Roma, 8 nov (dpa) – A Ennio Morricone no le gusta responder preguntas sobre su cumpleaños. Sus 90 años, que celebra este sábado 10 de noviembre, los pasará en familia. Sin embargo, no podrá escapar a los grandes homenajes.
Y es que sin Morricone, muchas películas no tendrían alma. El compositor italiano no sólo logró ponerle música al llanto de los coyotes, las colts humeantes y los caballos galopantes, aunque fue una pieza clave de los «spaghetti western», un subgénero de westerns europeos de moda en los años 60 y 70 y producidos por países como Italia y España. Su música nunca fue un simple acompañamiento de las películas, sino una obra de arte en sí misma.
Compuso la música de «spaghetti western» como «Il buono, il brutto, il cattivo» (1966) y «Per un pugno di dollari» (1965), protagonizadas por Clint Eastwood, y «C’era una volta il West» (1968), todas de Sergio Leone, convertidas en leyendas.
Morricone y Leone estudiaron juntos en la escuela primaria en Roma, pero luego perdieron contacto. Fue una gran suerte para la historia del cine que se reencontraran en los años 60. «No éramos amigos en la escuela, pero lo fuimos a partir de ese momento», contó Morricone en un nuevo libro de entrevistas.
El compositor es considerado un perfeccionista, aunque algunos creen más bien que es un obsesivo. «La melodía se trabaja. Muchas veces escribí y luego cambié una nota porque me parecía insoportable», contó. Debido a lo mucho que trabajó en las últimas décadas, dejó de lado a su esposa. «Me da mucha pena no haber pasado más tiempo con María», confesó. La mayor parte de su tiempo se lo dio a orquestas y directores.
Se dice que Morricone empezó a componer a los seis años. Su padre tocaba la trompeta y es así como él también comenzó a tocarla. Compuso música de cámara y piezas para coros. Pero las bandas de sonido eran su verdadera pasión. En su carrera de 60 años, compuso la música de alrededor de 450 películas y trabajó junto a los más importantes cineastas, desde Brian De Palma («The Untouchables»), Roman Polanski («Frantic») y Barry Levinson («Bugsy») hasta Giuseppe Tornatore («Cinema Paradiso»). También compuso la recordada banda sonora de «La misión» de Roland Joffé.
Ganó varios Globos de Oro, Baftas y premios Grammy. Pero tardó algo más en alzar el Oscar, que según su opinión debería haber recibido antes. Había estado nominado cinco veces y nunca había ganado. En 2007 obtuvo el Oscar honorario y en 2016 el primero por una de sus obras, la banda de sonido de «The Hateful Eight» (2015), de Quentin Tarantino.
Morricone recuerda bien la sensación que tuvo cuando no ganó la preciada estatuilla, contó a dpa hace poco. «Siempre pensé que lo merecía. Todos sabían que me lo había ganado». A pesar de sus contactos con los grandes directores de Hollywood, nunca se mudó a Estados Unidos. Tampoco aprendió nunca inglés. Y tampoco lo aprenderá ahora, bromea.
En tanto, Morricone ya no compone música para películas. Vive en su ciudad natal, Roma, en el barrio de clase media EUR, en un ático con vistas a la ciudad. Se trata de un barrio con bastantes zonas verdes, más tranquilo que el centro de la ciudad. En el salón hay un piano junto a innumerables floreros, vasijas y muebles antiguos. El maestro de los anteojos de marco oscuro sigue teniendo un aire vital, comprometido.
Aunque ya no componga música de películas, da muchos conciertos en vivo. El público responde de forma entusiasta cuando lo ve sobre el escenario. Morricone confiesa que se sigue poniendo un poco nervioso cuando dirige en vivo, ya que no le gusta cometer errores. Sin embargo, lo sigue haciendo: tres días antes de su 90 cumpleaños se presentó en el Kremlin en Moscú.
Por Annette Reuther (dpa)