Losheim (Alemania), 28 ago (dpa) – Marc-David Jung tenía cuatro años cuando un jet en llamas se estrelló a su lado. Sin apenas ser consciente, protagonizó uno de los peores accidentes aéreos de la historia ocurridos en una exhibición aérea. Cuando se cumplen 30 años de la tragedia de Ramstein, en Alemania todavía quedan muchas heridas por cicatrizar.
«Tan solo me acuerdo de que antes de que todo pasara yo me había comido un helado y de que estuve jugando sentado en el suelo», rememora.
En cuestión de segundos el fuego le causó quemaduras graves en la cara, las manos y las piernas. Desde el 28 de agosto de 1988, Jung arrastra las secuelas de una tragedia que también se cobró la vida de su padre.
En un espectáculo aéreo que congregó a unos 300.000 visitantes en la base militar estadounidense en territorio germano, 67 espectadores y tres pilotos murieron, mientras que unas 350 personas resultaron heridas graves. Además, la inhalación de queroseno tras el accidente causó quemaduras en las vías respiratorias de muchos de los asistentes.
El horror sobrevino en el último de los números de acrobacia. Tres aviones del escuadrón italiano «Frecce Tricolori» colisionaron a 40 metros de altura. Uno de ellos se precipitó al vacío envuelto en llamas y explotó.
Tres décadas después, Jung suma más de 30 operaciones. «Soy una persona postiva y prefiero mirar hacia delante», asegura. «Llevo una vida muy normal y tengo que decir que tuve suerte», añade.
Este informático alemán constituye un buen ejemplo de cómo una persona puede volver a la normalidad después de haber sido víctima de una gran catástrofe, indica la psicóloga Sybille Jatzko.
Experta en el tratamiento de traumas, Jatzko fundó poco despúes del accidente de Ramstein un grupo de ayuda para apoyar a las víctimas. El colectivo existe todavía en la actualidad. «Muchos de los afectados no consiguieron salir adelante tras la tragedia, muchos siguen sufriendo a día de hoy», explica.
Entre ellos, figura una pareja que perdió a su hija de nueve años o un hombre que, tras perder a su mujer embarazada en la catástrofe, no salió de casa durante una década.
Cuando se cumplen 30 años de la tragedia que conmocionó a Alemania, cerca de un centenar de víctimas han confirmado que este martes acudirán de nuevo, a las 15:48, la hora en que tuvo lugar la tragedia, a la base militar de Ramstein para participar en un acto conmemorativo. Nunca antes la cifra de afectados asistentes había sido tan elevada.
«Deben ir allí al menos una vez, para poder cerrar definitivamente este capítulo», señala Jatzko.
Jung logró encontrar su propio camino con la ayuda de Sybille Jatzko. «Mi caso es diferente al de la mayoría. Yo no me acuerdo de lo que pasó, por eso yo no vuelvo a revivir lo ocurrido cada año. Para mí es un día como otro cualquiera», recalca.
Su hermanastro, sin embargo, siempre se toma libre los últimos días de agosto. «Dice que no puede hacer nada en esta semana porque le afecta mucho anímicamente», añade.
A día de hoy, Jung colabora con una fundación que ayuda a víctimas de catastrófes y llega allí donde no lo hacen instancias oficiales.
«Todas las víctimas que conocemos, unas 350 personas, dicen que la intranquilidad y la tensión comienza a principios de agosto y que termina a finales de mes. Siempre, desde hace 30 años. Esa intranquilidad no desaparece», confiesa la psicóloga Jatzko, que ya ha ayudado a supervivientes y familiares en más de una docena de tragedias.
Por Birgit Reichert (dpa)