Sofá. Manta. Una taza de té. La lluvia cayendo fuera. Y un buen libro. Pocos planes de fin de semana se nos ocurren más apasionantes que ese. Y, si el libro es uno de esos que se acaban en apenas unas horas, mejor que mejor. Porque no siempre hacen falta muchas páginas para crear una gran novela: hay maravillas cortas entre las novelas que hacen llorar, que hacen enamorarse o que enganchan irremediablemente.
La declaración, de Gemma Malley
La declaración es una obra de ciencia ficción con una protagonista de 15 años cuya historia atrapa desde la primera página, ya que se llega a conocerla como si fuera un personaje de la vida real. En un futuro centrado en 2140, en Inglaterra, se prohíbe a las parejas tener hijos para evitar la superpoblación del planeta. Quienes nacen a pesar de la ley, se convierten en esclavos. Y Anna, la protagonista, es uno de esos excedentes poblacionales. Luchará por la libertad venciendo a sus miedos y aferrándose a sus sueños.
Mal de piedras, de Milena Agus
Milena Agus es la última revelación de la literatura italiana. En Mal de piedras, se conocen el lirismo de su lenguaje, en la historia de una mujer que, antes de casarse, cuenta la historia de su abuela: su vida, sus reveses y su relación con el amor. Una novela de poco más de 100 páginas, que se lee en pocas horas, pero que tarda en olvidarse por su invitación a reflexionar sobre la vida.
Todo se desmorona, de Chinua Achebe
Todo se desmorona es una de las obras cumbre de la literatura africana. Publicada en 1958, no ha dejado de ser una novela de referencia en más de medio siglo. Su protagonista, Okonkwo, es un guerrero que se ve exiliado de su tribu durante siete años y, cuando regresa, la encuentra dominada por colonizadores británicos y misioneros cristianos. Por un lado, la novela es una narración de la época colonial y postcolonial africana; por otro, la lectura se vuelve más íntima con la aproximación a la vida de alguien cuyo entorno y todo aquello que conoce se desmorona.
Un cadáver en la biblioteca, de Agatha Christie
Intentar resolver un caso de Agatha Christie es una forma ideal de pasar una tarde de lluvia. En Un cadáver en la biblioteca, la premisa de partida hace que nos enganchemos a la novela desde la primera línea: la aparición del cadáver de una mujer en la biblioteca de un respetable matrimonio. Nadie sabe quién es ni cómo ha llegado hasta allí, pero la fantástica Miss Marple llegará para ayudarnos a resolver el misterio.
El sentido de un final, de Julian Barnes
Pocas veces se ha contado una historia tan apasionante en tan pocas páginas. El sentido de un final narra la historia de un grupo de amigos de la adolescencia que prometieron no separarse jamás, pero que, cuando las cosas se torcieron para uno de ellos, Adrian, acabaron dándole la espalda. Muchos años después, Tony, el protagonista, descubre que su antigua novia, Veronica, tiene los diarios de Adrian y no quiere mostrarlos. Y de esos diarios parte una novela espléndida, que ganó en 2011 el prestigioso Man Booker Prize.
Retorno a Brideshead, de Evelyn Waugh
Retorno a Brideshead es una novela ya clásica, perfecta para quien quiera pasar una tarde inmersa en la sociedad aristocrática inglesa de principios del siglo XX, en la que las rígidas normas sociales se entremezclan con el libertinaje de algunos de sus personajes. El regreso de Charles Ryder a Brideshead le devuelve la ambigua relación con su amigo Sebastian y el amor que siempre sintió por su hermana Julia.
Desayuno en Tiffany’s, de Truman Capote
Da igual que hayamos visto a Audrey una o mil veces, la novela Desayuno en Tiffany’s de Capote (que, además, tiene sustanciales diferencias argumentales con la película) siempre merece la pena. Su prosa es impresionante y la creación de personajes llegó al punto más alto de su trayectoria literaria con la inolvidable Holly Golightly. Perfecta para pasar unas pocas horas enamorados de su desquiciada trama y del escenario neoyorquino en el que se desarrolla.
Siempre hemos vivido en el castillo, de Shirley Jackson
Siempre hemos vivido en el castillo es una historia corta (alrededor de 200 páginas) a medio camino entre el terror y el cuento de hadas. En un escenario que recuerda a las mejores novelas góticas, conocemos a las adolescentes hermanas Blackwood, que viven en una gigantesca casa de Nueva Inglaterra con su tío Julian, tras haber sobrevivido todos (aunque su tío con graves secuelas que hacen que su cabeza fluya entre la realidad y la ficción) a la muerte por un envenenamiento con arsénico que mató al resto de la familia. Allí mismo, en el castillo.
El despertar, de Kate Chopin
El despertar ha sido considerada, con el paso del tiempo, la primera novela feminista de la historia, pese a que ni siquiera existía el feminismo en la época en que se escribió. Nos narra la vida de una mujer del tradicional sur de Estados Unidos, Edna Pontellier, quien, atrapada en un matrimonio sin amor, busca una aventura fuera de él. Publicada en 1899, supuso una gran polémica en su tiempo, pero su tema principal, la lucha de una mujer contra las reglas en las que fue educada, ha sobrevivido al paso del tiempo y ha convertido la obra en un clásico intemporal.
¡Habla!, de Laurie Halse Anderson
¡Habla! es una novela corta que tiene el gran mérito de hacer que nos metamos en la piel de la protagonista, a pesar de que esta tiene solo 14 años y que no habla, después de haber sufrido el trauma de una agresión sexual que la convierte, además, en una marginada en su entorno escolar. Pese a la temática de la novela, la lectura se hace ligera y es un canto de optimismo asistir al proceso por el que Melinda, la protagonista, va haciéndose fuerte a pesar de su silencio.
El hospital de ranas, de Lorrie Moore
La novela perfecta para pasar una tarde a medio camino entre la risa y el llanto, entre el humor y el dolor. El hospital de ranas es un canto a la melancolía de la adolescencia, desde el recuerdo de esos años de descubrimiento por parte de una mujer hastiada de su matrimonio, que añora la inocencia y la emoción de los años en que el amor parecía algo diferente a lo que ha acabado siendo para ella.
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