Berlín, 18 feb (dpa) – El martes, el director estadounidense Spike Lee dijo que le asustaba que Donald Trump llegase a la presidencia y tuviese acceso al maletín nuclear. Si viese el documental de Alex Gibney, «Zero Days», temblaría.
La ciberguerra entre países, el grado de secretismo con el que se lleva a cabo y las consecuencias imprevisibles que conlleva han impactado a la crítica en la Berlinale, donde el documental del oscarizado director concurre por el Oso del Oro.
Gibney parte de la información que se publicó en la prensa sobre «Stuxnet», un virus informático que se descubrió en 2010 y que afectaba principalmente a instalaciones nucleares iraníes.
Aunque ni Estados Unidos ni Israel lo han admitido oficialmente, Gibney aporta varias fuentes en el documental que señalan que el grado de sofisticación del virus sólo podía haber sido elaborado a través de una estructura institucional. Además explica cómo es el virus y cómo funciona.
Tratando de averiguar más información sobre «Stuxnet», Gibney descubre que hay varios países que tienen departamentos de ciberguerra, pero lo que realmente atemoriza es el secretismo en el que operan y, ante todo, la vulnerabilidad de las naciones ante ataques contra infraestructuras como la red eléctrica de un país.
«Son armas que se implantan en el mundo», dijo el realizador en referencia a cómo funciona el Stuxnet, un virus que una vez activado no se puede controlar.
En la película de Gibney se cuenta que durante el gobierno de George W. Bush ese virus, cuyo nombre oficial en clave es «Olimpic Games», se instaló en determinados aparatos eléctricos de las centrifugadoras para enriquecer uranio en Irán, consiguiendo mermar su producción.
En respuesta, se relata, Irán mandó mensajes sutiles con sendos ciberataques a la petrolera estatal de Arabia Saudí (Saudi Amco) y a varios bancos estadounidenses.
En la película, para la que Gibney cuenta con la colaboración de dos periodistas especializados en la materia, como el estaodunidense David Sanger y el israelí Yossi Melman, se habla también del virus «Nitro Zeus», ideado para hacer colapsar todas las infraestructuras de Irán (electricidad, bancos, tráfico, etc.) en caso de que se hubiese llegado a una guerra, y del que también informa hoy en su diario el propio Sanger, corresponsal jefe en Washington del diario «The New York Times».
«Creo que la tendencia a un secretismo en el gobierno estadounidense cada vez mayor es espantosa. Está impidiendo un debate muy importante sobre ciberarmas ofensivas, que creo que nos amenazan de forma profunda e (incluso) a nuestra existencia», explicó en rueda de prensa Gibney, a quien refrendan trabajos como «Enron: The Smartest Guys in the Room», «Mea Maxima Culpa: Silences in the House of God» o «Taxi to the Dark Side».
Sanger explicó hoy que «Nitro Zeus» fue ideado como una opción por si Irán llegase a atacar a Estados Unidos o sus aliados (…) y por si Estados Unidos se hubiese visto arrastrado una guerra con el país persa. El presidente (Barack Obama) quería una opción para evitar una guerra a plena», señaló el periodista en rueda de prensa en Berlín.
«Lo que descubrimos con la ciberguerra y ciberarmas es que forman parte básicamente de tres tecnologías que los presidentes usan para evitar una guerra tradicional: una es el uso de fuerzas especiales, para actuar rápidamente; en segundo lugar, el uso de drones contra vehículos como obviamente se ha utilizado mucho en Pakistán, Afganistán o en Yemen y el tercero, que explora esta película, es el cibernético, que permite inutilizar instalaciones del enemigo sin pisar el terreno», explicó.
La película de Gibney, que fue aplaudida sobre todo por su explosivo contenido, tiene una estructura clásica, con los entrevistados hablando sentados delante de la cámara. Y por «Zero Days» desfilan desde ex presidentes de la Agencia Nacional de Inteligencia estadounidense (NSA), hasta ex altos cargos del servicio secreto israelí, Mossad, pasando por especialistas informáticos, entre otros.
La temática de la película sorprendió a la prensa, que recibió bien la cinta, pero también tuvo una buena acogida la segunda película presentada a concurso, «The Commune», el nuevo trabajo del danés Thomas Vinterberg, que recupera la necesidad de los ideales y habla de la importancia del colectivo frente al individuo retratando la vida en una comuna durante los años 70 en Dinamarca.
Por María Luz Climent Mascarell