(dpa) – Playas de arena bordeadas de palmeras, lagunas de color turquesa, coloridos arrecifes de coral, verano eterno: para muchos, las Maldivas son el máximo anhelo de un destino vacacional.
A 50 años de la llegada de los primeros turistas, el Estado insular en el océano Índico espera un nuevo récord de 1,6 millones de visitantes en 2022. El turismo en las Maldivas está en auge, con todos sus aspectos positivos y negativos.
Este año se abrieron nuevos complejos turísticos de lujo. Los aventureros que presenciaron la inauguración del primer hotel, el 3 de octubre de 1972, difícilmente reconocerán las Maldivas de hoy en día.
Las primeras cabañas eran sencillas, con paredes de coral y techos de hojas de palmera. De las duchas, salía agua salada diluida. No había piscinas, ni centros de bienestar o gimnasios y ni siquiera un restaurante convencional.
Lo que había en aquel entonces eran barbacoas en la playa, fogones bajo las palmeras, un mundo submarino espectacular y mucho romanticismo isleño. Un poco al estilo de Robinson Crusoe en medio del océano.
Una agencia de viajes italiana con visión
Los primeros turistas fueron llevados a las Maldivas por el italiano George Corbin. En su búsqueda de nuevos destinos de playa y buceo en Sri Lanka a principios de los años 70, el dueño de una agencia de viajes descubrió las Maldivas más bien de casualidad.
En su segundo viaje de exploración, Corbin conoció a Mohamed Umar Maniku, un ingenioso funcionario que, junto con un amigo, se contagió del espíritu pionero del italiano. De inmediato, comenzaron a construir alojamientos en la isla de Vihamanaafushi, una plantación de cocoteros, frente al aeropuerto de la capital Malé. Con la apertura del primer resort de lujo, Kurumba, en 1972, sentaron las bases del turismo en las Maldivas.
En la actualidad, Maniku es presidente de Universal Resorts, que explota Kurumba y otros complejos turísticos en las Maldivas. «Hasta mediados de los ochenta, la isla era un destino de bajo coste y una especie de apéndice de Sri Lanka», señala, pero inmediatamente agrega que eso está cambiando.
Cuando en la década de 1990 se abrieron los primeros complejos turísticos de lujo con spas de alta gama y restaurantes sofisticados, la ‘jet set’ se fijó en la República de Maldivas con sus 1.190 pequeñas islas.
Las fotos de estrellas vacacionando allí dieron la vuelta al mundo y convirtieron a las islas en un destino de ensueño, entre otros para los recién casados.
Con el tiempo se construyeron decenas de complejos turísticos, incluso más alejados de Malé. Al principio, los turistas eran llevados a las islas en helicóptero. Luego estos fueron sustituidos por hidroaviones, que todavía hoy son pilotados por los llamados «pilotos descalzos», por conducir sin calzado.
Apenas aterrizan en la capital, los turistas suelen dirigirse a los complejos turísticos, que ya se pueden apreciar desde el hidroavión. Alrededor de las islas, se pueden vislumbrar los arrecifes en las aguas cristalinas.
En invierno, el agua de los atolones es a menudo tranquila y lisa como un cristal, por lo tanto, los hidroaviones pueden aterrizar con especial suavidad. Como por ejemplo, frente al Amilla, un complejo turístico en la isla de Baa, cuyas lujosas villas están emplazadas entre árboles tropicales frondosos, playas de arena blanca y aguas con peces de colores. A veces se ven incluso tortugas y pequeños tiburones.
En la bahía de Hanifaru, a pocos minutos en barco, se desplazan cientos de mantarrayas. De mayo a octubre, la Reserva de la Biosfera de la Unesco, el atolón de Baa, alberga la mayor población mundial de estos majestuosos animales con aletas en forma de alfombra.
Los turistas pueden practicar regularmente el snorkel en la bahía, que está vigilada por guardacostas. Aunque el aumento de la temperatura del mar y la decoloración del coral están afectando los arrecifes, las Maldivas siguen siendo un destino de buceo muy privilegiado.
«La bahía de Hanifaru es algo único», destaca la subdirectora del Amilla, Victoria Kruse, al mencionar los beneficios de su complejo en la creciente competencia en la isla. Como casi todos los demás centros turísticos, también el Amilla se centra en la sostenibilidad con sistemas solares y un sistema propio de tratamiento del agua.
Muchos complejos turísticos están comprometidos con el medio ambiente, entre otras cosas con proyectos sobre corales, tortugas y mantarrayas. Algunos poseen sus propias plantas potabilizadoras de aguas residuales, mientras que en Malé, por ejemplo, las aguas residuales de los casi 150.000 habitantes se siguen vertiendo al mar.
Otros complejos turísticos, como el Fairmont, situado en el atolón Shaviyani, en el norte de las Maldivas, invirtieron en plantas de reciclaje de plástico, en las que también se reciclan plásticos de otras islas.
En el pasado, los arrecifes se destruyeron irreflexivamente para construir complejos turísticos, pero ahora existen estrictas normas gubernamentales. Sin embargo, para los críticos esto no es suficiente, sobre todo, porque la tendencia a crear centros turísticos va en aumento. La sensación de sentirse un Robinson Crusoe, hace tiempo que dio paso a un cierto gigantismo.
«Desde hace unos 30 años, los centros turísticos se superan unos a otros con innovaciones cada vez más espectaculares», opina Sumeet Kumar, un gran conocedor de las Maldivas, que trabajó en muchos complejos turísticos. Actualmente es responsable de los restaurantes del centro turístico Huvafen Fushi.
La isla pertenece a Universal y es una de las que marcan tendencia en las Maldivas. «Huvafen Fushi fue el primer complejo que construyó piscinas en todas las villas, un spa submarino y la primera bodega subterránea de las Maldivas», enumera Kumar.
Huvafen Fushi es una de las islas más pequeñas que, a pesar de todo el lujo, sigue teniendo algo de originalidad maldiva, mientras que otras, en su búsqueda por pertenecer al floreciente segmento del turismo de lujo, se alejaron de sus orígenes.
Las villas tienen a veces cientos de metros cuadrados y los restaurantes ya no se construyen solamente en la playa. A veces se encuentran bajo el agua o en las copas de los árboles. El complejo turístico Velaa Private Island, en el atolón Noonu, tiene incluso un campo de golf.
Cada vez más se crean islas turísticas de forma artificial rellenando bancos de arena y fortaleciendo las costas. A diferencia del antiguo y exitoso modelo de «una isla, un complejo turístico», muchas veces se combinan varias islas que ofrecen además puertos deportivos y paseos comerciales, como por ejemplo el proyecto Crossroads, cerca de Malé, y el Fari Islands de Ritz-Carlton, que se inauguró parcialmente en 2022. Y, en los últimos tiempos, el Gobierno ha autorizado la construcción de hoteles en islas que antes estaban protegidas.
Las Maldivas tienen todo el año una temperatura de entre 25 y 31 grados, mientras que el agua oscila entre 27 y 29 grados. La temporada alta es de noviembre a abril, cuando apenas llueve y hay poco viento (www.visitmaldives.com).
Por Bernhard Krieger (dpa)