(EP) – Hasta 1.700 millones de personas, la quinta parte de la población mundial, carecen de las denominadas ‘aguas negras’, es decir, la falta de infraestructura de saneamiento de aguas residuales seguro que, según We Are Water Foundation, constituye «uno de los principales problemas del planeta».
Por ello, la fundación, que trabaja para combatir esta situación ayudando hasta el momento a más de un millón de personas en el mundo, ha advertido de que «se ven expuestas a la contracción de enfermedades que, en algunos casos, pueden ser mortales». Estos datos se dan a conocer por el Día Mundial del Retrete, que se celebra el 19 de noviembre y que este año se centra en los efectos de la crisis del saneamiento en las aguas subterráneas.
Uno de los principales escollos que la fundación encuentra a la hora de desarrollar estas infraestructuras es que el alcantarillado no llega a todos los núcleos poblacionales. En muchas partes del mundo, la población crece más rápidamente de lo que las autoridades e instituciones pueden asumir, por lo que, o bien por falta de tiempo o de recursos, no se llegan a proyectar la conexión por desagües, algo que sucede, sobre todo, en las zonas más marginales del planeta.
Para hacer frente a esta problemática, una solución que además «juega en favor» de la economía circular y la autogestión, es la del «saneamiento descentralizado».
Estas alternativas, desvinculadas de las redes de alcantarillado y de la depuración centralizada, permiten a las comunidades más desfavorecidas obtener las mismas condiciones de salud y dignidad. Se trata de una opción «valiosa» para zonas en las que no es viable una red de alcantarillado, ni estaciones de depuración centralizadas.
La fundación define el saneamiento descentralizado como la recolección segura de aguas residuales de determinados edificios o zonas poco extensas para un tratamiento controlado in situ, que permite recuperar los residuos de forma salubre para las personas y el medio ambiente, e incluso permite la reutilización del agua.
Es lo contrario al saneamiento centralizado, en el que se recoge el agua residual de amplias áreas de servicio municipales o regionales, y se transporta mediante una red de alcantarillas a grandes estaciones depuradoras, llamadas EDAR, para devolverla al medio de forma segura.
Los sistemas descentralizados se pueden diseñar, además, a medida de las características socioeconómicas y climáticas de las zonas necesitadas; se plantean como una opción «práctica y muy efectiva» para que la población de este tipo de zonas acceda al saneamiento. Kibera (Kenia) y Chengelpattu (India) son dos ejemplos de saneamiento descentralizado
Precisamente, en Kibera, zona adyacente a Nairobi (Kenia), We Are Water y la organización Umande Trust han desarrollado la construcción de 19 ‘bio-centros’, unas instalaciones a las que acuden los habitantes para hacer sus necesidades en letrinas seguras y donde disponen de agua limpia para el lavado de manos y ducha.
Los residuos se descargan un tanque subterráneo construido debajo de cada edificio del que se obtiene biogás, que se canaliza hacia una cocina comunitaria disponible para que la gente acuda a cocinar con agua potable. Los restos, digeridos anaeróbicamente por microorganismos, se retiran del tanque una vez al año y se venden como fertilizante agrícola. Las ganancias son invertidas en la comunidad, gestión de la que se encarga un comité elegido entre los usuarios de cada bio-centro.
Por otro lado, en un hospital de Chengelpattu (India), se lleva a cabo un sistema descentralizado basado en la recogida de aguas residuales del edificio y su transporte de corto recorrido a una estación de tratamiento. Este sistema, desarrollado por We Are Water junto a World Vision, se llama DEWATS -Decentralized Wastewater Treatment Systems-.
Mediante una simple tubería, se transportan las aguas residuales del hospital a depósitos prefabricados para su sedimentación y degradación natural biológica por microorganismos anaeróbicos; una solución «basada en la naturaleza» que se suele adoptar en zonas de clima cálido y para un caudal de residuos no muy elevado y fluctuante, como es el caso del hospital.
Una vez tratadas, se vierten al medio de forma segura, siguiendo las regulaciones del Gobierno, lo que permite también el aprovechamiento de las aguas residuales para la obtención alternativa de biogás y abonos orgánicos. La «sencillez» del sistema no requiere personal especializado para su operación y mantenimiento, labores que pueden ser realizadas por el propio personal del hospital tras un breve proceso de formación.
«SI NO SE CUENTA, ES INVISIBLE»
En este contexto, la Fundación We Are Water ha celebrado junto a World Vision, UNICEF y ACNUR un encuentro que, bajo el lema ‘Haciendo visible lo invisible’, constata la dimensión del problema ya que 3.600 millones de personas carecen de acceso a un retrete seguro, 494 millones de personas siguen defecando al aire libre y en el mundo hay al menos 2.000 millones de personas que utilizan una fuente de agua para consumo humano contaminada con heces.
En el encuentro, el director de la Fundación We Are Water, Carlos Garriga, ha destacado la labor de la Fundación que ha impulsado «83 proyectos en 31 países que han ayudado a más de 3.600.000 personas». «Algunas de estas acciones se han desarrollado en campos de refugiados, en Ruanda, Chad o Líbano, por ello, es necesario dar visibilidad en que condiciones viven los refugiados o desplazados de cualquier lugar del mundo que, si no se cuenta, es invisible», ha alertado.
Por su parte, el CEO World Vision España, Javier Ruiz, recalca que «el acceso a agua, saneamiento e higiene es uno de los derechos clave cuyo cumplimiento debemos asegurar». «El año pasado apoyamos a 30 millones de personas con ayuda humanitaria de emergencia en 52 países, en todos estos contextos vimos que el acceso a agua, saneamiento e higiene juega un papel fundamental en la vida de las personas», asegura.
Mientras, el director ejecutivo de UNICEF España, José María Vera, ha dado notoriedad al hecho que «los sistemas de agua y saneamiento suelen ser vulnerables a los ataques durante los conflictos. Sin agua potable ni instalaciones adecuadas de saneamiento e higiene, los niños, especialmente los que ya sufren de desnutrición y sistemas inmunológicos debilitados, se vuelven aún más susceptibles a las enfermedades transmitidas por el agua», afirma.
«Más de 100 millones de personas viven desplazadas en todo el mundo en la actualidad a causa de la violencia y los desastres naturales acrecentados por el cambio climático. Esto supone que 1 de cada 78 personas ha tenido que huir de sus hogares. Esta cifra es la más alta registrada hasta la fecha por ACNUR», concluye la responsable del Departamento de Proyectos de ACNUR, Karmele Sáez.