiempo su particular mezcla de este postre a celebrados chefs como Tristan Brandt.
«No es el nombre Fontanella lo que cuenta, sino la calidad y el sabor», asegura Brandt, que dirige un restaurante de una estrella Michelin en Mannheim. «En las catas a ciegas se nota que es un helado especial. No se pega a la boca», agrega.
Pero cuando se le pregunta a Fontanella cuál es el secreto del helado de espagueti, se ríe. «¿Secreto? En realidad no hay ninguno», dice este hijo de un inmigrante italiano y una alemana.Pero sí hay un truco: la prensa de los «spaetzle» también tiene que estar sometida a una baja temperatura, de lo contrario el helado se derrite.
La combinación más vendida es helado de vainilla, con salsa de fresa esporlvoreada de chocolate blanco. Al principio no se añadía nata montada. «Pero algunos clientes la pidieron y como no se veía bien, escondí la nata bajo el helado, lo que hace la porción más grande”, agregó.
Fontanella está orgulloso de su creación, pero sí se arrepiente de no haber pagado los 900 marcos alemanes que entonces costaba haber patentado el helado. Pensó en ello, pero luego no lo hizo. Con una patente tendría la prueba de que la invención que tuvo lugar el Domingo de Pascua de 1969 le pertenece.
«No hay ninguna patente, pero nunca recibimos ninguna objeción por escrito», asegura Annalisa Carnio de Uniteis, la Unión de Fabricantes Italianos de Helados. Para muchos, el helado de espagueti se ha convertido desde en un símbolo del helado italiano en Alemania. «Es un clásico atemporal, un poco como una leyenda», apunta Carnio.
«La pasión por el helado la heredé de mi padre «, agrega Fontanella, cuyo progenitor se mudó de los Dolomitas a Hannover en 1931 y luego a Mannheim en 1933.
«El clima y los maravillosos alrededores con muchos viñedos le recordaban a Italia», señala Darío Fontanella, que nació el 7 de enero de 1952 en Mannheim pero estudió en Italia. Regresó en 1969 y se hizo cargo del negocio en 1985.
Y Fontanella tiene otra pasión: el deporte. «Mi padre era piloto de carreras de coches, mi hermano de motocross y yo esquiaba», describe. Su corazón va con la escudería Ferrari de Fórmula 1.
«Me gustó la apasionada forma de pilotar de Niki Lauda», a quien curiosamente le une una de esas carambolas de la vida. Cuando el austriaco Lauda yacía en un hospital de Mannheim después de su grave accidente en Nürburgring en 1976, el Consulado General de Italia en Stuttgart pidió ayuda a Fontanella para contactar con las autoridades alemanas.
El helado de espagueti fue el inicio de una amplia experimentación con sabores. El empresario, también ofrece los sabores cúrcuma-jengibre y gorgonzola-mascarpone. «Los alemanes también son más abiertos a experimentar», asegura.
En su opinión, la televisión juega un papel importante en esto. «Los chefs de televisión han enriquecido la imaginación del público. Esta es otra razón por la que ahora podemos mostrar lo que somos capaces de hacer», concluye este padre de cuatro hijos.
Por Wolfgang Jung (dpa)